Reconstruir, desafío de padres

por Revista Hechos&Crónicas

Reconstruirán las ruinas antiguas, y restaurarán los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas, y los escombros de muchas generaciones. Gente extraña pastoreará los rebaños de ustedes, y sus campos y viñedos serán labrados por un pueblo extranjero. Pero a ustedes los llamarán «sacerdotes del SEÑOR»; les dirán «ministros de nuestro Dios». Se alimentarán de las riquezas de las naciones, y se jactarán de los tesoros de ellas. Isaías 61:4-6.

Quizá por generaciones hemos visto en nuestras familias que se ha construido de manera equivocada, sobre un cimiento errado. Nosotros mismos quizá venimos construyendo de manera equivocada en el corazón de nuestros hijos, pero hay una buena noticia podemos cambiar la historia y empezar a levantar una generación diferente.

Quizá usted fue levantado en una familia donde hubo maltrato, groserías. Donde no conocían a Dios ni se tenían principios cristianos y se cometieron muchos errores. Y de pronto nosotros hemos venido replicando eso en nuestros hijos. Creemos que como nos levantaron a palo, somos lo que somos gracias a esa madera que nos dieron la espalda, pero eso es un error, esa es una manera equivocada de pensar que yo soy lo que soy por lo que como mis padres me castigaron o me corrigieron. Y no solamente la forma de corregir a los hijos, también en nuestra manera de actuar: mi papá era un ‘toma trago’, yo también voy a tomar trago. Mi papá tuvo muchas mujeres, yo también las voy a tener.

Así empezamos a crear ideas erróneas en la cabeza y a construir de manera equivocada. Lo que debemos hacer ahora es empezar a construir tomados de la mano de Dios, de la manera correcta.

Cuando estaba orando y pensando en este tema, vino a mi mente un personaje de la Biblia muy conocido por todos nosotros, el rey David, el mismo que venció a Goliat. 2 Samuel 15:30 dice: David, por su parte, subió al monte de los Olivos llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos.

También todos los que lo acompañaban se cubrieron la cabeza y subieron llorando.

Esto causó curiosidad en mí. Algo tremendo le había pasado al rey David para que estuviera así. Estaba muy triste. ¿Usted recuerda por qué estaba así? El rey David tuvo varias esposas y con ellas, varios hijos. Amón y Tamar eran dos de ellos. Lo que ocurrió es que Amnón se enamoró de su hermana y se empezó a indisponer porque no podía tenerla. Buscó un mal consejo y terminó orquestando un plan para quedarse a solas, tomarla a la fuerza y abusar de ella.

¡Qué situación tan dura! Al ver 2 Samuel 13:21-22 dice que el rey David, al enterarse de todo lo que había pasado, se enfureció.

Estamos de acuerdo en que ese muchacho necesitaba una amonestación fuerte, pero no dice que el rey David hiciera algo más, solo que se enfureció. No sé cómo sería en su casa cuando ustedes se portaban mal. Muchos padres eran muy severos con la corrección, anteriormente muchos se excedían con la corrección, muchos otros sencillamente no decían nada y pasaban a ser padres permisivos como en este caso el rey David.

Nosotros no nos damos cuenta, pero cuando nuestros hijos hacen lo que no es correcto y nosotros lo dejamos pasar y no les decimos nada, estamos formando muchachos rebeldes, personas que más adelante van a sufrir.

Claramente, Amnón necesitaba una corrección fuerte. Pero ¿qué pasó con Tamar? Para ella fue difícil, necesitaba a su papá a su lado: su amor, su afirmación, su apoyo. Pero ¿qué recibió? Silencio. Cómo fallamos como padres, ¿verdad? O nos excedemos o no hacemos nada y terminamos encubriendo ese pecado.

