Dios le entrega a Adán –el hombre- el poder de la palabra

por Revista Hechos&Crónicas

Así el hombre fue poniéndoles nombres a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo. (v. 20 a). Adán nomina a las criaturas que lo rodean por el poder de la palabra. El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, recibe de su Creador el uso de esta llave del reino. Ningún animal tiene la palabra. Los loros hablan, pero sólo repiten; las grabadoras de cinta magnética repiten también. Solamente el hombre plasma lo que piensa en palabras que salen de su boca con su aliento. Transformar las ideas en palabras es potestativo del ser humano sobre todas las criaturas.

La ciencia ha tratado de corregirle la plana a las Sagradas Escrituras, y casi siempre terminó dándoles la razón. Por ejemplo, los estructuralistas (principalmente Ferdinand de Saussure y Levy Strauss) en sus análisis sobre el desarrollo de la sociedad humana, llegaron a la conclusión de que todo depende de la forma de hablar. Los clanes se formaron por las lenguas. Las comunidades están aglutinadas por el habla. Una comprobación científica de las Sagradas Escrituras. El hombre es lo que dice y logra lo que dice. He aquí una llave que abre con palabras las realizaciones humanas. Todo lo que el hombre ha hablado es lo que el hombre ha obrado y logrado.

La llave de la palabra ha abierto las puertas de la civilización y de la destrucción. Dios le entregó al hombre el poder de la palabra.

¿Cómo se ha utilizado?

Hay solamente dos maneras de accionar esta llave: bendición o maldición. No se le pueden dar vueltas a eso: Todo lo que el hombre dice, lo bendice o lo maldice. La lingüística, principalmente la semántica, son instrumentos valiosos en el análisis de las Sagradas Escrituras.

El origen y significado de las palabras es básico en el estudio de la Biblia, pues ella está formada de palabras. Por algo la llamamos La Palabra. En realidad el vocablo bendecir es compuesto. En el castellano primitivo se decía directamente biendecir, decir bien. Ordinariamente entendemos maldecir como anatema o condenación, pero no es exclusivamente eso. Maldecir, palabra compuesta, es decir mal. Desde los tiempos primitivos el Señor viene hablando de este asunto.

Hoy les doy a elegir entre la bendición y la maldición. Deuteronomio 11:26.

¿Hacia qué lado abrir la puerta de la palabra? Nosotros escogemos libremente: Hacia las tinieblas o hacia la luz, hacia la bendición o hacia la maldición. No hay más alternativas.

Tenemos dos maneras de usar esta llave: por la positiva o por la negativa. Los literatos sabios tocan estos asuntos, así sea por mera intuición. Hamlet, en el drama de Shakespeare, tras analizar la tragedia del hombre en su famoso monólogo, exclama: “Ser o no ser, ese es el dilema”.

Y la conclusión a la que este personaje llega es: La historia del hombre, con todos sus problemas, todas sus angustias y todas sus luchas se circunscribe a “palabras, palabras, palabras…”. Hay quienes dicen, en derroche de necedad, que las palabras se las lleva el viento.

Mentira. Las palabras no se las lleva el viento sino, después de que salen de tu boca con tu aliento, producen efectos reales y prácticos de carácter irremediable. En Colombia nadie olvida el 9 de Abril de 1948. Aquel día, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, un sicópata armado de un micrófono, incendió el país con el poder de la palabra.

Foto: Archivo Revista Hechos&Crónicas

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