Venezuela: recesión (default) cerca de la quiebra

por Editor

¿Cuál es el default que tiene a Venezuela postrado en el maldito puerto de la quiebra? Veamos para comprender de qué se trata.

No solamente en Venezuela sino en el mundo de los negocios, existe la certeza sobre una Venezuela ahorcada por no pagar sus deudas a ningún acreedor.

Y ocurre lo que está haciendo Colombia: no despachar más mercancías o bienes y servicios a Venezuela mientras no pague lo que debe, pues dice el dicho castellano que quien no paga lo que debe no sabe lo que tuvo.

¿Cuándo estalla el default? ¿Y qué es un default?

Cualquier país del mundo es considerado en cesación de pagos cuando no paga lo que se comprometió total o parcialmente al contraer una o más deudas.

Esos acreedores pueden ser locales, nacionales, de varios países o de cualquier lugar del mundo u organismos de tanta seriedad y sobriedad como el FMI, Fondo Monetario Internacional o el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, presidido desde hace 14 años por el colombiano (bogotano, por más señas) Luis Alberto Moreno.

Venezuela se puso a pactar con créditos de inversionistas privados, no cumplió en las fechas que debía pagar, ahora los intereses de mora que los acreedores le han imputado son onerosísimos y al 31 de diciembre de 2017 sus vencimientos suman 1.470 millones de dólares, más los 8.000 millones de dólares que deberá pagar en el primer semestre de 2018 cuando el total de sus reservas (lo que el gobierno tiene en bancos tanto en Venezuela como bancos en diversos países del mundo) asciende a 9.700 millones de dólares.

Es decir, don Maduro, apague y vámonos. Pero entonces ¿quién tiene la autoridad para declarar y anunciar un default? Cada gobierno está en su facultad de anunciar que no pagará (se dice en la jerga económica-financiera del mundo que cada gobierno puede anunciar que no honrará sus pagos) y, entonces, automáticamente, incurre en cesación de pagos porque no tiene con qué y difícilmente en un futuro cercano podría cancelar sus deudas tanto nacionales como vecinales e internacionales. Es el caso de la Venezuela de hoy.

O el default puede ser comunicado internacionalmente por una o varias agencias calificadoras, como Moody´s, Fitch o S&P.

Una tercera posibilidad es que un acreedor privado anuncie públicamente, digamos, por los medios de comunicación, que Venezuela no ha pagado y el mundo económico-financiero, las bolsas todas y etc., etc., implantan el default.

Lo inmediato es que sea la firma ISDA, situada en el corazón de Wall Street (la bolsa de Nueva York, la más grande y prestigiosa del mundo) que anuncie el caso y todos creen en ISDA porque es como un vigía de las deudas externas del mundo.

Si lo anterior ocurre, y ya ocurrió con Venezuela, este país se convierte en un paria de los mercados financieros y, entonces, si quien anuncia tiene algunos remanentes en cualquier banco en cualquier ciudad del mundo, ahí le caen los embargos.

Por ejemplo: si en la casa (bello caserón) que desde décadas atrás alberga la embajada de Venezuela en Washington es propiedad del gobierno, como lo es (o lo era) pues de inmediato le caen encima los embargos y el que embargó primero tiene el primer turno para quedarse con el bien inmueble y van desfilando los embargos hasta llegar a límites insospechados.

Un país en estas circunstancias no consigue capitales frescos y si acaso algún prestamista le funciona, las tasas de interés serían enormes, casi impagables. Para Venezuela, por ahora, lo más importante es la firma CITGO en Estados Unidos, encargada de los procesos de refinación y comercialización de los envíos de petróleo venezolano a U.S.A.

Hace 10 años, en el gobierno de Hugo Chávez Frías, quien gobernó desde 1999 hasta marzo de 2013, cuando antes de morir pidió que lo sucediera el actual desastre. Venezuela era uno de los tantos países integrantes del Fondo Monetario Internacional pero se retiró de ahí y allá desde entonces, ni le responden al teléfono.

El FMI podría eventualmente, previos varios requisitos altamente serios, intentar salvar a Venezuela, pero hasta este noviembre nada se había movido al respecto.

Entonces, ¿qué?

Cuando un país cae en default (o deuda soberana), podría refinanciar o reestructurar sus deudas, lo cual implica llegar a dispendiosos acuerdos entre el gobierno y cada uno de los ansiosos acreedores para modificar plazos y períodos de gracia, modificar al alza tasas de interés y etc., etc., No será fácil, pero podría ser. Porque en una reestructuración, al que le deben impone sus condiciones, tasas, tiempos, y etc., etc., es decir, maneja a su modo y acomodo a las marionetas del tinglado.

En una situación como la Venezuela de hoy, en donde debido a la alta inflación, billetes como los de 100 bolívares ya casi no sirven ni para comprar una aspirina. ¿Entonces? Según esto, aún Venezuela no está quebrada pero sigue avanzando en un grave período de su vida institucional.

Sin contar con el éxodo venezolano hacia Colombia (revista Hechos&Crónicas, edición 83, septiembre de 2017). Mal de muchos, consuelo de pocos. Traemos estas anécdotas históricas: Francia, entre los años 1500 y 1800 estuvo ocho veces (¡ocho!) en… ¡default! e igual, en diferentes períodos, estuvieron países como Uruguay (en 2001), Ucrania (1998), Rusia (en 2002) y ninguna de esas Naciones estaban gobernadas por presidentes dictadores. Y salieron adelante. ¿Lo logrará Venezuela? Creemos que sí.

Foto: Ronaldo Schemidt / AFP

 

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