Comience por revisar ¿qué maltrato causaron sus padres en su vida? ¿Qué situación tuvo usted en que necesitó a sus papás, pero nunca estuvieron? Tal vez usted les contó algo y no le creyeron o le creyeron, pero no hicieron nada. Piense, ¿qué cosas hay en su corazón que usted no les haya podido perdonar a sus papás? Cosas que usted dejó pasar y pensó que con olvidarlo era suficiente pero que cuando usted lo recuerda o hay situaciones similares, lo llevan a que se indisponga con ellos.

Tome un papel y escriba: cosas para perdonar. Anote específicamente todo lo que tiene para perdonar. Si su papá se fue, anote ese abandono. Si hubo preferencias, maltrato, abusos, no solo sexuales sino también físicos o psicológicos.

Pudo ser por parte de sus papás, hermanos o cuidadores. Escriba todo lo que no le permita edificar de la manera correcta. Usted no puede edificar sobre un muro que ya está agrietado o vencido, porque el muro se va a caer. Si no tiene una base sólida, se va a caer.

Lo mejor es derribar el muro y empezar a edificar algo nuevo. Perdonen a las personas que los lastimaron durante su infancia, porque quizá hemos replicado eso en nuestros hijos, porque no hemos sanado el corazón.

Consecuencias de un padre pasivo

Continuando con la historia bíblica, Tamar, muy herida, lastimada y triste se fue donde su otro hermano Absalón, quien quedó con rabia en su corazón, esperando a que su padre hiciera algo.

Pasó el tiempo, dos años, y el rey David no hizo nada, entonces Absalón quiso tomar justicia por su propia mano. Organizó una fiesta e invitó a todos sus hermanos, incluyendo a Amnón. Absalón les dijo a sus criados: cuando yo les dé la orden, ataquen a Amnón y mátenlo. Así sucedió. En cierto momento de la fiesta Absalón da la orden y sus siervos atacan a su hermano Amnón y lo matan. Todos huyen despavoridos. La muerte de uno de sus hijos en manos de otro causa un gran dolor a David. Absalón huye y se va a vivir a otro lugar. Pasados tres años, David vuelve a  reunirse con su hijo, pero este aún tenía rabia en su corazón y sed de venganza. Se rebeló contra su padre, le quiso quitar el reino, formó un ejército y se fue a perseguir a David y lo quería matar.

Con esta situación podemos ver el inicio de los hijos rebeldes. ¿qué estamos sembrando en nuestros hijos? Por su puesto, el ejército de David es mucho más experimentado y logran vencer. Absalón tiene que huir, se monta en una mula y queda enganchado a un árbol. Lo encuentran aún con vida, pero uno de los oficiales del ejército de David, lo mata. David había dicho: No me traten duro al joven Absalón, pero aun así le quitaron la vida.

2 Samuel 18:33 dice: Al oír esto, el rey se estremeció; y mientras subía al cuarto que está encima de la puerta, lloraba y decía: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!». David se lamentó, pero esperó mucho tiempo para expresarle amor a su hijo.

Cuando nosotros no corregimos a nuestros hijos y dejamos que hagan lo que ellos quieran y somos demasiado permisivos, estamos levantando hijos así. Pero también hay momentos en que debemos hablar y pedir perdón a nuestros hijos, cuando los hemos lastimado, cuando hemos permitido que otros los lastimen y nosotros no hacemos nada.

Esperamos que ocurra lo peor, como en el caso de David, para lamentarnos. Por eso es momento de hacer una lista de las cosas que debemos confesar a Dios. En privado, nadie tiene que verla porque va a quedar en el pasado.

Piense en las cosas que usted ha hecho, dolor que le haya causado a sus padres o a su familia. Escriba qué cosa tiene usted que pedirle perdón a Dios sobre lo que hizo mal contra sus papás (¿les ha contestado mal? ¿Les ha pegado? ¿Los ha abandonado o dejado de hablar?) Y aproveché y escriba también las cosas en las que usted se ha equivocado con sus hijos. ¿Se excede en la corrección? Hay cosas que parecen bobadas, pero lastiman el corazón de sus hijos.

