Más de 450 jóvenes de la sabana de Bogotá se tomaron Tierra Alta, Chinauta en medio de un campamento que buscaba reconstruir sus corazones sobre la roca firme que es Jesús. La asistencia superó las expectativas y la experiencia se convirtió en algo inolvidable.
Hechos&Crónicas habló con el diácono Juan Pablo Santa y su esposa, Pamela Fernández, directores del ministerio de jóvenes tMt de Casa Sobre la Roca Sabana Norte, sobre las lecciones más signifi cativas del campamento y esto fue lo que nos contaron.
1 – Actividades con propósito
Desde el principio planteamos un campamento diferente para dejarnos sorprender por lo que Dios quería hacer. En campamentos anteriores que habíamos estado, era normal que se genera competencia y roce, pero nos impactó mucho el último porque desde la primera actividad se evidenciaron roces fuertes en medio de la competencia. Esto duró todo el campamento y fue muy chocante ver que desde la primera actividad se estaban insultando. ¡En un campamento! Donde el propósito es encontrarse con Dios. De eso no se trata. ¿Cómo vienen a insultarse y a maltratarse y luego en la noche pretender que sus corazones estén suaves para recibir lo que el Señor tiene para darles? Ese roce genera lo opuesto a lo que queremos y es que podamos tener un encuentro personal con Dios y salir reavivados. Además, el campamento sirve también para evangelizar porque va mucha gente que no es de la iglesia.
Así que Dios nos mostró que las actividades no debían ser para competir, sino para ayudar a ganar al otro. Comenzamos a verlo un año antes, pero a nuestro equipo de planeación no le gustó la idea. Decían: somos jóvenes, nos gusta la competencia. Los campistas se van a aburrir. Va a ser una “mamera” de camp. Pero nosotros nos mantuvimos firmes, sentíamos en el corazón que el campamento debería ser diferente.
Después de mucho ayuno y oración comenzaron a salir actividades en las que un equipo necesitaba del otro para ganar. También había competencia, e implicaba correr, embarrarse y había adrenalina, pero si tú no ayudabas a este equipo, no podías pasar a la siguiente etapa. La competencia era por algo: contra el juego, contra el tiempo… y espiritualmente contra Satanás, el mundo y la carne. En muchos casos los llevamos a que se sintieran frustrados. Las pusimos retos que ellos no lograban completar para que se sientan incapaces, para que vieran que solos no lo iban a lograr.
Eso era lo que Dios nos había mostrado, que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, que juntos seremos como héroes y que más valen dos que uno.
¡Y funcionó! La gente llegó diciendo que era el mejor campamento en el que había estado. Ahí le dimos toda la gloria a Dios. A todos se nos quedó en el corazón que se gana ayudando al otro.
2 – Visión: un nuevo corazón
Íbamos a enfocarnos en llevar a los jóvenes a que destruyan malas conductas, malos hábitos, pero al leer Esdras y Nehemías, cuando hicieron la reconstrucción del templo, vimos que la gente se comprometió a adorar a Dios, pero, después de unas semanas, cuando Esdras volvió, la gente estaba en pecado otra vez.
Dios nos mostró que ese es el problema de enfocarse primero en la conducta que en el corazón. Entonces la intención es tener un nuevo corazón. Porque un corazón que ame a Dios, por resultado, trae cambios en la conducta que van a permanecer.
Esta es una visión para el campamento, pero también para todo el trabajo con jóvenes. Hay personas que llevan años en la misma conducta y no logran dejarla, porque la intención de cambiar no logra lo que un corazón enamorado. Si nos enfocamos en decirles qué no hacer, no van a mantenerse. Necesitan un corazón que ame a Dios y por convicción evite hacer lo que a Él le desagrada.
Para esto necesitamos preparar el corazón. Reconstruir y destruir: deconstruir. Quitar escombros, preparar el camino, dejar limpio el terreno, comenzar a construir algo nuevo cimentado sobre la roca firme que es Jesús. Pero también protegerlo y construir murallas para que Satanás no tenga por dónde entrar.
Por eso el campamento se llamó Ebenezer, la piedra fundamental. No es un corazón duro, sino cimentado sobre la roca.
3 – Invitados especiales
Por lo general a los campamentos se invitan personas famosas, gente con mucha influencia que incite a los jóvenes a que se inscriban. Pero desde el principio Dios nos dijo que en este campamento no iba a ser así. Al principio no entendimos la razón, después lloramos viendo el por qué.
Para este campamento invitamos solo pastores y diáconos de nuestra iglesia. Hicimos un panel donde estaban los pastores y diáconos con los hombres, y las esposas de ellos con las mujeres. Este fue uno de los momentos favoritos de los jóvenes.
La cantidad de niñas quebrantadas diciendo: si la esposa del pastor o la que lidera alabanza, oración, etc. Si esa mujer tan usada por Dios, que tengo tan cerquita y veo cómo sirve a Dios, hizo estas cosas tan graves y Dios la perdonó, a mí también me puede perdonar. Eso nos impactó un montón.
