La ansiedad es más común de lo que se cree. Todos la sufrimos en algún momento. De hecho, la OMS estima que alrededor del 20% de personas que ingresan de urgencia por dolor torácico, están sufriendo un ataque de pánico y más de 264 millones de personas padecen ansiedad en este momento. ¿Sabe usted cómo manejarla cuando llega a su vida?
Al declararse la cuarentena obligatoria en Colombia y muchos países del mundo, las personas comenzaron a volcarse sobre los supermercados para hacer compras desmedidas debido al pánico que se generó. Personas ansiosas que corrieron a acaparar lo que había en los estantes aunque el gobierno insistía en que no habría desabastecimiento.
Luego, una vez comenzó el encierro, la ansiedad se apoderó de sus vidas. Se escucharon casos de personas que violaban la medida sin justificación, solo porque no soportaban el encierro. En España por ejemplo se llegaron a poner 250.000 multas por esta razón. En Colombia tuvieron que militarizar algunos municipios y ciudades para obligar a la gente a quedarse en casa.
En Cartagena, por ejemplo, ocurrió un caso extremo en el que un hombre que no soportó el encierro y terminó matando a su esposa, suegra y cuñada.¡Y le echó la culpa a la ansiedad que produce el encierro!
Muchos se dedicaron a comer, pues sentían un vacío que pretendían llenar con comida. Otros calmaban su ansiedad llorando, pues la angustia se apoderaba de su alma; algunos más veían las noticias sin parar, para enterarse de lo que estaba pasando y se llenaban de mayor ansiedad.
Otros se refugiaron en otras prácticas como el ejercicio físico, la lectura o las maratones de series y películas, entre otros. Entre ellos, el común denominador fue la ansiedad por no saber qué va a pasar y no poder controlar lo que ocurre afuera.
Es normal sentirse ansioso ante los cambios y ante las cosas que normalmente están bajo nuestro control, pero de un momento a otro se salen de nuestras manos. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 264 millones de personas padecen ansiedad en todo el mundo.
El punto está en diferencia cuándo la ansiedad es la respuesta primaria e instintiva a las diferentes situaciones y cuándo se convierte en algo patológico.
¿Por qué sentimos ansiedad?
“La ansiedad es básicamente un mecanismo defensivo. Es un sistema de alerta ante situaciones consideradas amenazantes. Es un mecanismo universal, se da en todas las personas, es normal, adaptativo, mejora el rendimiento y la capacidad de anticipación y respuesta. La función de la ansiedad es movilizar al organismo, mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a los riesgos y amenazas, de forma que no se produzcan o se minimicen sus consecuencias.
Nos empuja a tomar las medidas convenientes (huir, atacar, neutralizar, afrontar, adaptarse, etc.), según el caso y la naturaleza del riesgo o del peligro. La ansiedad pues, como mecanismo adaptativo, es buena, funcional, normal y no representa ningún problema de salud.
Sin embargo, en algunos casos, este mecanismo funciona de forma alterada, es decir, produce problemas de salud y, en lugar de ayudarnos, nos incapacita”, aseguran los especialistas de la Clínica de Ansiedad con sedes en Madrid y Barcelona, España.
Cuando el mecanismo de la ansiedad se altera, ocurre el aislamiento, el pánico y el descontrol. Un estudio publicado en el Journal of Experimental Psychology y llevado a cabo por la Universidad de Harvard, revela por ejemplo que las personas con ansiedad se concentran en sí mismas, en sus pensamientos, miedos y angustias hasta el punto de no poder empatizar con los demás.
“Resulta casi imposible conectar con quienes nos rodean cuando nuestra mente se siente saturada y el propio cuerpo atenazado por las taquicardias, el agotamiento, náuseas y dificultades para concentrarse”, asegura el estudio.
Libres de ansiedad
Si bien es cierto que la ansiedad, así como todas las emociones primarias fueron puestas por Dios en nosotros como método de protección, es nuestro deber estar alerta para no permitir que esta tome el control de nuestras vidas.
Lo primero es entender precisamente eso: la ansiedad es una función primaria que podemos controlar. Pues si no lo hacemos, damos paso a la preocupación, a la angustia y al temor que nos llevan a ver nuestros problemas más grandes y a Dios más pequeño.
La Biblia dice cómo cortar ese problema de raíz: No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7. Cuando nos humillamos ante Dios y en oración entregamos todo aquello que nos preocupa, comenzamos a ver las cosas en su justa proporción: a Dios más grande y a nuestros problemas más pequeños. Si pasamos suficiente tiempo en oración, no tendremos tiempo para preocuparnos.
La ansiedad va a llegar a nuestras vidas, eso es inevitable porque es una consecuencia de habitar en este mundo caído, pero si estamos fortalecidos en Dios, si somos maduros espiritualmente, sabremos frenar la ansiedad con tres verdades irrefutables: quién es Dios, cómo actúa y quién soy yo (según mi creador).
La batalla en contra de la ansiedad se libra en la mente: el enemigo siembra en nosotros pensamientos que nos hacen dudar y nos llenan de temor, pero cuando somos maduros espiritualmente, Dios revela el fruto del Espíritu Santo. Uno de los “gajos” de ese fruto es la paciencia, contraria a la ansiedad, pues entendemos que es Dios quien tiene el control de todo y que todo ocurre en Su tiempo perfecto. Comprendemos que nuestro desierto y ansiedad son temporales, pero Sus propósitos son eternos.
Cuando tenemos una relación con Dios, que implica ir permanentemente a Su presencia y entregarle todo lo que hay en nuestras vidas, pasaremos tranquilos por el desierto, en obediencia y reverencia a Dios y podremos despojarnos de la ansiedad para soltarnos a Sus manos y a Sus planes. 1 Pedro 5:7 dice: Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes, pues la cruz de Cristo trajo a nuestras vidas libertad de la ansiedad y de todo lo que nos esclavizaba antes. Por el contrario, que la ansiedad de nuestro corazón sea esperar a Dios y no preocuparnos por las cosas de este mundo. La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios. Romanos 8:19.
Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com
Foto: Christopher Ott – Unsplash