Así es un aborto…

por Jennifer Barreto

“Mandar matar a un bebé por medio de un aborto es uno de los actos más descarnados, y lo es más, cuando uno sabe que el bebé está bien y no tiene malformaciones. Se asemeja a hacer del vientre una tabla de pique, un lugar de muerte y no de vida”, asegura Diana Rojas de 30 años a la revista H&C quien dijo no al aborto, después de conocer cómo era el proceso.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se realizan 56 millones de abortos en el mundo. El ginecoobstetra Antony Levantino, asegura en su canal de YouTube haber realizado más de 1200 abortos, y  describe abiertamente cómo se hace esta práctica en los diferentes trimestres del embarazo. Aquí se lo contamos.

*Los siguientes relatos pueden herir la sensibilidad del lector; sin embargo, es importante que nos demos cuenta la forma tan cruel en la que se le da fin a una criatura inocente.

Primer trimestre

Con pastillas

En este procedimiento, la madre toma píldoras para acabar con la vida de su bebé. Se realiza hasta la semana 10 del embarazo. El procedimiento se hace en dos partes:

Paso 1: la mamá toma unas píldoras especiales que le receta el abortista, con el fin de bloquear la acción de la hormona llamada “progesterona” que estabiliza el revestimiento del útero. Cuando la píldora hace el bloqueo, el útero colapsa, se corta la irrigación sanguínea y la nutrición del bebé para que muera dentro del vientre de la madre. Este procedimiento podría revertirse, administrando nuevamente la hormona de progesterona. Así la mamá podría salvar la vida de su bebé. Entre más rápido, mejor.

Paso 2: Luego de 24 y 48 horas después de haber tomado el fármaco para abortar que puede ser administrado por vía oral o vaginal, empiezan dolores, contracciones y sangrado para forzar la expulsión del bebé por el útero de la madre. El proceso es intenso, las contracciones pueden desde horas hasta días. Generalmente la madre expulsa al bebé por el inodoro, incluso podría ver a su hijo muerto dentro del saco del líquido amniótico. Después de desecharlo, la mujer podría sangrar por varias semanas (9 a 16 días aproximadamente). 8% de las mujeres sangran por más de 30 días. 1% son hospitalizadas por hemorragias.

Succión (dilatación y curetaje)

Es la forma más frecuente de aborto y se usa entre la semana 5 y 13 de gestación, también se usa cuando no funcionan las pastillas. Se anestesia a la paciente y se utiliza un espéculo que abre la vagina. El abortista usa una serie de barras llamadas dilatadores para tener acceso al útero, donde está el bebé. Si por ejemplo hacemos el aborto a las 11 semanas, el cuerpo está completo, el bebé tiene ritmo cardiaco, tiene completas sus extremidades superiores e inferiores, tiene dedos en manos y pies. Sus huesos aun son frágiles.

Cuando ya hay dilatación, el abortista toma un catéter de succión plástico, prende una especie de aspiradora larga y delgada que se inserta por la cérvix dentro del útero. El bebé es rápidamente desmembrado y absorbido a presión, seguido de la placenta. Los riesgos de este procedimiento son múltiples. La mujer podría morir. .

Segundo trimestre

Aborto quirúrgico (dilatación y evacuación)

Se realiza entre las 13 y 24 semanas de embarazo, se hace el mismo procedimiento de dilatación descrito anteriormente. Como los bebés son más grandes, este mayor acceso facilita el aborto tardío. Este procedimiento necesita una preparación anticipada (24 a 48 horas) de la cérvix con laminaria (es un tipo de alga esterilizada que absorbe agua por aproximadamente 8 a 12 horas y aumenta el diámetro de la cérvix. Cuando esta se abre, se pone el catéter de succión. La máquina se enciende, y empieza a salir el líquido amniótico que es drenado a través de la sonda, pero como el bebé es tan grande, es difícil que pase por ahí; los huesos y el cráneo son muy  fuertes para ser destrozados por medio de succión. Ahí usamos una pinza Foerster, hecha de acero inoxidable y con dientes afilados con el fin de que cuando sujete algo del bebé, no se zafe. El abortista inserta la pinza y atrapa un brazo o pierna. Cuando toma algo firmemente, hala y desmiembra poco a poco a la criatura…  van saliendo las piernas, brazos, intestinos, espina dorsal, corazón, pulmones. La parte más difícil es la extracción de la cabeza. Esta se sujeta y se tritura. El abortista sabe que ha triturado la cabeza cuando sale una sustancia blanca, que es el cerebro del bebé. Con las pinzas saca todo el útero. Luego mira todas las partes extraídas y las arma como si fuera un rompecabezas para saber que no queda nada adentro. Si todo está completo, el aborto está terminado.

Tercer trimestre

Aborto inducido

Se realizado desde las 25 semanas hasta el final del embarazo. En este punto, el bebé está desarrollado prácticamente por completo y es viable, lo cual significa que él o ella pueden sobrevivir fuera del vientre si la madre entrara en labor prematuramente. Como el bebé ya está desarrollado, el procedimiento puede durar de tres a cuatro días. El día uno, inyectan un fármaco especial que es usado generalmente para tratar problemas cardiacos y se inyecta a través del abdomen de la mujer o por su vagina, que llega hasta el cuerpo del bebé, dirigiéndose a su cabeza, torso o corazón. El bebé lo sentirá y experimentará dolor. Cuando la sustancia lo atraviesa y causa efecto, se produce la muerte; luego se usa la laminaria para dilatar y mientras esta hace la tarea, la mujer carga a su bebé muerto durante dos o tres días en su vientre.

