Contando maravillas

por Revista Hechos&Crónicas

¿Has intentado contar las maravillas que Dios ha hecho en tu vida en dos mil palabras? Yo lo intentaré y solo puedo arrancar diciendo lo que dice el salmista: Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar. Salmo 40:5.

Esta historia empieza en la mente de Dios con una joven mujer que intentaba llegar al hospital de Muzo, Boyacá, el 17 de junio de 1980, como si se tratara de una escena para una película, una patrulla de policía atravesaba el pequeño pueblo para que la mujer no diera a luz en su interior, pocos minutos después de llegar se escuchó el llanto de una bebé, prematura pero fuerte, ya sus días estaban todos escritos en el libro de la vida como lo dice el Salmo 139:16.

Nací en un hogar en el que el maltrato y los golpes de mi padre marcaron casi a diario el cuerpo y las emociones de mi mamá, una mujer valiente, amorosa y esforzada que en cuanto pudo, decidió huir en busca de un mejor futuro para ella y sus hijos. Siendo la hija mayor tuve que asumir muchas cosas prematura y aceleradamente, como lo fue mi nacimiento. A la edad de 14 años, con un enorme hueco que me atravesaba el alma, tuve mi primer novio, ese amor adolescente que te lleva a creer que no habrá nada después, fue una historia que duró alrededor de tres años, aunque no era necesario tanto tiempo para poder comprender que no era amor.

Con el corazón roto y una imagen del amor totalmente errada, empecé a buscar aceptación de amigos que solo me llevaron a conocer vicios y malos caminos. Una noche, una “dizque amiga”, me invitó a compartir un rato con su novio y unos amigos, resulté en un apartamento de solteros lleno de hombres y nosotras dos, me ofrecieron un trago y poco tiempo después estaba sintiendo mi cuerpo adormecido y siendo llevada a la oscuridad de un cuarto donde alguien abusó de mí… fue una noche que dejó una huella en mi vida tan profunda que creí una mentira horrible, empecé a creer que si un hombre al que había amado no me había aceptado, entonces lo único que me esperaba era que cualquiera tomara de mí todo lo que quisiera. Creí que eso era lo que me correspondía, creí que la virginidad le daba valor a una mujer y bueno, si yo ya no la tenía pues entonces ¡ya no valía! Así que tomé la decisión de quitarme la vida, después de meditarlo planeé tirarme de un puente peatonal.

Mi vida había llegado a los 17 y ya no tenía sentido, caminé hasta el centro del puente y cuando había llegado el momento para lanzarme, con el corazón que me latía fuerte desde la garganta, solo pude cerrar los ojos y al cerrarlos se abrió mi alma y dije: “Señor, ¡si tú existes dale sentido a mi vida!” Y como una ráfaga pasaron unas imágenes por mi cabeza: vi a mi mami en una habitación de una clínica psiquiátrica (por no decir manicomio), a mi hermano, el más grande llevado por las drogas y a mi hermano menor que era apenas un bebé, abandonado.

Fue como si Dios me hubiera dejado ver qué iba a pasar con mi familia si yo lo hacía, el amor por mi familia era muy fuerte y rompí en llanto, en un clamor que nunca había conocido y mientras me fui caminando a casa, le pedí ayuda a Dios. Hacía tal vez un año y medio una amiga del colegio me había llevado a conocer su iglesia y bueno, le dije a Dios que lo iba a ir a visitar (jejeje).

Llegué a ese bello lugar que me acogió desde el primer momento en esa esquina de la 102 con novena. Yo era joven, pequeña, frágil, solitaria y absolutamente necesitada de Dios. Llegué tímidamente de visita, pero me quedé. Poco tiempo después, ese lugar se convirtió en mi casa y la gente de allí en mis hermanos y ya comprendía que Dios siempre estuvo junto a mí y que Él es mi Padre, entonces viví mi primer milagro: ¡Fui salva! Recibí a Jesucristo como Señor de mi vida y la vida realmente comenzó. Mientras yo llevaba las riendas de ella solo había durado 17 años… a esa edad morí, fui crucificada con Él y empezó mi eternidad. Han pasado más de 24 años y ya más de 800 palabras y todavía no les he contado ni la centésima parte de lo que Dios ha hecho.

Después de la salvación empezó la restauración, Dios empezó día a día a sanar las heridas de mi alma, como dicen por ahí: me lavó el cerebro, pero no solo eso sino también mi corazón, me lavó con Su Palabra y fue ella la que fue erradicando todas las mentiras que había creído. El Espíritu Santo empezó una obra en mí que fue transformándome y sanándome, perdoné y dejé mi pasado atrás y entonces llegó la restitución.

Un nuevo tiempo

Pasados 10 años llegó a mi vida un hermoso hijo de Dios que conquistó mi corazón, ya no era la chiquilla que se conformaba con las migajas que caían de la mesa, sino que era una mujer que se sabía valiosa y que había aprendido a esperar en Dios y sentarse en su mesa para saborear su voluntad y para abril del 2007 estaba en esa misma esquina de la 102 tomando la segunda decisión más importante de mi vida y me casaba con un hombre maravilloso.

Dos años después planeábamos tener bebés, pero las cosas no salieron como esperábamos, después de intentarlo por un año fui remitida al programa de infertilidad del Hospital Militar donde después de muchos estudios me encontraron tres diagnósticos que me dejarían fuera porque según los médicos ya no había nada qué hacer, un síndrome de ovarios poliquísticos, obstrucción bilateral de trompas y el cuello del útero corto serían suficientes para que me dijeran que no podía continuar en el programa.

