La ilusión del embarazo y el vientre cada vez más abultado traen consigo la esperanza de una vida completa, más feliz, mejor. Desde los pequeños escarpines que vamos acumulando en el armario, hasta los síntomas incómodos y los dolores atroces, traer una vida al mundo es la mejor aventura que experimentamos las mujeres.
Nos pasamos gran parte de nuestra primera infancia y juventud soñando con un amor eterno, tan intenso y correspondido que nos sacuda y nos haga tocar el cielo con las manos. Y, desde luego, nos damos cuenta de que hemos estado buscando en los lugares y las personas equivocadas, cuando tenemos a nuestro bebé en brazos por primera vez; entonces, descubrimos que somos el mundo para esa personita tan pequeña y que no hay un amor terrenal tan ferviente.
Sin embargo, detrás de todo el idilio que se presenta con la maternidad, aparece la realidad de nuestra faceta de mujer. Y es que, cuando ansiamos la llegada de nuestro bebé, parece que todo a nuestro alrededor se desdibuja o pierde, en cierto modo, la importancia que antes tenía: los problemas cotidianos, el trabajo ¡Incluso nuestros esposos dejan de ser lo primero! Pero, cuando superamos la fase del parto, un brusco golpe de realidad nos toma por sorpresa, sacándonos de ese sopor romántico. En este punto es cuando sobreviene la pregunta que nos acecha indolentemente: ¿Maternidad o vida profesional?
Son muchas las mujeres que, por decisión familiar o personal, optan por quedarse en casa y abocarse por completo al cuidado de los hijos. Pero, muchas otras se ven sumidas en un debate interno que deriva en una realidad que no perdona y que puede conducir a la depresión, si no se maneja con responsabilidad. Por obligación, gran cantidad de mujeres deben quedarse en casa o dejar a sus bebés al cuidado de otras personas para salir a trabajar, un sacrificio de inconmensurable valor.
¿Por qué ocurre esto?
El mundo laboral es un campo de batalla, minado por todas las nuevas y más difíciles exigencias con las que debe cumplir una mujer: ser hermosa, profesional, exitosa, dispuesta a trabajar bajo presión y dar lo mejor. Esta serie de requisitos de índole social y económico con la que debemos cumplir, parecen no dar cabida a la antigua costumbre de quedarse en casa, ocuparse del hogar y ver crecer a los hijos. Y esta es una verdad que impera cada vez más; no es extraño, por lo tanto, ver todo tipo de contenido en las redes sociales que busca criticar y menospreciar a la mujer que no desea o no puede tener dos trabajos, estudiar dos carreras profesionales más, aparte de la que ya posee, y viajar por todo el mundo, sino cuya felicidad está simplemente en la familia que ha elegido formar, en cuidar del esposo y gozar de las mieles de un amor sin igual.
Simplemente, ser ama de casa y madre a tiempo completo parece haber pasado de moda. Nuestra sociedad percibe este rol como una costumbre otrora machista que padecieron nuestras abuelitas, quienes vivían bajo el yugo del marido, que disfrutaba del éxito laboral, mientras ellas permanecían en casa como objetos destinados a servir a su dueño.
Esta idea debatible, que ha ganado tanta preponderancia dentro de la comunidad feminista, podría ser fácilmente desechada, si no fuera por la realidad cruda y dura que debe enfrentar la mujer con hijos que ansía incorporarse a un empleo. Y es que, a pesar del gran valor que tiene el rol de ama de casa, muchas no nos conformamos con esto, sino que impera en nuestro abanico de sueños el deseo de desarrollo profesional, la independencia y la necesidad de contribuir al sustento del hogar, porque la economía no perdona y, por lo general, para una vida cómoda y digna, es necesario que, tanto hombres como mujeres, se capaciten y crezcan profesionalmente.
Quienes se encuentran en esta última fase, en la de querer volver a ser profesionales y tener un trabajo, conocen el reto que supone la reincorporación al mercado laboral, cada día más competitivo. No sólo porque hay miles que se postulan para el mismo puesto y que son más jóvenes o piden menos a cambio de sus servicios, sino porque las empresas establecen un requisito que las mujeres recién convertidas en madres ya no podemos cumplir: dedicación a tiempo completo y que el deseo de crecimiento laboral sea lo primero en la lista de prioridades.
