Carolyn Pinzón, más allá de los límites

por Revista Hechos&Crónicas

Carolyn Martínezguerra Pinzón, mejor conocida como Carolyn Pinzón, es el testimonio viviente de que podemos vivir alegres y agradecidos con Dios a pesar de las limitaciones. La comunicadora social colombiana, ha producido y presentado programas de radio como “Conectados” en CVC La Voz, donde motiva a las personas a conocer a Dios y compartir Sus milagros. Carolyn es miembro de Casa Sobre la Roca Orlando y comparte detalles de su vida con Hechos&Crónicas. 

Algo está pasando con mis ojos

Mi infancia fue un poco difícil. Cuando era niña tenía gafas y recibía muchas burlas, paralelo a eso, había tantas peleas y gritos en mi casa, que hizo que fuera un poco desobediente. A los nueve años, en unas vacaciones, la vida me cambia un poquito. Generalmente viajaba a los Estados Unidos a visitar a mi tía y en ese verano estaba de moda el Nintendo. Yo estaba jugando con mis primas y a mí se me perdía Mario, no lo veía. Así que le comenté a mi mamá por teléfono lo que me estaba sucediendo y ella me decía que seguramente era porque necesitaba gafas nuevas. Cuando regreso de vacaciones, jugando rummy con la familia, empecé a combinar los colores, pero el negro yo decía que era el azul; el rojo, naranja. Después estábamos en el carro y mamá me decía “Carolyn, ¿qué dice ahí?” y yo me inventaba los letreros porque no los estaba viendo. Ahí mi mamá se dio cuenta que algo estaba pasando con mis ojos.

Me empezaron a llevar a muchos exámenes visuales horribles, yo parecía ratón de laboratorio. Fue una época muy difícil porque yo tenía que seguir yendo al colegio. Siempre había estado participando en presentaciones, actuaciones, bailes, montaba a caballo, practicaba equitación, gimnasia olímpica, y todo empezó a cambiar de un momento a otro. Ya no podía ver el tablero, aunque me sentara en la primera fila, y ahí empezaron los primeros apodos: “ciega, siéntese, usted no ve”.

Mientras estaba viviendo eso en el colegio, pasaba por muchos exámenes visuales, donde me tenían que poner unos lentes de contacto de plástico muy gruesos en los ojos que venían con cables que me conectaban al cerebro. También me hacían meter la cabeza en una cápsula donde iban lanzando luces, pero no podía parpadear. Fue muy difícil porque yo no entendía lo que me estaba pasando. Así es cómo descubro mi enfermedad visual: Stargart, una enfermedad muy rara, producto de una combinación de dos genes que mutan (genes ABCA4), que le da a uno entre un millón de personas.

Recuerdo que al principio habían dicho que yo iba a quedar ciega. Eso me pegó muy duro, sin embargo, siguieron los exámenes y dijeron que no quedaría ciega, pero que mi vida iba a ser diferente. No dejaba de ser difícil porque yo sabía que era ver y ahora no ver, porque mi enfermedad es una mancha en la mitad del ojo. Es una macha que empezó pequeña y ahora ocupa toda la mitad del ojo. Solo puedo ver periféricamente, pero no puedo ver detalles, hay muchos colores que se me confunden, la mayoría de mi visión es un poco borrosa, no distingo rostros, no puedo ver letra pequeña y hay muchas cosas que no puedo hacer.

Carlos Pinzón, leyenda de la radio y televisión colombiana, junto a su nieta Carolyn Pinzón.

En búsqueda de la sanación

Un día mi tía, que vivía en Estados Unidos, le dijo a mi mamá “vente a vivir a Estados Unidos que hay más oportunidades para Carolyn”. Efectivamente, mi mamá dejó todo para irnos a vivir a Estados Unidos y darme un futuro porque en Colombia me condenaban a ser ciega. Antes de irme a los Estados Unidos, mi abuelita estaba metida en el hinduismo y yo siempre la acompañaba e íbamos a adorar, cantar y rezarle a un dios de la India. Fue cuando mi abuelita dijo “hay que llevar a Carolyn a la India para que se sane”.

