La raíz judía

por Editor

La visita a Colombia del primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu ha puesto sobre la mesa las relaciones entre judíos y cristianos.

Enrique Caballero Escovar, en su libro Historia de la Economía, sostiene que un colombiano que sea incapaz de recitar de memoria sus treinta y dos apellidos primarios, está moralmente imposibilitado para afirmar que por sus venas no corren glóbulos judíos.

El menosprecio del judaísmo durante veinte siglos en forma inconsecuente ha traído dificultades a la iglesia. La Biblia es judía, los profetas son judíos; y cuando nos reunimos en nuestros templos, adoramos a un judío llamado Jesús. Por eso, el judío Pablo nos ha dejado temas de meditación:

Ahora bien, es verdad que algunas de las ramas han sido desgajadas, y que tú, siendo de olivo silvestre, has sido injertado entre las otras ramas. Ahora participas de la savia nutritiva de la raíz del olivo. Sin embargo, no te vayas a creer mejor que las ramas originales. Y si te jactas de ello, ten en cuenta que no eres tú quien nutre a la raíz, sino que es la raíz la que te nutre a ti. Romanos 11:17-18.

Haber colocado bajo maldición al pueblo judío, tildándolo de deicida, fue una garrafal equivocación de la iglesia latina en sus orígenes, agravada después por  contemporización con el Imperio Romano que perseguía a las gentes originarias de Judea por razones más políticas que religiosas. En los últimos años se ha incrementado en Latinoamérica el número de judíos mesiánicos, (nombre que reciben los hebreos que reconocen a Jesús de Nazaret como su Mesías); y, por eso, valdría la pena revisar el antisemitismo que subyace en el inconsciente colectivo, acumulado durante largos siglos de rechazo a los hijos de Jacob y al que Juan Pablo II aludió tangencialmente en su contorsionista gira israelí del año 2000.

Para colmo, este pontífice sacudió el tema con la beatificación de Pío IX, un intolerante religioso que llamó «perros» a los judíos y aprobó el secuestro por su iglesia del niño (¿«perrito»?) Edgardo Mortara. El rabino y pastor David H. Stern, destacado líder del movimiento judeo mesiánico moderno, ha planteado temas esencialistas de meditación, entre ellos: el cristianismo es de origen judío, el antisemitismo no es cristiano, el rechazar o ser negligentes en evangelizar a los judíos es un hecho antisemita.

“El mismo concepto de un Mesías es completamente judaico. Finalmente, el mismo Yeshua era judío; lo fue, entonces todavía lo es, puesto que en ningún lugar las Escrituras sugieren que él ha dejado de ser judío”. Pero, por supuesto, en el mesianismo hebreo de hoy, es fácil detectar una corriente extrema que no se limita a cristianizar a los judíos, sino pretende descabelladamente judaizar a los cristianos. El cristianismo no puede ser preterizado hasta devolverlo al Antiguo Testamento.

Es el propio Pablo de Tarso quien pone las cosas en su punto de equilibrio, que es la cruz y no se ladea, sino permanece como el fiel de la balanza: Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad. Efesios 2:14-16.

La Estrella de David cabe en la Cruz de Cristo.

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