Una celebración muy especial: ¡Navidad!

por Revista Hechos&Crónicas

¿Qué pasó en Navidad?… para muchos es una celebración vacía de sentido. Nos confundimos con ideas que nos alejan del verdadero motivo por el cual celebrar. Adornamos nuestras casas, preparamos ricas comidas, escuchamos villancicos… ¡algunos se animan a cantarlos! Pero, ¿qué sucedió que dio tanta trascendencia a una fecha llamada “Navidad”?

Hace más de dos mil años el cosmos convulsionó. Una serie de eventos increíbles se dieron en el Cielo, y fueron reflejados en la Tierra. Luces espectaculares brillando fuerte en la bóveda oscura. Los pájaros cantaron toda la noche. Las flores no se marchitaron. En un humilde pero esplendoroso pesebre de una pequeña aldea perdida llamada Belén, yacía un niño recién nacido.

Rodeado de sus padres terrenos, animales y un peculiar nacimiento. Ese era Jesús, el hijo de Dios hecho hombre. En otro sitio cercano, unos pastores cuidaban a sus ovejas. Entonces, en la paz de una noche llena de estrellas, se les apareció una figura iluminada que les anunciaba la llegada de un salvador que hallarían envuelto en pañales en un pesebre. Y en el silencio profundo de la noche, como si alguien hubiese encendido un equipo de audio, una multitud de ángeles comenzaron a cantar: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad».

Mientras tanto en Oriente, unos sabios que observaban los cielos descubrieron una anomalía que les marcaba el cumplimiento de la profecía de Miqueas 5:2, que de Belén saldría el príncipe “el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales”.

¡No cabe duda que la Tierra se revolucionó ante la llegada del Hijo del Dios!

Y ahora…

Solemos buscar canciones celebrativas, hornear galletas, preparar comidas típicas de cada lugar, llenar la mesa de comensales, y pasar momentos felices… o al menos eso deseamos. Nos olvidamos de la revolucionaria historia de Belén. Quiero hacer especial hincapié en el hecho que ángeles, pastores y sabios reyes estaban atentos a lo que sucedía. Ninguno tenía WhatsApp. Ninguno navegaba  por Google. Nadie había leído el diario en su SmartPhone. Pero estaban enterados del acontecimiento más grande que sucedió en la historia de la humanidad. No cantaron villancicos, no prepararon fiesta, no pusieron luces de colores en las casas. Ellos se alistaron con lo que tenían para recibir al Rey. Los ángeles lo hicieron con sus voces exquisitas de músicos eximios. Los pastores con sus rebaños, sus vestimentas apropiadas para la labor y la curiosidad más infinita jamás sentida. También los sabios con sus exuberantes regalos: oro, incienso y mirra.

¿Qué tienes tú para presentarle a Jesús el día de su nacimiento? Yo tengo un profundo agradecimiento, por su incalculable sacrificio dejando de ser Dios para hacerse hombre y sufrir por mí, para pagar por mis pecados. Tengo adoración por aquel que no dudó en entregarse por amor a mí, que sin Él no valgo nada. Devoción por sus llagas que transformaron mi vida y la de mi familia, y nos llevó a amarle con todo nuestro ser. Tengo amor, porque Él es Amor… un amor que no puedo explicar pero que me llena. Y tengo una mesa tendida para celebrar su venida, la mesa que Dios dispone para cada uno de nosotros.

En lugar de tirar cohetes, beber sin sentido y perder la noción del por qué celebramos Navidad, busquemos nuestras Biblias y leamos su historia, la Historia más importante de la Humanidad. Lucas 2:9-14.

Por: Esteban Fernández. Pastor y Director para América Latina de Bíblica.

Foto: Freepik

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