Yo no conocía de Dios, así que viví tres meses en la India, en Puttaparthi, e iban muchas personas de diferentes países a ver a un “dios” que hacía sanación. Cuando el señor le preguntó a mi abuelita porqué estábamos ahí, ella empezó a llorar porque quería la sanación de mis ojos. Él me empezó a hablar en inglés, pero yo le dije que, si él era un dios, debería hablarme en español. Entonces él le preguntó a mí abuelita cómo me portaba yo y ella respondió “muy mal”, así que nos dijo que cuando yo me portara bien, iba a ser sana. Salí muy decepcionada.

Nuevo país, nuevas dificultades

Llegar a Estados Unidos fue muy difícil, porque era un colegio nuevo, no sabía bien el idioma, la cultura, todo era muy raro. El que no me conoce no se da cuenta que yo tengo un problema visual, entonces tenía que explicar que yo no veía bien. Me sentía como un pirata, tenía que estar mirando constantemente el tablero con un aparato que parece un telescopio, pero yo no tenía más ayudas, porque las profesoras no me creían, los estudiantes se burlaban de mí y todo el mundo me decía ciega.

Tuve una profesora que me hacía la vida imposible cuando estaba en octavo. Ya para esa época mi mamá conocía de Dios y le pedía que le cambiara el corazón. Dios hizo un milagro, porque cuando estaba terminando el año escolar, la profesora se contactó con una persona del gobierno para que me evaluaran y me dieran todas las ayudas que yo necesitara para entrar a High School. Dios transformó un corazón de piedra en un corazón de carne. Como yo no tenía papeles, no me podían dar nada, pero gracias a ella me dieron todo lo que yo necesitaba para estudiar como una persona normal.

Un corazón roto puede acercarnos a Dios

Aunque iba a la iglesia porque mi mamá me llevaba, empecé a rumbear a los quince o dieciséis años y tomaba bastante. En esa época conocí a un muchacho, fuimos novios durante dos años, hasta que un día tomó la decisión de ser promotor de discotecas y me botó. ¡Me dejó por la rumba! Yo casi me muero, era un alma en pena, lloraba y lloraba. Típico del primer amor. Mi mamá no me dejaba sola, porque tenía miedo de que atentara contra mi vida, pero caí en una anorexia-bulimia. Justo para ese tiempo, se abre Casa Sobre la Roca Miami, y mi mamá me dijo, “mira, llegó una iglesia que viene de Bogotá, ¿quieres ir?”. La verdad Dios y yo no estábamos en los mejores términos, pero dije “Bueno sí, vamos”.  Fui el domingo a la iglesia con mi mamá y cuando salimos dijimos “esta es nuestra iglesia”.

Cuando vino el primer ayuno de la iglesia, el pastor Silvano Espíndola hizo que cada uno nos pusiéramos en una esquina, y yo creo que mi llanto se escuchaba en toda la iglesia. Solamente le decía a Dios: “necesito que sanes mi corazón porque está pulverizado”. Esther Lucía oró por mí, y yo me caí y ella me dijo “hoy recibiste al Espíritu Santo”. Salí de ese ayuno nueva, refrescada, era otra Carolyn.  A partir de ese momento se me empezaron a quitar las ganas de rumbear. Así que conocí a Dios gracias a una pena amorosa, donde hice mucho el ridículo, pero Dios usó ese dolor y esa humillación, para cambiarme la vida.  

Una discapacidad no te define

Mi mamá y mi abuelito, Carlos Pinzón, me decían “tú no eres tu discapacidad, tú no eres tu limitación, tú eres Carolyn con un problema visual. Eso no te define”. Acompañando a un amigo a una universidad de artes, me enamoré de la carrera de comunicación. Hice todo el papeleo, pero no me querían dejar entrar por mi problema visual. Yo conozco mis derechos, así que me comuniqué con el gobierno, a la división de ciegos, aun así, el director de la carrera dijo “no”. Entonces le pedí tres meses para demostrarle que era la mejor estudiante. Después de tantas reuniones y tantas peleas me dejaron entrar a la universidad.

