Violencia invisible, la otra cara del maltrato

por Revista Hechos&Crónicas

Existe un tipo de violencia casi imperceptible, pero que deja huellas profundas en el corazón de quien la sufre. Hechos&Crónicas explica de qué se trata.

Cuando se habla de maltrato intrafamiliar, normalmente aparece la imagen de una mujer vulnerable con un ojo morado. Pero pocas veces somos conscientes de que existen otros tipos de violencia que afectan a nuestra sociedad. El tipo de violencia de la que se hace referencia hoy es tan silenciosa, que en la mayoría de los casos, las víctimas (y su entorno) tienden a dudar incluso de su existencia.

Quienes hemos tenido una relación larga sabemos que es normal tener conflictos y probablemente nos ha pasado que una discusión se sale de control o se sube el  volumen de la voz. Pero también sabemos lo peligroso que es pasar esa línea y cómo las palabras hirientes van directo al corazón del otro, pues quedan heridas muy difíciles de sanar. Es algo en lo que debemos trabajar, pero está en nuestra naturaleza.

Gálatas 5 dice que… Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Nosotros, como hijos de Dios no practicamos estas cosas, pero no estamos exentos de caer en pecado ocasionalmente. Por eso es importante diferenciar las discusiones normales que cualquier persona sana puede tener en un momento de ira, y que evita a toda costa a sabiendas de las terribles consecuencias.

La violencia invisible es algo bien diferente. Es aquella en la que nos adentramos por manipulación de parte del otro e inseguridad de nuestra parte. Es un tipo de violencia que se camufla con el argumento de críticas constructivas por amor al otro o de excesiva preocupación.

Al principio no parece violencia, pero lo es. Por eso es tan difícil de identificar. Se da cuando uno de los miembros de la pareja comienza a ejercer superioridad sobre el otro y sutilmente lo obliga a cambiar sus hábitos, gustos y sueños. Su esencia.

No lo hace por medio de gritos ni golpes, ni siquiera de imposiciones bruscas, sino de palabras aparentemente dulces o tranquilas que llevan al otro a dudar incluso de sí mismo, de sus cualidades, capacidades y belleza.

Una de las partes ejerce tal dominio sobre el otro que es quien decide siempre qué se va a comer, a dónde se va a ir o qué película verán. Los argumentos son simples: “no comas eso que te hace mal”, “tienes que probar esto, te va a gustar más”; “ese lugar al que quieres ir no es tan bonito”, etc. De un momento a otro se pierde eso que debe reinar en la pareja de que cada uno elige y cede de vez en cuando y se convierte en una necesidad permanente de darle gusto a quien siempre exige.

Poco a poco el manipulador comienza a menospreciar al otro, p ero de una forma tan sutil que no se nota. No lo nota la víctima, pues sospecha que algo está mal pero no logra identificar qué y no lo nota el entorno, pues pareciera que todo está perfecto en la relación.

Para que esto ocurra, el agresor debe valerse de estrategias que le permitan ejercer esa manipulación sistemática que hace sentir inferior al otro, sin siquiera darse cuenta. Es una relación en la que uno domina al otro y lo hace perder lentamente su identidad.

¿Cómo saber si soy víctima?

La violencia silenciosa es una rama de la violencia psicológica muy difícil de identificar. De acuerdo con la ONU, 43% de las mujeres de los 28 estados miembros de la Unión Europea han sufrido algún tipo de violencia psicológica por parte de un compañero sentimental a lo largo de su vida. En América Latina alcanza el 61%. Las cifras podrían ser más altas, pues se estima que la mayoría prefiere no hablar.

La psicóloga y maestra en neuropsicología Alexandra Hernández, lo define de la siguiente manera: “El maltrato psicológico es toda manifestación de desvalorización (no lo has hecho bien, siempre te equivocas) hostilización, indiferencia, intimidación, imposición de conductas o formas de ser (mejor vístete diferente, no hables de esa manera, no deberías pensar así), culpabilización (de nuevo me hiciste molestar, es tu culpa) y bondad aparente (te digo cuando haces algo mal porque quiero que seas mejor, quiero lo mejor para ti).

Además, cuando hablamos de violencia sexual, muchas veces pensamos que solo sucede cuando una persona se niega a tener sexo y la otra persona la obliga. Pero dentro del maltrato psicológico, el abuso sexual se puede dar cuando nos sentimos mal o nos da miedo decirle que no a nuestra pareja. Nos da miedo negarnos y que luego se moleste o nos trate feo porque ya lo ha hecho antes. Encima de todo esto, hay personas que luego critican el deseo sexual o performance sexual de su pareja.

Las críticas constantes son un tipo de maltrato psicológico. Si tu pareja se pasa toda la vida criticándote, entonces te preguntas “¿realmente me quiere? ¿Realmente soy la persona que quiere a su lado?”. No, obviamente no te quiere. Eso no es amor. Lo que quiere es alguien que cumpla con sus necesidades y sus expectativas, alguien a quien dominar para sentir que posee algo”.

Debemos entender que cuando se ejerce violencia, no hay amor, pues el amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13:4-7. Así que quien nos ama de verdad, simplemente no podrá maltratarnos.

Pero creer que el amor todo lo soporta aplica también al maltrato es un error. Cada caso es diferente, pero si usted sospecha que es víctima de este tipo de violencia, lo mejor es buscar ayuda. Casa Sobre la Roca por ejemplo cuenta con consejeros que le ayudarán a identificar lo que está ocurriendo.

Formas como se puede ejercer violencia psicológica:

  1. Abuso verbal

Rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales e ironías para confundir, poner en tela de juicio la cordura de la pareja.