Recuerde que sus hijos son un tesoro del cielo, un regalo de Dios y muchas veces nosotros nos convertimos en una piedra de tropiezo para ellos. De pronto usted está diciendo: “yo no tengo nada de qué pedir perdón, yo no hice nada malo, yo corrijo mis hijos como yo quiera”. ¿Sabe cómo se llama eso? Orgullo. Y el orgullo hace que usted no pueda ver el pecado y cuando hay pecado, el corazón se endurece y usted no puede reconocer lo que viene haciendo mal. Revise bien y escriba.

¿Qué le está enseñando usted a sus hijos? ¿Qué está sembrando en ellos? Así como nosotros actuamos, van a actuar nuestros hijos.

Si usted viene edificando mal, no se preocupe, todos nos equivocamos. Lo importante es hacer un click y cambiar. No podemos quedarnos allí en el error, pedir perdón y volver a caer en lo mismo, seguir pidiendo perdón y que no haya un cambio.

¿Cómo está tratando usted a su cónyuge y a sus hijos? ¿Se le volvió todo grito y regaño? ¿No le puede dar una orden con amor a su hijo?

Reconstruir las murallas

En la Biblia vemos que cuando Nehemías se entera que las murallas de Jerusalén están derribadas, se dispone a reconstruirlas. Lloró, oró y ayunó, pero no se quedó en el lamento, tomó un plan de acción, hizo algo. Quizás las murallas de su casa están así, caídas, pues es momento de tomar acciones. La enseñanza de Nehemías nos lleva a elaborar la siguiente lista:

  1. Expresar nuestros sentimientos. Perdonar y pedir perdón.
  2. Buscar a Dios. Solos no podemos hacer nada.
  3. Ponernos en acción. Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que la familia se destruya y no hacer nada para restaurarla.
  4. Fijar un propósito. Reedificar la familia, protegerla del enemigo que la quiere destruir.

Ya con la lista elaborada podemos comenzar a actuar, teniendo claro que debemos reconstruir los muros y que como padres tenemos una gran responsabilidad: cuidar el corazón de nuestros hijos.

Construir de la manera correcta

David era un hombre conforme al corazón de Dios, un gran hombre que nos enseñó mucho a relacionarnos con Dios, pero falló como padre. Nosotros a veces somos muy buenos, somos unos profesionales excelentes, pero fallamos como padres y esto no debe ser así, debemos ser excelentes en todo, empezando por casa. Cuando lleguemos a la presencia de Dios, Él nos va a pedir cuentas de qué hicimos con nuestros hijos ¿y qué le vamos a decir? “es que estaba sirviendo en la iglesia o en la empresa que tú me diste…” ¡No!

Debemos hacer bien lo uno sin dejar de hacer lo otro. Para construir de manera correcta debe haber perdón. Efesios 4:32 dice: Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

Perdonar trae muchos beneficios: me hace libre, da bendición a mi vida, trae sanidad a mi cuerpo y a mi corazón. No perdonar enferma el cuerpo, el alma, el corazón. Pero, además, perdonar es un mandato de Dios. Hágalo, el más beneficiado va a ser usted mismo.

Vaya a la lista, cierre sus ojos y ore pidiendo perdón a Dios y cortando todas esas cosas que hicimos mal y en las que nos venimos equivocando como padres y lo que hicimos mal con nuestros padres, porque quizá sembramos mal desde allí.

Pídale a Dios que le revele en qué fue lastimado por sus padres y en qué lo lastimó a ellos. Pídale que le permita sanar su corazón y dejar ese pasado atrás para construir con sus hijos sobre bases realmente firmes, sobre la roca que es Jesús. Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. 2 Crónicas 7:14.

Por: Alfonso cristiano.

Foto: Alex Guillaume – Unsplash

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