Fui presentadora y reportera del noticiero, me escogieron para muchas cosas especiales, tuve también programa de radio. Me gradué y entré a trabajar en la misma estación de radio donde trabajo actualmente que se llama CVC La Voz, que llega a todo Iberoamérica, haciendo un programa dedicado a las personas con discapacidad que se llamaba “Más allá de los límites” y luego realicé “Energía Total”.  A través de mi problema visual, pude ayudar a mucha gente, a muchos jóvenes a decirles que se puede salir adelante a pesar de cualquier cosa, limitación, bullying, sobre todo que puedes ir más allá de los límites.

Carolyn Pinzón y Pablo Pierotti durante la celebración de su matrimonio.

Gracias a la radio fui a Argentina, donde tuve una restauración en mi relación con Dios.  En el avión le decía al Señor: “necesito que en este viaje me muestres que sí vale la pena”. Cuando llegué al aeropuerto había una señora que tenía una rosa rosada y me dijo “Dios me dijo que te dijera que te ama y que eres su princesa”. Así me recibió Argentina y fue muy bonito, porque allí también conocí a Pablo, mi esposo. Al principio me daba un poco de miedo casarme porque una cosa es tener un problema visual yo sola, pero cuando te casas con alguien, ese problema se convierte en algo de los dos. Tuve conversaciones muy profundas con mi esposo antes de casarnos acerca de qué pasa si pierdo la visión, si quedo ciega y Dios me empezó a mostrar su corazón, empezó a mostrarme que me amaba por quién era yo y que mi discapacidad era simplemente algo que él tomaba la decisión de amar también.

Llevar a la gente a un Dios cercano

Desde ese momento he visto muchos milagros en mi vida. Desde comprar la casa sin dinero, el diagnóstico cambiado de Antonella, mi hija, poder entrar a la universidad… Dios hace constantemente milagros en nuestras vidas. He abierto la puerta y he encontrado mercado en momentos económicos difíciles, he visto cómo Dios le mueve el corazón a las personas para que te ayuden, he visto milagros cuando mi mamá era mamá soltera. He visto la mano de Dios en mi vida todo el tiempo.  Él puso a trabajar talentos en mí, porque aparte de ser comunicadora social, también amo a los niños y entré a servir en el ministerio infantil. Me involucré en la iglesia y Dios me transformó, me hizo profesora, líder de jóvenes, después fui directora de Rocakids en Orlando.

Actualmente tengo un programa que se llama “Conectados” con Carolyn Pinzón, a través de CVC la Voz, cuyo propósito es motivar, animar de una manera alegre y divertida a conocer a un Dios cercano. Tengo también un canal de YouTube con el mismo nombre donde cuento experiencias y milagros que Dios ha hecho. Estoy muy activa en las redes sociales tratando de motivar a la gente a que salga adelante, a que sepa y crea que de la mano de Dios se pueden cumplir sus sueños, que no hay límites.  Ese programa me ayudó muchísimo, vi salir adelante a muchas personas con limitaciones y discapacidades.

Si Dios te pone un sueño, debes trabajar por cumplirlo, pedir ayuda, también ser guiado por alguien, no creer que te las sabes todas. Dios está de tu lado y quiere ayudarte a que salgas adelante y seas feliz. Él nos hizo con un propósito y nos ama, independientemente de cómo nacimos, con qué condición. Dios tiene planes de bienestar. Van a haber momentos difíciles y de llanto, sí, pero Él no se olvida de ninguna de nuestras lágrimas, Él está ahí. Dios siempre te puede llevar más allá de los límites.

Fotos: Archivo particular. 

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