La temible rutina

por Revista Hechos&Crónicas

Todos hemos escuchado la frase: “la rutina mata el amor”, pues nos han enseñado que la rutina en pareja es sinónimo de hastío y obligación. Sin embargo, no tiene por qué ser así, la rutina en realidad es la costumbre de repetir lo que más se disfruta con la gente que se ama.

Para quienes tenemos hijos, las rutinas son una ayuda espectacular para que nuestros hogares sean un poco menos caóticos y más organizados y salirnos de ella puede significar molestia, berrinches y pataleta con niños histéricos llenos de hambre o sueño que no saben qué esperar.

Cuando mi hijo mayor nació, una familiar, que además es una excelente pediatra me dijo: “recuerda que la rutina con tu bebé la pones tú, pues ellos se dejan moldear”. Y así fue. Puse horarios para alimentarlo, bañarlo, jugar con él y acostarlo a dormir. Jamás lo dejé llorar porque estuviera fuera del tiempo, pero lo acostumbré a saber qué esperar de cada momento del día. Mi hijo se convirtió en un bebé tranquilo a quien le daba hambre siempre a la misma hora y desde muy chiquitito aprendió a dormir toda la noche. Desde ese momento, esa horrible palabra se convirtió en mi mejor amiga y aún hoy, con otra hija después, en mi familia seguimos siendo amantes de la rutina.

Conozco personas que no pueden tolerar hacer todos los días lo mismo. De hecho se ha convertido en un término popular decir que alguien es “muy millennial” cuando de la nada decide cambiar lo que tiene por salir al mundo a aventurarse, por el conocido reflejo de la generación denominada millennial (nacidos entre 1981 y 1996) de permanecer poco tiempo en el mismo lugar, pues su promedio en un trabajo es de dos años. ¼ de la población colombiana hace parte de esta generación, de acuerdo con cifras del Dane.

Pero, ¿por qué temerle a la rutina si es la oportunidad de repetir una y otra vez cosas que amas hacer con gente que te encanta? Hacer lo mismo todos los días no significa que se debe dejar de disfrutar, significa que hay un orden en hacer lo que se ama. A mí la experiencia a me ha enseñado que una rutina sobre otra hace de la vida una costumbre divertida.

Jesús y la tradición

Muchos dirán que Jesús peleó con las tradiciones y por supuesto, con la rutina, pero no es verdad. La realidad es que Jesús estaba peleado con esa tradición que pretendía reemplazarlo en el corazón de las personas.

Él les contestó: —Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está escrito: »“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas”. Ustedes han desechado los mandamientos divinos y se aferran a las tradiciones humanas». Marcos 7:6-8.

Claro, si reemplazamos una relación íntima y personal con Dios por la simple rutina de ir a una iglesia a sentarnos sin escuchar o entender lo que el predicador dice, o alcanzamos a escuchar y nos sentimos conmovidos, pero al cruzar la puerta de la iglesia olvidamos todo y nos convertimos en creyentes de domingo que no aplican lo aprendido.

Sin embargo, si tenemos por costumbre levantarnos cada mañana a buscar a Dios en alabanza y oración antes de comenzar oficialmente el día, tenemos una rutina con Dios y por el hecho de hacerlo con todo nuestro corazón, no significa que no sea una rutina.

El diccionario define la palabra rutina como una “costumbre o hábito adquirido de hacer algo de un modo determinado, que no requiere tener que decidir”. No tenemos que decidir si vamos a comer o no, si vamos a bañarnos o vestirnos o si vamos a respirar. Tener una relación con Dios debe ser igual. No tenemos que decidir si esta mañana nos levantamos a orar, simplemente lo hacemos porque ya es parte de nosotros… y al igual que como con nuestros seres queridos, hablamos todos los días pero las conversaciones no son siempre iguales ni de lo mismo.

Y esta, sin duda, es la mejor manera de comenzar el día.

Rutina con propósito

La falta de propósito en nuestras vidas es lo que convierte a la rutina en una repetición tediosa que no nos permite crecer; sin embargo, cuando el objetivo está claro, la rutina se convierte en un orden constante que nos permite alcanzar el éxito.

No recuerdo a quién debo atribuirle esta frase que dice: “El trabajo, cuando es lo que amas se llama pasión y cuando es lo que detestas se llama estrés”. ¿Qué importa tener que madrugar para ir todos los días al mismo lugar si es donde haces lo que amas hacer?

Pero además, lo negativo de ir en contra de la rutina es que la vida se convierte en un permanente desorden. La mayoría de los comportamientos improductivos o no saludables son el resultado de decisiones lentas y graduales que se suman durante el tiempo y que se convierten en hábitos. El hábito de perder tiempo es desorden y Dios no es un Dios de desorden. 1 Corintios 14:33.

Así que antes de quejarse de su rutina, revise: ¿está disfrutando lo que hace? ¿Hace las cosas por obligación o ya logró encontrar su propósito? Si está sumido en el más profundo tedio sencillamente pídale a Dios que le muestre el propósito para que en el camino de llegar a la meta logre disfrutar de esa constante rutina.

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com

Foto: Amanda Jones – Unsplash

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