El secreto de la flecha

por Revista Hechos&Crónicas

Testimonio de una madre que aprendió a soltar a sus flechas y el engaño del nido vacío.

Elizabeth Ortiz es definitivamente una mujer ejemplar. Retrata claramente el acróstico de la mujer virtuosa detallado en Proverbios 31. Tengo la fortuna de conocerla hace varios años y puedo asegurar que cada vez que tengo una conversación con ella, Dios me habla. Su sabiduría es incalculable y aunque no es perfecta, sé con certeza que Dios se agrada en ella.

Su profesión es administradora hospitalaria, aunque hace años se desempeña como gerente de hogar. Sí, gerente porque gerencia perfectamente todo aquello que tiene que ver con su familia. Está casada con Oscar Rodríguez hace 25 años –Felizmente– agrega ella. Lleva 22 años como cristiana en Casa Sobre la Roca y hace siete sirve en el ministerio Mujer Integral y también lo hace con su esposo en el ministerio de Nicodemo, referente a quienes llegan a la iglesia por primera vez. Es madre de dos hijos: Daniel Felipe, de 22 años y Katherine, de 21.

En este momento, Elizabeth y su familia están atravesando por una nueva situación, lo que popular y tal vez equivocadamente se conoce como el “síndrome del nido vacío”. Un poco temprano, pues de acuerdo con una investigación del mapa de la familia, los colombianos no se independizan antes de los 27, igual que los chilenos, mientras en Estados Unidos esto no ocurre hasta los 24, en Brasil a los 25, en Argentina y México a los 28 y en Perú a los 29.

Tiempo de soltar las flechas

Soltar a los hijos no implica solo que se vayan de la casa, hay que aprender a soltarlos desde mucho antes. “Los hijos no son nuestros, son de Dios. Nuestros hogares son como aljabas, aquellos cilindros que lleva el arquero en su espalda para transportar y proteger sus flechas. Y lo que debemos evaluar es ¿qué tan cimentadas están esas aljabas? No las flechas a las aljabas, sino las aljabas al arquero para ser el entorno de protección que nuestros hijos necesitan.

Dios nos llama a ser obedientes, a rendirnos a Él, pero si los hijos no quieren ser obedientes, no podemos serlo por ellos. Nuestra tarea como mamás es orar y clamarle a Dios, entregarlos y soltar.

Muchas veces, los padres debemos aprender a soltar las flechas antes de que ellos mismos quieran ser soltados. Es el momento en el que ellos comienzan a tomar sus propias decisiones, y nosotros como padres no podemos hacer nada diferente a orar para que sean conforme a la voluntad de Dios.

Decidí ser una mujer llena del amor de Dios, de gozo y feliz de poder ser un canal de bendición en mi familia, con mis hijos y en nuestro matrimonio. Soy una mujer vulnerable, pero me he gozado, me gozo y me gozaré cada etapa de mis hijos. Tener flechas nos convierte en guerreras valientes. Yo misma aprendí a serlo y me imagino soltando esa flecha.

En este momento de mi vida me siento una mujer fortalecida, porque he descansado en Dios y en sus promesas”. Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio. Salmo 144:12.

La flecha que soltamos

A los 16 años nuestro hijo, Daniel Felipe, tomó la decisión de no volver más a la iglesia. No estuvimos de acuerdo, pero respetamos su decisión, no tenía sentido obligarlo si él no lo sentía en su corazón. Como mamá nunca dejé de orar y clamar a Dios por esto.

El año pasado se graduó de Comunicación de medios audiovisuales. Quería irse para la Armada, pero ese año no hubo convocatoria. Sin embargo, los planes de Dios son perfectos. Los nuestros son unos y los de Él son otros. Oramos por su sueño, por el plan de Dios y pensamos en un plan B. Se dio la posibilidad de que Daniel viajara al exterior a perfeccionar su inglés mientras salía la convocatoria de la Armada. Dios nos dio la provisión para el viaje, le dieron la visa, todos los permisos en orden, el viaje pago, la fecha lista, etc.

Pero Daniel se fue de celebración con sus amigos y no cumplió con la hora de llegada que le habíamos dado, pasó por encima de las normas de la casa, así que su papá canceló el viaje y la relación entre ellos se rompió.

Fue un golpe para él, pero sé que fue un paso para reavivar su fe. Durante este tiempo de espera, yo le repetía: “si es la voluntad perfecta de Dios, tú vas a ir a ese viaje, pero ora por eso”.

En una prédica en Casa Sobre la Roca, Dios nos regaló la cita de Malaquías 4:6: Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción total. Daniel y mi esposo, Óscar, pudieron resolver las cosas y se reconciliaron. Yo le pedí a Dios que si era Su voluntad que Daniel se fuera a ese viaje, lo hiciera con un corazón sano y con una buena relación con su papá. Así fue, Dani viajó con un corazón restaurado y reconciliado con su papá terrenal.

