La raíz amarga

por Revista Hechos&Crónicas

Lo que solemos llamar un “amargado” es el que tiene sembrada la raíz de amargura. El amargado sufre un problema de auto-rechazo, no se acepta a sí mismo, y, a veces, odia su propia persona.

Esa raíz produce un árbol que se llama resentimiento. Un “resentido” es aquel que tiene un problema con los demás. A fuerza de no aceptarse a sí mismo, termina por rechazar al prójimo. Es frecuente oírlo decir: “culpa del jefe, de mamá, culpable mi cónyuge, culpables mis hijos… En casos más agudos, culpan a Dios por lo que les pasa. El resentido más popular en las iglesias siempre afirma: “todo es culpa del pastor”.

Ahora bien, esa raíz de amargura que ha generado el árbol del resentimiento, culmina su obra con un fruto llamado “falta de perdón”. En la consejería de algunas iglesias es común que se trate de arreglar el problema cortando el fruto con una fórmula mecánica y un poco mágica que consiste en declarar que se perdona a alguien. Pero no basta con quitar el fruto, pues árbol que siga en pie volverá a fructificar tarde o temprano.

Algunos consejeros avanzan un poco y hacen que la persona bajo tratamiento pronuncie alguna suerte de mantra que, supuestamente, echa por tierra el árbol del resentimiento. Pero no basta con cortar el árbol. Si la raíz sigue viva, volverá a dar fruto. Juan el bautista dice que el hacha hay que ponerla a la raíz del árbol. Si la raíz desaparece, no habrá árbol y, por lo tanto, el fruto no será posible otra vez.

No pocos cristianos satanómanos y diablólogos eluden sus responsabilidades culpando a Satanás por todo lo malo que les pasa. Los que piensan de tal manera, no necesitan Redentor, en su óptica, no se ven responsables. El Redentor fue enviado solo para nosotros los pecadores que sí tenemos la culpa de lo que hacemos. El diablo no es el único culpable de todo lo que le pasa al hombre.  Jamás olvidemos que los enemigos del hombre son, aparte del demonio, el mundo y la carne, que es la naturaleza pecaminosa. De ella nace la raíz amarga que estamos analizando.

Ciertamente Satanás arma  la trampa de la tentación, pero no obliga a nadie a caer en ella. Nunca digas, como tu madre Eva: “La serpiente me hizo hacerlo”. No te mientas a ti mismo, sé responsable y di, más bien: “Yo mismo lo hice y pagaré las consecuencias de mi acción”.

Sin embargo, hablando con lógica y franqueza, a veces la raíz amarga se origina en el inconsciente. Traumas en la niñez, problemas aparentemente olvidados, metas frustradas, sueños rotos, etc., pueden ocasionarla. Por eso es tan importante la sanidad interior, que, acompañada de oración y ayuno, bajo guía del Espíritu Santo, permitirá ubicar la raíz amarga para arrancarla del corazón. Tal operación es dolorosa pero absolutamente necesaria. La amargura enraizada en el ser humano termina por contaminar y destruir a otras personas, casi siempre las más queridas.

Por Rev. Darío Silva–Silva. Fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, Iglesia Cristiana Integral.

Foto: Noah Buscher – Unsplash (Usada bajo Licencia Creative Commons)

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