Madrugar para llegar al trabajo a las ocho en punto de la mañana, lidiar con el tráfico, laborar incansablemente todo el día y salir de la oficina a las seis para llegar a casa ya muy entrada la noche, implica invertirle a un empleo algo que nunca se recupera: el tiempo. Tiempo con la familia, tiempo para vivir y, aún más importante, tiempo de calidad con los hijos, para verlos crecer… Cumplir con los duros, y a veces injustos requerimientos de una compañía, supone dejar a los niños al cuidado de otra persona y perderse de sus primeros pasos, sus primeras palabras… Momentos que nunca más vuelven, porque los niños crecen muy rápido, en un cerrar de ojos.
No todas las empresas, desde luego, quieren contratar a una trabajadora que necesita llegar a casa con premura, porque debe amamantar, o que necesita ausentarse porque fue llamada del colegio o porque el bebé se enfermó. Desde el punto de vista del jefe, contratar a alguien, por muy buena y experimentada que sea en su profesión, que no puede comprometerse al cien por ciento con el crecimiento de la empresa, es un riesgo que podría derivar en pérdidas.
El principal reto que tienen que vivir las mujeres madres en cuanto a su desarrollo profesional es encontrar el equilibrio entre su rol familiar como madre y su rol profesional; el tiempo que dedica a cada uno de estos es indispensable para que no perciba pérdidas en ninguno de los dos aspectos. En esta tarea las empresas juegan un papel indispensable, pues son las que deben entregar herramientas a su profesional para que pueda asumir su nuevo rol sin consecuencias negativas para su carrera, temas como horarios flexibles, trabajo remoto e incluso auxilios económicos son ideales para soportar y motivar a la profesional en esta nueva etapa”, explicó Carlos Roldán, gerente de la división de Recursos Humanos de Michael Page, según reseñó el portal de búsqueda de trabajo elempleo.com.
Pero, ¿qué tan dispuestas estamos a “encontrar un equilibrio”? ¿Acaso no implica esto sacrificar a nuestros hijos, la lactancia y las primeras etapas, en pro de un puesto de trabajo que no siempre es tan bien remunerado como debería y una compañía que puede no tomar en cuenta algunos de estos importantísimos aspectos de la vida personal de la mujer, en calidad de empleada?
Lo cierto es que no todas las mujeres están dispuestas a conciliar estos dos mundos o no tienen opción y, por ende, deben tomar decisiones que van más en detrimento de ellas mismas y de sus hijos. Me refiero, desde luego, a las madres solteras de nuestro país y a aquellas que son cabezas de familia. Ellas también desean compartir más con sus pequeños, vivir esos momentos esenciales, pero el pan no aparece por sí solo en la mesa y las necesidades de los hijos no esperan.
Las oportunidades de trabajo para las madres en nuestro país no son tan prometedoras como desearíamos. En Colombia, de acuerdo con un artículo publicado por el portal de El Heraldo, actualmente hay 22 millones de mujeres, de las cuales menos de la mitad, el 41,9%, tiene alguna ocupación laboral fuera del hogar.
“Se calcula, según datos del Dane, que en el país actualmente hay 22 millones de mujeres, de las cuales el 56 % son madres cabezas de familia y menos de la mitad, el 41,9 %, tiene alguna ocupación laboral fuera del hogar. Los datos también muestran que el 33,2 % de los trabajadores en el sector de servicios sociales, comunales o personales son mujeres. El 31,4 % en el de comercio, hoteles y turismo; y el 14,8 % en la industria manufacturera”, publicó el medio.
Pero, no sólo preocupa la cantidad de mujeres que son madres cabeza de familia en Colombia, un informe, emitido en 2017 con motivo del Día de la Madre por la Universidad de La Sabana, también advierte la situación crítica de desventaja a nivel laboral que tienen ellas en comparación con los hombres. Según este panorama, está claro que las mujeres que son madres no están compitiendo en igualdad de condiciones con los hombres en el mundo laboral, lo que no quiere decir que no puedan ser más eficientes o productivas, incluso así estén dedicadas, de manera parcial o permanente, al hogar.