  1. Abuso económico

Control abusivo del dinero, recompensas o castigos monetarios, impedir trabajar aunque sea necesario, pedirle o hacerle pedir dinero, pedir justificación de los gastos.

  1. Aislamiento

Control abusivo de la vida del otro, mediante vigilancia de sus actos y movimientos, escuchar conversaciones, controlar el celular, impedimento de tener amistades, restringir las relaciones con familiares.

  1. Intimidación

Asustar con miradas, gestos o gritos, arrojar objetos o destrozar la propiedad de la persona, cambios bruscos y desconcertantes de ánimo, irritarse con facilidad por cualquier cosa (“mira cómo me haces molestar, tú me haces ponerme así”).

  1. Amenazas

Con herir, matar, suicidarse o botar de la casa (algunos se cortan para conseguir el efecto dramático).

  1. Desprecio y abuso emocional

Tratar al otro como inferior, denigrar intelectualmente.

Fuente: El maltrato psicológico en la Pareja: Blázquez, Moreno y García-Baamonde (2009).

La historia de Luz: “El problema fue que me fui conmigo”

Me conseguí un novio que encajaba perfecto en mis gustos y actividades, mi familia decía que éramos la pareja perfecta. Hacía ejercicio como yo, no fumaba, se alimentaba muy bien, y era simpático, amable, inteligente y especial. ¿Qué más podía pedir?

Nací en una familia PERFECTA, perfecta para repetir las patologías. Mi papá alcohólico, mi mamá maniacodepresiva (lo que hoy llaman trastorno bipolar), un hermano brillante, tan inteligente que todo lo quería ver por dentro, y mi papá muy amorosamente, con todo el cariño y amor posible, cuando se ofuscaba con él por los daños que hacía debido a que quería investigar, le decía: “Dañino, es que es como una rata, lo que no daña lo desbarata”. Y así una y mil veces, y en que se convirtió mi hermano, en un drogadicto, y obedeció la declaración amorosa de mi papá, dañó y desbarató nuestra paz familiar. Yo me quería ir de ese entorno. Y qué maravilla, ya tenía la excusa perfecta, el esposo perfecto, la empresa perfecta, y en una ciudad con el clima perfecto.

Nos fuimos a la bella ciudad de Cali a montar nuestro gimnasio, éxito total. Pero cuando empezamos a trabajar juntos empezaron las diferencias. “A tu manera o a la mía”, era una expresión muy común en él. Yo era sumisa así que al final, todo se hacía a su manera.

Un día le dije que yo quería tener ingresos propios y manejar mi cuenta bancaria. “No, yo manejo el dinero de la casa, si necesitas algo me lo pides”. Y le dije: “ya te estoy pidiendo un monto de dinero para mí mensual”. Con molestia lo aceptó.

Cuando reuní lo que me pedía el banco, abrí mi cuenta de ahorros. ¿Para qué? aún no sabía, pero eso me dio una independencia interior.

Otro día en el carro me preguntó: “¿Qué piensas?, estás muy callada”, (cosa rara en mí) y me di cuenta que él no podía entrar en mis pensamientos, que yo sólo le permitiría conocer lo que yo quisiera.

Pero es que aún no identificaba que me molestaba de Él. Y ante mi familia, si algo pasaba, como yo siempre había sido la inconforme, la culpa sería mía.

En una reunión de trabajo, yo manifesté una inconformidad y propuse una buena solución como alternativa, pues delante de todo el personal me dijo: “Como no estás de acuerdo conmigo, no quiero que sigas trabajando aquí”. ¡Y me despidió! Yo no daba crédito a lo que pasaba.

Me fui a mi casa. Como ya teníamos dos hermosas hijas, y me dediqué al hogar. Era feliz con mis hijas, tenía ahorros, hacía lo que quería.

Pero el dinero se me empezó acabar, empecé a pedir, con gran dificultad y vergüenza, y esa fue la forma que él encontró para manipularme.

Al verme sin dinero traté de trabajar en otras cosas, pero nada fluyó. Y añoraba la actividad del gimnasio. Contaba con tiempo, mis hijas, ambas estaban escolarizadas, y pedí al cielo ayuda.

Dios respondió inmediatamente. Me llamó el gerente de un club social muy deportivo, y me dijo que quería tener un gimnasio dentro del club. ¡Esa era la respuesta a mi pedido!

El club puso todos los implementos y yo sólo entregaba mi trabajo, mis conocimientos y mi experiencia, la cual debía agradecerle a mi esposo.

Tuve éxito total, al año ya tenía otra sede en un centro comercial, y mientras más éxito tenía, más conflictos de pareja se presentaban.

A medida que nuestras hijas crecían, con sus reacciones normales de adolescentes, él se ponía más distal, agresivo, empezó a tener reacciones muy fuertes, y casi a la fuerza lo llevé al siquiatra porque estaba agrediendo a las niñas.

Allí, en la intimidad de la consulta con el siquiatra me di cuenta que me había casado con mi patología familiar, estaba repitiendo película. En una de sus crisis se fue de nuestro hogar, se alcoholizó, y empezó la destrucción de la vida de pareja. Repetí inconscientemente un patrón aprendido, eso creía. Hoy después de que todo se acabó, las empresas exitosas y la familia, concluyo que yo estaba dormida, y aunque enfrenté la vida con tesón, tuve que reconectarme con Dios y conmigo misma para sanar y perdonar.

No fue fácil, aún debo sanar muchas cosas, y por eso sigo aquí, porque quiero que mis hijas, y mi nieto, despierten, pero no con miedo y sufriendo como lo hice yo, sino de la mano del Padre, con amor. No más dolor.

Foto: 123RF

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