Mi necesidad de controlarlo todo

por Revista Hechos&Crónicas

Existe una obsesión que tenemos las mujeres, en especial las mamás y es la necesidad de tener todo bajo control. Claro, todas las mujeres somos diferentes, pero Dios nos dotó con la capacidad de distribuir las actividades y planear lo que vamos a hacer, de ser organizadas con las cosas de la familia o el trabajo y prever las necesidades que se puedan presentar.

Hasta ahí, todo está bien. El problema es cuando se convierte en una obsesión y aquí debo confesar que a mí me pasa, tal como sé que les pasa a muchas, entre ellas a María Paula Pratto, quien quiso compartir su testimonio con Hechos&Crónicas:

“Desde chiquita he sido ‘mandona’ y controladora, muy cuadriculada. Me gusta que las cosas se hagan a mí manera y saber exactamente cómo, cuándo, dónde, quién y por qué… y si me cuentan también el para qué, no me molesto (risas).

Hace nueve años me casé y hace seis nació mi hija Mariana. Ella es igualita a mí en esa forma de ser y quien me ha hecho caer en cuenta de que realmente es un problema. Somos tan cuadriculadas, que si no estamos a cargo de las actividades, no las disfrutamos. Ambas tenemos que saber las condiciones de todo y nos perdemos de la diversión si las cosas no se dan en la forma en que queremos.

Yo, por ejemplo, quiero controlar 24 horas lo que mi esposo y mi hija hacen, comen, ven, escuchan… si los veo libres, quiero asignarles tareas y si deben hacer algo, les explico cómo para que les quede bien.

Tuve varios problemas con mi esposo por ese tema y he tenido que entregárselo al Señor. Yo pensaba que como mamá, era normal sentirme así, pero Dios me reveló que no. No es normal y tampoco es sano. Se trata de aprender a descansar en Él”.

Tal como lo cuenta María Paula, es natural que algunas mujeres –la mayoría – queramos tener bajo control cada una de las áreas que son importantes para nosotras. El ejemplo de la mamá con sus hijos es muy diciente. Queremos supervisarlos completamente para que estén saludables, sean sabios, no se equivoquen y tampoco sufran. Sin embargo, en algún momento debemos entender que nuestros hijos son seres humanos independientes y que aunque nuestra participación en su crianza es fundamental, ellos comienzan a tomar decisiones que no siempre serán las correctas. Eso también es aprendizaje para ellos y forma parte del ciclo de la vida. Nuestra misión es orientarlos, pero no podemos vivir por ellos.

El miedo y la necesidad de controlar

Ahora que la humanidad ha atravesado una crisis mundial por causa de la pandemia, la necesidad de controlar de muchos se ha visto aumentada.

Esto, porque precisamente ser controladores es algo que nace de nuestros miedos e inseguridades personales. “El miedo intensifica el deseo de control, pues brinda una sensación de seguridad. El miedo es una herramienta poderosa para el control, lo es tanto que si no tienes cuidado, puede controlar tu vida”, asegura Álvaro López, psicólogo y formador profesional.

Cuando nos sentimos temerosos o inseguros respecto a algún tema, nos volvemos más posesivos, y lo encerramos para nosotros. Por ejemplo, con este tema de la pandemia, muchos han desarrollado temor de salir de casa porque sienten que ese es el lugar seguro que pueden esforzarse por mantener libre de virus.

Sin embargo, este es un comportamiento errado, pues nadie, por más hábil que sea, puede controlar las diversas situaciones y mucho menos el comportamiento de los demás.

Estoy forzando las cosas

La necesidad de tenerlo “todo bajo control”, termina por ser algo agotador y poco sano, pues es imposible de lograr, y, además, se roba toda nuestra energía. Sin importar cuánto nos esforcemos, el mundo no cabe en nuestras manos. El control es algo tan efímero que se vuelve casi una ilusión. Proverbios 19:21 dice: El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor.

Precisamente el año 2020 fue una lección para muchos. Seguramente para esta época estábamos llenos de planes, proyectos e ideas, pero llegaron la pandemia, la cuarentena y los cambios y tuvimos que renunciar a todos nuestros planes. Seguramente tuvimos que “reinventarnos” (palabra tan desgastada por estos tiempos) y replantear nuestra forma de seguir adelante. Esto nos demuestra que, como dice el proverbio, el control de la vida no lo tenemos nosotros sino el Señor y aun Él no anda forzando nada, pues nos ha dado libertad para decidir.

Por eso vivir en constante necesidad de controlar es vivir separados de Dios, pues sus hijos sabemos que todas las cosas nos ayudan a bien (Romanos 8:28) y que sus planes siempre son de bienestar y no de calamidad (Jeremías 29:11).

¿Organizada o controladora?

Muchas veces, las mujeres tenemos un cronograma de fechas y una organización de cómo deben hacerse las cosas. Eso nos evita dolores de cabeza y nos facilita las cosas de alguna manera, a nosotras y al resto de la familia. Eso se llama ser organizadas.

Por eso, ceder el control no significa dejar de ser organizadas, pues esa es la esencia que Dios puso en nosotras. Las mujeres podemos ser organizadas, planear y manejar tiempos y rutinas que ayudan a que las cosas funcionen mejor. De lo que se trata es de aprender a ser flexibles y, sobre todo, consultarlo todo con Dios en oración, en intimidad con el Creador, pues cuando trabajamos con Su propósito, Él se encarga de nuestras necesidades.

Podemos seguir siendo organizadas sin ser controladoras cuando confiamos. Primero en Dios, pero también en los demás. En Dios, porque sabemos que sus planes son más altos que los nuestros, y en los demás, porque cada uno tiene una forma de hacer las cosas. Permitir que las hagan a su manera nos brinda libertad, aunque no sea como queremos.

Esto nos lleva a bajar las expectativas, a no esperar que las cosas funcionen en el mundo como en nuestra cabeza, sino a soltarnos y esperar que fluyan como deben fluir. El esfuerzo y la disciplina son claves para que las cosas funcionen, pero también la entrega total a Dios y le certeza de que Él va un paso adelante y que si nosotros ponemos nuestra visión en acción, Él actuará.

Aprende a soltar y a vivir en paz con lo que venga. Recuerda siempre que Dios no te hizo para vivir esclava de un futuro que no ha llegado, sino para honrar el presente que tienes a tus pies.

Foto: Freepik (Usada bajo Licencia Creative Commons)

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