Esta noticia lejos de entristecer mi corazón me llenó de fe porque ahora estaba en la manos de Dios de forma exclusiva, nadie más podría llevarse la gloria de los siguientes milagros que sucederían, uno fue anunciado el 1 de noviembre del 2011 con una palabra que me aseguraba que en un año estaría abrazando a un hijo y efectivamente el 31 de Octubre del 2012 a las 8:05 pm nació Isaac “El hijo de la promesa”, pero como Dios me había prometido hijos yo seguiría con mi confianza en que mi vientre gritaría victoria sobre la infertilidad una vez más y para el 9 de Diciembre del 2014 estaría dando a luz a mi valiente guerrero “Caleb”.

Un par de años después llegaron las vacas flacas sin que antes hubiéramos tenido las gordas, las cosas se complicaron y las deudas empezaban a ahogar a mi familia. Mi esposo, quien siempre había sido un hombre muy noble y alegre, empezó a estar irritable, malgeniado, chocante y yo poco sabia empecé a seguir el juego, empezaron las peleas, los gritos, las tiradas de la puerta… en fin. El color de rosa empezó a ponerse color de hormiga.

Un día entró una llamada de un banco anunciando que el valor de una deuda gigante se iría a cobro jurídico, pensé que se trataba de un error, así que cuando Mario llegó a casa le conté, yo esperaba que él me dijera que se trataba de una mentira pero fue como si destapara una gaseosa después de  batirla, mi esposo explotó ante mi reclamo y se echó a llorar, me confesó que durante el último período de nuestro matrimonio había tenido que acudir a las tarjetas de crédito para cubrir todos los gastos de la casa y ya se podrán imaginar cómo esa bola de nieve había crecido.

Enterarme de eso me hirió como si me hubiera dicho que me había traicionado, no se trataba del dinero, no se trataba de la deuda, se trataba de la mentira, pues en silencio me había engañado, me dijo que había callado porque no quería preocuparme, pero yo lo tomé como falta de confianza, que él no había compartido conmigo las buenas y las malas como lo profesan los votos matrimoniales. No haberme dejado vivir con él las malas, o los tiempos de escasez me habían hecho sentir poco amada y eso hizo mella en mi corazón. La imagen de ese hombre maravilloso se había derrumbado. Justo esa semana en mi reunión de Mujer integral, ministerio que me ha edificado muchísimo, hablaron sobre la importancia de admirar a nuestro esposo para que él saliera a enfrentar la vida como todo un héroe, pero a mi Superman le habían dado Kryptonita y yo lo veía totalmente devastado, necesitaba que su imagen fuera restaurada en mi corazón así que en medio de la oración de ese día acudí a Dios para que lo hiciera.

Mi esposo y yo hablamos y nos pusimos de acuerdo y empezamos a poner en práctica mucha teoría que sabíamos acerca del manejo del dinero en la Biblia. Habíamos sido tontos al creer que solo con diezmar estábamos agradando a Dios en el manejo de los recursos que Él nos da, se nos había pasado un pequeño detalle: Él nos pide también que seamos buenos administradores y no lo habíamos hecho, nos arrepentimos de ello y este acto de arrepentimiento trajo consigo un nuevo amanecer para nuestra economía. Buscamos ayuda en nuestros líderes del ministerio de Centuriones, el Pastor Gilberto y Nana, que muy sabia y amorosamente nos guiaron y nos ayudaron. Siempre estaremos agradecidos con Dios por ellos y los Centuriones.

Dios nos dio una palabra en la que nos decía que no deberíamos endeudarnos más en Deuteronomio 15:6 El Señor tu Dios te bendecirá, como lo ha prometido, y tú podrás darles prestado a muchas naciones, pero no tendrás que pedir prestado de ninguna. Dominarás a muchas naciones, pero ninguna te dominará a ti. Y dando un paso de fe decidimos no volver a acudir a las deudas. Recuerdo que en el primer mes después de tomar esa decisión llegó el salario de mi esposo, fuimos a un centro comercial para hacer el paseo por todas las entidades financieras para hacer los pagos correspondientes del mes y al hacerlo nos quedaron 12.000 pesos con los que deberíamos vivir todo un mes y aún no habíamos hecho mercado, pero nuestro corazón se sentía emocionado a la expectativa de lo que iba a hacer Dios, estábamos seguros que si éramos obedientes la provisión llegaría.

Al día siguiente había ayuno general en la iglesia y nuestros amigos se pusieron de acuerdo y cuando llegamos nos tenían un mercado que habían hecho entre todos, sin mentirles fue tanta la abundancia y la generosidad de nuestros hermanos que ese mercado nos duró como tres meses y el Señor fue supliendo mes tras mes, milagro tras milagro…

Después de eso, Dios nos hizo soñar con tener a nuestros niños en el Nuevo Gimnasio Cristiano, el mejor colegio que pueda existir y con los recursos de mi Padre. Allí llegamos para arrancar el 2020. Esta decisión nos llevó a cambiar de ciudad e irnos a vivir a Chía, donde nos esperaba Casa Sobre la Roca Sabana Norte para seguir creciendo y una vez más fui acogida ahora con toda mi familia, esto ha sido una de las más bellas bendiciones recibidas en este último tiempo de mi vida… Sencillamente, el Señor aderezó un banquete para nuestra familia en presencia de nuestro enemigo devorador. Con pandemia y sin trabajo nunca el Señor nos ha dejado colgados de la brocha. Soy miembro del ministerio de alabanza de mi iglesia hace más de 22 años por una sencilla razón: ¡tengo que contar sus maravillas!

Por: Alix Mayerly Pérez Escobar.

Fotos: Archivo particular.

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