Y como Dios es perfecto, al llegar a un país tan lejano como Nueva Zelanda y después de haberse reconciliado con su padre terrenal, Daniel se vuelve a Dios y se acerca de nuevo a Él. Sé que este proceso tuvo que vivirlo para reconciliarse también con Dios, su Padre eterno.

Actualmente mi hijo se congrega en la iglesia de Hillsong  en Nueva Zelanda,  puedo ver el cambio que ha tenido en su relación con Dios y cómo las demás cosas han venido por añadidura: Dios ha aparejado el trabajo, el estudio, el apartamento y el carro. Todo con mucho esfuerzo, pero en obediencia.

Después de pasar años sin que mi hijo “compartiera” mi fe, volvimos a orar juntos. Hicimos nuestro altar familiar a muchos kilómetros de distancia.

La flecha a punto de volar

Kathy es nuestra hija menor, tiene 21 años y aún vive con nosotros. A pesar de su juventud, es una mujer fuerte y valiente: una princesa guerrera. Se graduó en gastronomía y ahora estudia pastelería. Es muy unida a su hermano Daniel y para ella su partida fue como si le quitaran la otra mitad. Ha vivido un duelo, lloró mucho al comienzo, pero cuando todos como familia empezamos a hacer nuestro altar familiar desde la distancia, aprovechando la tecnología, ha sido una bendición. Esos espacios familiares, a pesar de que nuestro hijo esté lejos, no se deben perder.

Sé que ella ama a Dios con todo su corazón, pero a veces me preocupan los distractores que trae el mundo. Siento que mi misión es orar por esos distractores, para que cada proceso de su vida se dé en el tiempo perfecto de Dios.

Disfruto mucho compartir con ella, pero está en la etapa en la que pasa mucho tiempo fuera de casa, estudiando, compartiendo con sus amigos y siento que aunque no se ha ido de casa, es una flecha a punto de volar.

Como Katty se gradúa a mitad de año, con mi esposo oramos para regalarle el viaje para ir a visitar a Daniel y con la voluntad de Dios viajará en Noviembre. No sabemos qué vaya a resultar de ese viaje. Si ella quiera quedarse a estudiar y a vivir allá, si regrese o quiera irse para otro lado, pero sé que la gloria y la honra son para Dios que da la provisión, apareja los tiempos y pone el sentir en unidad y armonía.

El matrimonio en el “nido vacío”

José Ordoñez, pastor especializado en matrimonios, siempre dice que el mejor tiempo de una pareja es cuando los hijos se van, pues con madurez, ambos disfrutan de su matrimonio sin presiones, pero para eso deben haber cultivado la relación con amor durante el proceso.

“Para nosotros ha sido tan bonito…es un nuevo comienzo, como cuando uno se enamora por primera vez del esposo. Nosotros comenzamos solos nuestra relación, poco a poco fuimos formando un hogar, nos casamos, y comenzamos a establecer el hogar sobre la Roca.

Cuando llegan los hijos, uno vuelca todo el amor sobre ellos y a veces nosotras perdemos ese enfoque como mujeres, porque nuestros hijos se convierten en una prioridad, nuestro esposo pasa a segundo plano y nosotras al último y eso no debería ser así. Obviamente, Dios debe ir en primer lugar, pero luego nosotras, porque somos las hijas del Rey, después va el esposo y después los hijos.

En el momento en el que soltamos esas flechas, vuelve Dios a acomodar y a reafirmar ese amor. Y ya somos maduros, es un amor diferente, pero es muy bonito porque Él es el centro.  Sabemos que los hijos están ahí, pero ya no estamos sumergidos en la rutina con ellos, así que se vuelve a ese primer amor, como dice la Palabra con Dios, así también Él quiere que volvamos a ese primer amor con nuestro esposo.

En este momento estoy viviendo eso con Óscar. Ha sido muy bonito… Salimos a comer, vamos juntos a la iglesia, a desayunar, a cine, en casa hacemos plan película, etc. Con Katty también armamos nuestro plan, no dejamos de lado los planes en familia, pero como ya los hijos están grandes, nosotros hacemos nuestros planes como pareja. Volvimos a ese enamoramiento, aunque ya estemos  maduros.

No me gusta el término “nido vacío”, creo que es un engaño, porque el hecho de soltar las flechas no significa que el nido está vacío. El calor de hogar, el núcleo familiar sigue existiendo. El nido no está vacío… está Dios y estamos nosotros dos, con ese hogar que permanece lleno de amor.

El hecho de que nuestros hijos estén en otro país o tomen la decisión de dejar casa, no quiere decir que nuestro amor cambie, porque el amor por ellos será eterno, pero para mí mi Papá celestial está por encima de todo. Tengo claro que mis hijos no son míos, pero mi esposo sí porque fue el regalo que Dios me dio y con quien me unió en un solo cuerpo”.

Por: María Isabel Jaramillo – Twitter: @MaiaJaramillo

Foto: Archivo particular

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