El día dos, el abortista hace una segunda ecografía para asegurarse de que el bebé está muerto, si sigue vivo, se inyecta nuevamente el fármaco para acabar con la vida del bebé. Día tres: la mujer puede expulsar a su bebé en un baño o en el centro de abortos donde tendrá contracciones y saldrá de su interior su hijo o hija sin vida. Si el bebé no sale completamente se realiza el procedimiento quirúrgico del segundo trimestre, donde el bebé es desmembrado y aspirado.

Al final de su explicación, Levatino cierra diciendo esto: “he realizado más de 1200 abortos. Un día, después de completar uno de estos, miré los restos de un niño no nacido, cuya vida yo había terminado; y todo lo que pude ver fue al hijo o hija de alguien, y llegué a la conclusión que matar a un bebé, en cualquier etapa de embarazo, por cualquier razón, está mal. Quiero que sepas hoy que sin importar dónde estés o lo que hayas hecho, puedes cambiar. Toma la decisión de proteger al no nacido. Gracias. Nunca más volví a hacer un aborto”.

“Fui un asesino en serie”

En 1977, el doctor Anthony Levatino comenzó a realizar abortos en Nueva York, como parte de su formación en obstetricia. En 1980, luego de graduarse, continuó practicando abortos porque era  partidario de los “derechos de la mujer”, aunque reconoce que a veces le pesaba en la conciencia.

La muerte de su hija le ayudó a abrir los ojos ante las atrocidades que había cometido. “Sé que he hecho cientos de procedimientos… con las pinzas en la mano, introduciéndome en el útero de alguien y arrancando a un bebé”, dice con arrepentimiento al portal Pro Life Action.

¿Por qué los médicos realizan abortos?, se pregunta Anthony. Sin dudarlo reconoce que “en primer lugar lo hacen por dinero y aplastando la propia conciencia bajo un discurso que desconoce los derechos del no nacido, su calidad de ser humano desde el momento de la concepción”.

¿Que si es rentable? Sí, ¡obtienes mucho dinero haciendo abortos! He escuchado muchas veces a otros obstetras decir: Bueno, yo no soy realmente pro aborto, pero estoy a favor de la mujer”.

Remordimiento de conciencia

Al realizar estos procedimientos “tuve algunas complicaciones: úteros perforados, sangrados, infección… Solo Dios sabe cuántas de esas mujeres quedaron estériles”, reconoce el profesional.

Levantino recuerda que vivía en un “conflicto tremendo”. “Veías nacer un bebé entero (muerto por envenenamiento y buena parte de su cuerpo quemado)… y a veces estaban vivos. Era algo aterrador que me revolvía el estómago y afectaba mi vida… fui un asesino en serie”.

La situación fue peor cuando Levatino y su esposa habían descubierto que eran infértiles. Llevaban dos años casados y anhelaban ser padres. “Empezamos a buscar desesperadamente un bebé para adoptar, cuando yo estaba tirando a la basura un bebé de nueve o 10 bebés a la semana…”

“Como médico, sabes que son niños; que se trata de seres humanos con brazos, piernas, cabeza y que se mueven, son muy activos… Cada vez que escaneas hacia abajo en el útero de alguien lo reafirmas. ¡Porque ves los niños allí, corazones palpitantes, brazos alzándose! No hay mejor noticia para mí que mostrar un latido del corazón y decir: Su bebé está bien. Como ginecólogo lo haces continuamente… Y entonces, una hora más tarde, cambias tu ropa, entras en una sala de operaciones y haces un aborto. Si tienes algo de corazón, te afecta”.

Ser padre le hizo recapacitar

Después de pasar por varias agencias de adopción sin éxito, Levatino y su esposa decidieron contactar personalmente a los 45 obstetras de la ciudad confiando en que alguno de ellos tuviera información de “un bebé disponible para adopción privada”. Luego de cuatro meses de espera, recibieron una llamada: “nunca olvidaré ese día. Tres días después habíamos adoptado una saludable niña pequeña. Estábamos felices. La llamamos Heather”.

Anthony se asoció con un ginecólogo que era conocido por su habilidad en la técnica de abortos “D&E”,  que extrae los bebés a trozos. El negocio crecía y en paralelo la familia también, pues contra todo pronóstico la esposa quedó embarazada y nació un hijo. Anthony no estaba cómodo con su trabajo, pero necesitaba dinero. Siguió haciendo abortos. Todo cambió cuando murió su hija el 23 de junio de 1984. “Un día estaba con varios amigos en casa, los hijos de todos jugaban en el fondo del patio. A las 7:25 de la noche, oímos el chirrido de los frenos enfrente de la casa. Vimos a Heather muerta en la carretera. Hicimos todo lo que pudimos, pero ella murió…

Cuando pierdes un hijo la vida es muy diferente. Todo cambia. De repente, la idea que tenías de la vida de una persona se vuelve muy real. No es un curso de embriología más. No es solo un par de cientos de dólares. Es a tu hija a quien entierras”.

Después de ver morir y enterrar a su hija de seis años, tomar armas para eliminar vidas humanas era una tortura para el ginecólogo. “Yo perdí a mi hija, alguien precioso para mí, y ahora iba a tomar al hijo de alguien destrozándolo, desgarrándolo desde su vientre. Estaría matando al hijo de alguien. Me empecé a sentir como un asesino a sueldo. Eso es exactamente lo que era…”

Tras este suceso, Anthony abandonó toda práctica de aborto y desde el fallecimiento de Heather comenzó a dar su testimonio en defensa de la vida en diversos medios de comunicación.

Por: Jennifer Barreto – jennifer.barreto@revistahyc.com

Foto: Freepik

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