Herencia para mis hijos

por Revista Hechos&Crónicas

Una de las mayores inquietudes de los padres es la estabilidad que dejarán a sus hijos. Cuando los cuestionamos sobre aquello que heredarán a sus hijos, la mayoría responde que la mejor herencia es la educación, para que ellos mismos sean capaces de forjar su futuro. Hay padres que van más allá y además de la educación, se esfuerzan por asegurar una estabilidad económica: un seguro estudiantil, inversiones en finca raíz, ahorros, etc. Pareciera que esto marcara la pauta para que los hijos tengan el bienestar asegurado.

Aun más, algunos padres salen de casa a trabajar durante largas jornadas, dejando a sus hijos muchas veces al cuidado de terceros con el fin de proporcionarles lo necesario para sus vidas y otras más, les conceden lo que piden, con tal de verlos felices.

Otra herencia importante es la genética. Todo lo que se transmite de una generación a otra es un motivo de preocupación para los padres, en especial cuando los antepasados comparten algún tipo de enfermedad o un rasgo de personalidad determinado. Los padres anhelan que sus hijos reciban lo mejor que puedan heredar.

Todo esto está bien, sin embargo, está lejos de ser la herencia indicada. ¿Para qué queremos que nuestros hijos tengan la mejor educación o grandes herencias en la tierra si pasarán la vida lejos de Dios y la eternidad separados de Él?

Reggie Joiner, en el libro Los padres que tus hijos necesitan, asegura “con los excesos que hoy nos rodean, muchas familias se desvían de lo que realmente importa. ¿No es increíble cómo las cosas pueden distraernos de lo verdaderamente valioso? Nos preocupamos tanto por dejarles una herencia a nuestros hijos, que olvidamos la importancia de dejarles un legado. En ocasiones debo esforzarme por recordar que lo que les doy a mis hijos, o lo que hago por ellos, no es tan importante como lo que dejo en ellos”.

Y es que si ilustramos la herencia a la luz de la Biblia, Dios ya nos ha encomendado la tarea de dejar una herencia en nuestros hijos que perdure. Así podemos leerlo en Deuteronomio 6:6-7: Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. (…) De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera, complementa 1 Timoteo 6:19.

La herencia que vale la pena

A estas alturas usted, querido lector, debe tener clara cuál es la herencia real que debe dejar a sus hijos. Más allá de suplir las necesidades materiales de esta tierra, unos padres creyentes deben heredar a sus hijos las herramientas para conocer a Jesús y tener una relación íntima y personal con él, pues solo esto les asegurará una vida eterna y abundante.

En el mismo libro, Lucas Leys asegura “aunque deseo que mi relación con mis hijos sea todo lo que debe ser, es mucho más importante que ellos estén desarrollando una relación real y amorosa con mi Dios”.

Según la investigación, los padres aceptan la responsabilidad por el desarrollo espiritual de sus hijos, realizada por el Grupo Barna, 85% de los padres cree que son los principales responsables del desarrollo espiritual de sus hijos. “Nuestro mayor llamado como padres es conducir a nuestros hijos en dirección a Dios”, asegura Leys.

Nuestra misión como padres se divide en dos: transmitir a nuestros hijos el amor de Jesús a través de nuestro ejemplo (ser la mejor imagen para ellos) y enseñarles sobre Jesús de manera que puedan ser tan parecidos a Él como puedan.

“No se trata de que los padres tengamos que comprender todo lo que se pueda acerca de Dios, ni de que debamos tener un doctorado en Teología. Ni siquiera significa que debamos ser tan espirituales como creemos que son los líderes de la iglesia. Simplemente aprovechamos nuestra relación de padres para ayudar a nuestros hijos a que sigan moviéndose hacia una relación con Dios”, afirma Joiner.

Muchas personas tendrán la capacidad de influenciar a nuestros hijos aun sin que nos sintamos cómodos con eso. Algunos no nos gustarán, otros tal vez sí, pero como padres tenemos el privilegio y la responsabilidad de ser los primeros influenciadores en la fe de nuestros hijos.

Y como dice el autor Joiner, Dios no nos exige ser unos expertos para lograrlo. Él conoce nuestras fortalezas, pero también nuestras debilidades. Él sabe con qué luchamos cada día, pero conoce nuestra intención de dejar la mejor herencia a nuestros hijos: una herencia de fe. ¿Cómo podemos lograrlo? Con un corazón dispuesto y genuino que se acerque a Dios cada día, que lo busque sinceramente, que se esfuerce por agradarlo y le entregue todo eso que añora. Ese es el ejemplo que nuestros hijos ven, ese es el legado de fe que podemos heredar.

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com

Foto: Priscilla Du Preez – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons)

 

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