Toda casa tiene, al menos, una puerta principal y algunas otras accesorias: hacia el exterior se ha vuelto común la puerta del garaje; dentro de la casa misma hay puertas de los dormitorios, de la cocina, del comedor, del jardín, del estudio, etc.
Desde luego, la última tendencia que se percibe es, más bien, a eliminar puertas e integrar espacios en un todo armónico que permite a los miembros de la familia dedicarse cada uno a lo suyo con independencia y, al mismo tiempo, estar en contacto permanente con todos los demás: la madre en la cocina, el padre en el estudio, el niño frente a la televisión, la niña con sus muñecas, y los abuelos chocheando en el jardín, son varias individualidades interpoladas en la unidad hogareña.
Sin embargo, hay puertas esenciales que a nadie se le ocurriría eliminar; por ejemplo y en primer lugar, las de los dormitorios. La alcoba es reducto de la intimidad más entrañable, sea individual o de pareja. No hay un lugar del mundo donde uno sea más uno mismo que ese aposento. Allí nos despojamos de la solemnidad; allí nos desperezamos a regusto y podemos bostezar a plenitud; allí soñamos –dormidos y despiertos- con la complicidad de ese confidente mudo que es la almohada; ¡allí nos desnudamos! No existe un rincón del universo donde un hombre y una mujer que se aman sean tan una sola carne como en su dormitorio.
Cada día me convenzo más de que Jesús todo lo hizo y dijo bajo cálculos exactos; y porque él sabía que donde más somos lo que somos es en nuestra alcoba, la instituyó como recinto de oración. Es como si Dios dijera al hombre: quiero que te desnudes ante Mí a través de la oración, en ese reducto donde no te puedes ocultar de tu pareja, ni aún de ti mismo.
Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Mateo 6:5,6.
Entra en tu cuarto, dice, no en un cuarto cualquiera; y añade: cierra la puerta. Vas a conversar conmigo en intimidad y confianza. La puerta del cuarto se abre para entrar a la oración, pero se cierra cuando ella comienza y hasta su finalización. Hoy se enseña abundantemente sobre oración, cada maestro del tema ha ideado un método especial y muchos convierten tan precioso instrumento de la relación con el Padre Celestial en un simple legalismo más de una lista que ya se hace interminable.
Por: Rev. Darío Silva–Silva. Fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, Iglesia Cristiana Integral
Foto: Ruben Hutabarat – Unsplash (Foto usada bajo Licencia Creative Commons)