El trapo rojo espiritual

por Revista Hechos&Crónicas

La necesidad del alimento espiritual en aquellos momentos donde la crisis parece estar sobrepasándonos es una alerta para la vida cristiana. Levantar la mano para pedir ayuda espiritual nunca será motivo para avergonzarse, al contrario es una muestra de valentía y humildad al ser conscientes de que no podemos solos.

En los primeros meses de la pandemia del COVID-19 y durante el aislamiento obligatorio en Colombia, surgió la marca del trapo rojo para identificar a aquellas casas y familias que presentaban necesidad extrema de alimentos o que requerían urgentemente una ayuda. Este símbolo se convirtió en una señal de auxilio frente a la necesidad generado por el impacto de la pandemia.

En la vida personal y espiritual, sacar el trapo rojo por la necesidad de alimento espiritual en momentos de crisis o cuando se necesita restauración es fundamental. Hay tiempos en la vida del creyente que las circunstancias, alguna situación de improvisto o incluso cuando su vida espiritual se estanca, que la necesidad de revitalizar su relación por Dios es vital para continuar el camino con la mirada puesta en Jesús.

Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer. 1 Corintios 10:13.

Las Sagradas Escrituras ofrecen varios ejemplos donde diversos personajes bíblicos tuvieron que recurrir a señales de auxilio espirituales en momentos donde no podían más para revitalizar su devoción y su caminar según lo que agrada al Señor. El símbolo del “trapo rojo” aparece en varios momentos donde la fe y las creencias fueron puestas en entredicho por las tormentas que se formaban alrededor del ministerio de grandes hombres y mujeres de la fe.

Las historias de los Jueces de Israel

El pueblo de Israel fue gobernado por diversos jueces durante cientos de años y de forma intermitente eran atacados y dominados por sus enemigos quienes los esclavizaban y subyugaban hasta que El Señor enviaba a uno de los jueces para liberarlos. El libro de los Jueces recopila todas las historias y enseñanzas que el pueblo de Israel tuvo que atravesar para volver a poner sus ojos en Dios.

Uno de los puntos en común de cada una de las historias de los jueces, es que el pueblo de Israel despreciaba a Dios, llegaban las consecuencias de su pecado y tenía que pedir ayuda al Todopoderoso al ser esclavizados por consecuencia de sus propias decisiones. Hasta que Israel no izaba su trapo rojo en clamor a Dios y se sometía a él, el Señor no intervenía para ayudar a su pueblo.

Nótese que en cada intervención divina el pueblo de Dios no solo recibía libertad de la esclavitud y de la opresión sino que también recibía bendición, años de paz y tranquilidad.

Cuando los israelitas clamaron al Señor a causa de los madianitas, el Señor les envió un profeta que dijo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo los saqué de Egipto, tierra de esclavitud, y los libré de su poder. También los libré del poder de todos sus opresores, a quienes expulsé de la presencia de ustedes para entregarles su tierra”. Jueces 6:7-9.

El apóstol Pedro y su señal de auxilio

Mientras que Jesús caminaba sobre las aguas acercándose a sus discípulos, el apóstol Pedro decidió comprobar si el que se acercaba realmente era el hijo de Dios, pidiéndole caminar también sobre las aguas. Al perder su vista de Jesús y al profundizarse sus dudas, al ver los “vientos fuertes” y el “agua picada”, Pedro, que había dado algunos pasos sobre el agua, comenzó a hundirse y allí es cuando clama al Señor por su ayuda.

—Señor, si eres tú —respondió Pedro—, mándame que vaya a ti sobre el agua. —Ven —dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero, al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: —¡Señor, sálvame! En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: —¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Mateo 14: 28-31.

Pedro representa a la humanidad en esta historia. En ocasiones, teniendo a Jesús al frente y pidiéndonos que caminemos con Él, dudamos por culpa de las circunstancias. Es allí donde aparece el trapo rojo como una señal de auxilio donde Pedro atemorizado por la tormenta comienza a hundirse por las circunstancias que le planteaba su entorno.

Sin embargo, Jesús no es ajeno a ese pedido de ayuda. Sino que en una respuesta inmediata salva a Pedro de morir ahogado y lo exhorta a no dudar de la fe a pesar de las situaciones que estaba viviendo en ese momento.

El rey Ezequías y su enfermedad

El rey Ezequías de Judá fue un gobernante íntegro y con su confianza puesta en Dios. Las Sagradas Escrituras reseñan sobre él en 2 Reyes 18:4 Ezequías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David.

Sin embargo, una enfermedad lo afectó gravemente y había llegado el momento de morir, por lo que el rey tuvo que izar el trapo rojo para pedir misericordia y sanación al Creador: Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás”». Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al Señor: «Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada». Y Ezequías lloró amargamente. 2 Reyes 20: 1- 3.

Ezequías sabía que El Señor es Dios de la vida y la muerte por lo que tenía que seguir afirmando su dependencia del Creador aun estando en la enfermedad. Esta alerta de dependencia de Dios era necesaria para su vida y más como gobernante, por lo que tras demostrar que todo dependía de Dios incluyendo su vida, el Señor lo escuchó y concedió vida para su siervo: No había salido Isaías del patio central, cuando le llegó la palabra del Señor: «Regresa y dile a Ezequías, gobernante de mi pueblo, que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte, y en tres días podrás subir al templo del Señor. Voy a darte quince años más de vida. Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad por mi causa y por consideración a David mi siervo”».

Ana y la promesa de su hijo Samuel

El profeta Samuel nació de la respuesta de una oración desesperada de su madre Ana. Además de cargar con el estigma antiguo de que no tener hijos era una maldición o un castigo divino.

Cuando llegaba el día de ofrecer su sacrificio, Elcaná solía darles a Penina y a todos sus hijos e hijas la porción que les correspondía. Pero a Ana le daba una porción especial, pues la amaba a pesar de que el Señor la había hecho estéril. Penina, su rival, solía atormentarla para que se enojara, ya que el Señor la había hecho estéril, señala 1 de Samuel 1:4-6.

Ana estaba izando el trapo rojo por su restauración personal y la de su familia. Había pasado años cargando un estigma promulgado por una sociedad que la despreciaba por no tener hijos e incluso sus parientes cercanos, como la otra mujer de su esposo, se la “montaban” por esto. Cansada, desesperada y angustiada, ella clamó al Señor y Él la escuchó.

Una vez, estando en Siló, Ana se levantó después de la comida. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor, con gran angustia comenzó a orar al Señor y a llorar desconsoladamente. Entonces hizo este voto: «Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya, y si en vez de olvidarme te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida, y nunca se le cortará el cabello». 1 Samuel 1: 9 – 11.

La vida de Ana cambió por completo luego de haber pedido auxilio al Todopoderoso. El Señor respondió su oración y le concedió un hijo, que luego sería el profeta Samuel. No hay tema o asunto del que Dios no tenga el control y si algo está afectando tu vida es mejor que saques ese “trapo rojo” para pedirle ayuda al Todopoderoso, no hay que olvidar que somos sus hijos y Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! Lucas 11:13.

Por: David Bernal – david.bernal@revistahyc.com

Foto: Unsplash – Chi Nguyen (Foto usada bajo licencia Creative Commons)

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