Nos dimos cuenta de que con un famoso ellos no pueden abrirse y ser tan cercanos, ni pueden buscar consejería. Ahí entendimos por qué este campamento tenía que ser tan distinto y los invitados debían ser personas que ven todos los días en la iglesia, imperfectas pero usadas por Dios. Porque al ver a estas personas restauradas, se rompe cualquier estigma, cualquier engaño de “lo que estoy haciendo no tiene perdón de Dios, no lo merezco, no voy a ser nadie”.
Además, fue lindo ver cómo los pastores, diáconos y líderes fueron a dar, pero con la humildad también de recibir lo que Dios tuviera para ellos y sus vidas también fueron tocadas.
4 – Primero las personas que el proceso
Por temas de logística planeamos el campamento en dos meses. Esto podía generar mucho estrés, pero, nuevamente, Dios nos mostró que este campamento debía ser diferente. Y al final mucha gente nos dijo, incluso el pastor, que era el campamento más tranquilo en el que habían estado.
Cuando uno planea a veces no disfruta porque se estresa en el afán de que todo salga bien, pero aquí decidimos que no nos íbamos a amargar por algo logístico, eso pasa a un segundo plano y si nos poníamos a buscar que todo saliera perfecto, nos íbamos a estresar porque no es real.
Sí buscamos hacer todo con excelencia, planeamos todo para el Señor, pero si no se da, está primero el corazón de las personas. Tuvimos mucha sintonía con nuestro equipo de columnas y dijimos: “primero las personas que el proceso” y si no se puede hacer como queríamos, no importa. Nos vamos a enfocar simplemente en que ellos estén bien.
A la gente de Staff le hablamos mucho del trato que debían tener hacia los campistas. Les dijimos: estamos representando y mostrando el amor de Jesús hacia la gente.
Mucho cuidado en cómo hablamos. Un maltrato puede dañarle el campamento a uno de los asistentes, amargarlo y alejarlo de Dios y de la iglesia. Ese es el impacto que puede tener si nos equivocamos con el trato.
Así que nadie gritó, nadie se estresó, nadie salió herido. Si algo no salía como lo planeamos, buscábamos un plan B de la mejor manera. Eso permitió que el staff (líderes, coordinadores y columnas) también pudiéramos disfrutar y se impactaron más corazones.
5 – Trabajemos juntos
Tuvimos un momento muy profundo en el que se entregaban a los campistas unas cartas enviadas por sus familias. Fue la oportunidad para muchos papás de decirles cosas que no les habían dicho, para que escribieran eso que no se atrevían a hablar personalmente.
Muchos aprovecharon para pedir perdón y reafirmar a sus hijos. Fue muy bonito. Pero a veces los papás o las familias pueden “tirarse” lo que se logró en el campamento. ¿Cómo? Por ejemplo, si Dios les habla, reafirma su identidad, y les muestra que son amados y valorados, pero llegan a la casa y los regañan fuerte por cualquier cosa. Ellos vuelven a cerrarse.
Por eso antes del campamento, tuvimos la precaución de decirles a los papás que tuvieran cuidado con lo que iban a hacer al regreso, porque Dios iba a tocar el corazón de sus hijos. La idea es motivarlos a que trabajemos juntos para que sus hijos que se sientan amados y encuentren un propósito.
6 – El post camp
Después del campamento comienza el verdadero reto: permanecer, mantenernos conectados. Así que tuvimos que buscar estrategias para defender lo que Dios hizo en nuestras vidas. No darnos por vencidos y que lo que pasó no se quedara en esos tres días.
Queríamos convertir la emocionalidad que salió del campamento en una convicción que perdure. Permanecer a través de disciplinas espirituales, conectarse, congregarse. Limpiarse a diario y buscar ayuda. Ser luz afuera.
Entendimos que a veces hay que ponerlos a saltar y otras veces hay que ponerlos de rodillas. No todo son actividades, también hay que buscar el tiempo de quietud e intimidad con Dios.
7 – El respaldo de Dios
Desde el principio apuntamos a tener 300 campistas, pensando en que regularmente tenemos 200 asistentes a tMt y ellos llevan algunos invitados. Lo veíamos difícil, pero confiamos en Dios y al final tuvimos 452 asistentes y eso porque no pudimos abrir más cupos. Sabemos que el señor nos respaldó de tal manera porque fuimos un equipo hermoso que quiso llegar en obediencia, con manos limpias y corazones puros.
No buscamos tener ganancias económicas, simplemente queríamos que todos pudieran ir para que Dios transformara vidas. Por eso buscamos dar los precios más bajos posibles, para que nadie se quedara por fuera por recursos y Dios respaldó y multiplicó el dinero a un punto que no podíamos creer.
Pero lo más bonito han sido los testimonios que nos han contado al finalizar el campamento. La cantidad de gente que nos ha dicho que después del campamento pudo volver a dormir, fue sana o tuvo libertad, ha sido enorme y eso nos ha demostrado el propósito que Dios tenía. Estábamos asustados porque todo iba a ser diferente, pero Dios nos respaldó en todo. Definitivamente fue un campamento distinto.
Fotos: Jessica Dotor – Campamento Ebenezer.