Y es que, aunque hay algunas ocupaciones que puede tener una madre desde casa, éstas no siempre contribuyen en la medida necesaria a sustentar el hogar. Ser madre y salir a la calle a trabajar es una decisión difícil y, quienes lo hacen, bien sea por convicción o por deber, experimentan momentos de culpabilidad, porque es un desafío que requiere de capacidades logísticas impensables.
En nuestro país, una nueva modalidad de empleo se ha venido instalando, de manera lenta pero segura, con la finalidad de brindar oportunidades a quienes, como madres y cabezas de hogar, no pueden apartarse de su prioridad para toda la vida. Se trata del teletrabajo, que consiste en desempeñarse profesionalmente desde la comodidad del hogar.
Un artículo publicado por la web portafolio.co en octubre de 2018 indica que el teletrabajo en Colombia avanza a pasos de gigante. “Según el más reciente ‘Estudio de penetración del Teletrabajo’, desarrollado por el Centro Nacional de Consultoría y la Corporación Colombia Digital, el país reportó más de 122.000 trabajadores remotos al 2018, una cifra cuatro veces superior a la reportada en el 2012 cuando ese número llegó a 31.500. De igual forma, el documento señala que el país tiene más de 13.000 empresas implementando esta modalidad, versus las 4.000 que había en el 2012”.
Pero, a pesar de lo prometedoras que son estas estadísticas, la realidad es que no siempre abundan las ofertas de teletrabajo y aún es una modalidad que requiere de mucha difusión y aceptación por parte de las compañías. En la práctica, es tanta la competitividad en esta área, que no hay cabida para todas las mujeres y madres cabezas de familia que desean postularse u optar por una vacante tan prometedora.
¿Qué hacer, entonces? ¿Maternidad o trabajo? La interrogante persiste.
Como mujeres y madres cristianas, no sólo es una decisión muy delicada que debemos tratar con mucha madurez, sino que, al meditar sobre ello, debemos tomar en cuenta un pasaje muy importante y famoso de las Escrituras: Hay un momento para todo Eclesiastés 3:2-8.
Es necesario comprender, ante esta realidad, que todo en la vida son etapas. El ser madre es un papel muy importante que el Señor elige otorgar a muchas mujeres. Se dice que las madres deben amar a sus hijos. En Tito 2:4-5 leemos, …que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. En Isaías 49:15 la Biblia dice, ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
Es importante recordar que bajo su responsabilidad está la formación de una persona, que necesita de su irremplazable amor y de su tiempo para crecer sano tanto física y mental como espiritualmente. Con dedicación, en el seno del hogar, sus hijos podrán forjar esos cimientos tan imprescindibles para enfrentar el resto de sus vidas.
El portal Baby Center, especializado en salud y desarrollo de los niños durante sus primeros años de vida, indica: “Algunos expertos en desarrollo temprano creen que nada puede sustituir el amoroso cuidado de una madre o un padre, especialmente si la alternativa es inscribir al bebé en una guardería sin muchos recursos. Y dos estudios publicados en 2003, en los Estados Unidos, concluyeron que los niños que pasaban todo el día en una guardería mostraban niveles más altos de estrés y eran más agresivos que los que permanecían en casa”.
Si usted elige quedarse en casa en lugar de ir a trabajar, sabrá que su bebé está con una persona que va a ser una constante en su vida, y no con una niñera que puede encontrar otro trabajo la semana que viene. Y estará supervisando directamente el cuidado de su bebé, y asegurándose de que crece en un entorno relajado, amoroso y estimulante. “Podrá maravillarse con todos sus logros, como la primera vez que sonríe, dice adiós o anda, lo cual es muy gratificante”.
Y tengamos en cuenta, asimismo, como madres cristianas, que cumplir con lo que Dios nos pide es honrarlo y demostrarle amor. Todo pasa y, aquello que hoy le preocupa, llegará como añadidura para su bendición y la de su familia.
Por: Verushcka Herrera R – @vhequeijo.
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