Mujer, adminístrate

por Revista Hechos&Crónicas

En ediciones anteriores, Hechos&Crónicas ha tocado el tema de cómo las mujeres se han olvidado de sí mismas y de cómo deben amarse primero para dar amor, pero hay algo más que está afectando a las familias y que comienza con la mujer.

Hace poco organizamos un shower para una compañera que se iba a casar. Todos, casados o solteros, le dimos consejos para su vida conyugal, pero por supuesto, las casadas tomamos la palabra. Surgieron consejos muy sabios y bonitos, pero esa conversación me llevó 13 años atrás cuando estaba a punto de casarme y recibí los consejos de mi abuela.

Esta valiente mujer tuvo un matrimonio feliz de 59 años que duró hasta que su esposo murió. Jamás los vimos pelear, ni discutir, ni irse a dormir enojados. Jamás supimos de un escándalo en su relación, ni nada que pudiera separarlos. Él llegaba sagradamente a casa al salir del trabajo, sin parar siquiera a comprar pan, para reunirse con su bella esposa. Toda la vida fue así y me consta que ese romance no disminuyó con los años.

¿Por qué? La respuesta está precisamente en uno de los muchos consejos que me dio hace 13 años cuando iba a casarme: adminístrate.

Ella siempre dijo que el hogar está donde está la mujer. No quiere decir que en las familias en las que la mamá falta, entonces no hay hogar, sino que nosotras somos las encargadas de hacer que nuestro hogar marche porque la mujer sabia edifica su casa.

Para mi abuela, una mujer debe trabajar en ella misma para que las cosas funcionen en su hogar y siempre me dijo: “tú puedes estar desarreglada todo el día, pero cuando va a llegar tu esposo debes estar hermosa, con buena cara y oliendo rico”.

Esto me llevó a pensar que el tiempo de romance de una pareja (que algunos dicen es muy corto), depende en gran manera de la mujer. Ocurre con el estado de ánimo, pues cuando la mujer está tranquila y alegre, ese es el ambiente que se respira en casa, y ocurre también con la intimidad de la pareja. Cuando la esposa se siente bien, marca la pauta para que surjan tiempos especiales de conversación, risas y complicidad, algo vital para que toda pareja sobreviva.

El ejemplo de mi abuela siempre fue el de la mejor esposa. Ella es una mujer Proverbios 31. Hacía de todo y tenía un millón de pasatiempos, pero jamás descuidaba a su esposo. Cada día se esmeraba por preparar una comida especial para mi abuelo. Podía ser un postre, un plato elaborado o simplemente un café, pero ella siempre buscaba sorprenderlo y hacerlo feliz.

Como esposas, estamos llamadas a hacer felices a nuestros esposos, pero a veces nuestro egoísmo nos lleva solo a pensar en nosotras mismas, en nuestros gustos y necesidades, y luego nos quejamos porque no somos felices. Esta es una ambigüedad en las mujeres, porque hacemos todo por nuestros seres queridos, pero al mismo tiempo nos quejamos y victimizamos cuando nuestros esposos cruzan la puerta de la casa para que corran a salvarnos con su ayuda. Eso es egoísmo.

Nosotras, igual que ellos, tenemos días terribles y podemos terminar rendidas. Y aunque tengamos que salir a trabajar, somos nosotras quienes logramos que un esposo sienta que vale la pena volver a casa.

Un esposo siempre debe sentirse bienvenido. Debe recibir ese amor sobrenatural que Dios derramó entre los dos, pero para lograrlo, las mujeres debemos dejar de enfocarnos en nosotras mismas, en las cosas de afuera y sobre todo, dejar de escudarnos en la maternidad para entender que nuestros esposos son nuestro primer ministerio.

En pocas palabras, debemos aprender a administrarnos a nosotras mismas. Betsy Gómez, del ministerio Aviva Nuestros Corazones, asegura: “que mi esposo es mi primer ministerio y no mis hijos, que mi cuerpo no me pertenece porque es suyo, que la intimidad se construye de manera intencional, son conceptos que necesito recordar porque mi modo automático es pensar en mí misma y poner por delante mis necesidades”. Ella identificó tres áreas que necesitan mejor administración.

Tiempo

Necesito hacer un mejor uso de mi tiempo, enfocarme en las tareas que en realidad son importantes. No sólo redistribuir mis quehaceres sino invertir tiempo en agradar a mi esposo y ponerlo en primer lugar sobre los niños, mis amigas, mi trabajo o la iglesia.

También se levanta cuando aún es de noche y da alimento a los de su casa a sus doncellas.

Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y asigna tareas a sus criadas. Proverbios 31:1.5.

Fuerzas

Debo ser sabía en elegir a cuales tareas le voy a dedicar mis fuerzas. En vista de que las mujeres somos frágiles y nos agotamos fácilmente necesito planificar mi día de manera que me queden fuerzas a la hora de que mi esposo llegue a la casa. Por ejemplo, en una mañana de ir al mercado, pagar los servicios de la casa y hacer diligencias en general, en la tarde no puedo correr tres horas en el parque detrás de los niños. Es vital que pueda anticipar mi encuentro con mi esposo desde temprano y reservar energías para él. Tengamos mucho cuidado de abrazar la maternidad al punto que descuidemos a nuestros maridos. Ellos son nuestro primer y más importante ministerio.

Ella se ciñe de fuerza, y fortalece sus brazos. Proverbios 31:17.

Emociones

Es muy fácil que ya a mitad del día me sienta drenada emocionalmente si no estoy constantemente en la Palabra de Dios. Cuando fijo mis ojos en las cosas terrenales es cómo si sintiera (literalmente) que mis sentimientos se van tornando grises y ya en la tarde todo fuera un desastre.

Así que necesito ser muy intencional en guardar la Palabra de Dios en mi mente y llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo de manera que mi alma también esté lista para cultivar una relación más íntima con mi esposo. Las mujeres somos muy emocionales y tendemos a tomarnos la vida muy a pecho, por eso es importante orar, respirar hondo y evaluar qué tan trascendentales son las situaciones.

Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Colosenses 3:2.

Es deber de cada mujer identificar en qué área necesita aprender a administrarse para ser más diligente en crecer en intimidad con su esposo.

Por: María Isabel Jaramillo – @MaiaJaramillo

Foto: Depositphotos

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