Más tiroteos que días del año

por Jennifer Barreto

La cifra es aterradora. En los primeros cuatro meses de 2023 se han presentado más de 130 tiroteos en Estados Unidos. De acuerdo con la ONG Gun Violence Archive cada dos días ocurren tres ataques masivos con armas de fuego. ¿Qué pasa en las mentes de los asesinos?

Estos son detalles de algunos presuntos homicidas condenados en Estados Unidos:

  • Fue acusado de amenazar de muerte a su compañero de apartamento. Al menos siete muertos y un herido en Half Moon Bay, California, el 23 de enero de 2023.
  • Creía que su familia había intentado envenenarlo. Al menos 11 muertos y nueve heridos en Monterey Park, California, el 21 de enero de 2023.
  • Pensaba que sus compañeros de trabajo conspiraban en su contra. Seis muertos y seis heridos en Chesapeake, Virginia, el 22 de noviembre de 2022.
  • Había estado coleccionando armas y blindaje en el sótano. Cinco muertos y 19 heridos en Colorado Springs el 19 de noviembre de 2022.
  • Estaba obsesionado con los tiroteos en escuelas. 21 muertos y 17 heridos en Uvalde, Texas, el 24 de mayo de 2022.

De acuerdo con la ONG, “estos acontecimientos se han vuelto más frecuentes y letales con el paso del tiempo”, y una de las mayores razones es que Estados Unidos es la única nación del mundo donde hay más armas que personas: Aproximadamente hay 120 armas de fuego por cada 100 estadounidenses, según la organización suiza Small Arms Survey (SAS).

Aunque cada Estado tiene sus propias legislaciones, la garantía más importante está en la Constitución Nacional: Desde diciembre de 1791, la Segunda Enmienda protege el derecho de los ciudadanos a poseer y portar armas. Existe una ley federal que establece que una persona debe tener 18 años o más para comprar una escopeta o un rifle, pero algunos Estados han elevado esa edad mínima a 21 años.

¿”Efecto contagio”?

El acceso a las redes sociales y a los medios de prensa amplifica de una u otra forma los detalles y efectos de los tiroteos masivos. Los tiradores se vuelven tan famosos, que pueden alimentar a otros a hacer lo mismo. Según Mark DeAntonio, profesor de psiquiatría clínica en la universidad de UCLA (California, EE. UU.), “si nadie hablara de ellos sería menos probable para una persona cometer este tipo de tiroteos por atención porque no tendrían ninguna”, explicó a Univisión.

Investigadores de violencia armada dijeron a ABC News que la probabilidad de que tras un tiroteo masivo ocurra otro es alta, dado el efecto contagio. James Alan Fox, profesor de criminología de la Universidad Northeastern (Boston EE. UU.), dijo a la cadena que un estudio de 2015 realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Arizona concluyó que cada tiroteo masivo tiende a aumentar la probabilidad de otro tiroteo masivo durante unos 13 días.

Para conocer un poco más el perfil psicológico de estas personas, Hechos&Crónicas habló con Yajaira Bermúdez, psicóloga de la Universidad Nacional con maestría en neuropsicóloga clínica de la Universidad San Buenaventura.

H&C: ¿Qué puede llevar a un joven a convertirse en atacante?

Y.B.: Este tipo de conductas siempre tienen una causa multifactorial, lo que les da su carácter de complejidad. Por un lado, se deben considerar los mecanismos biológicos, pues todos los humanos tenemos un instinto agresivo en función de la supervivencia. Pero en estos jóvenes es probable que tengan un metabolismo menor o incluso disfunciones estructurales en las zonas cerebrales asociadas al control de los impulsos y la cognición social (corteza pre frontal y sistema límbico).

El rendimiento en algunos dominios cognitivos también se relaciona con estas conductas, alteraciones de la atención, falta de control inhibitorio, dificultades de aprendizaje y disfunción en los niveles de mayor complejidad del lenguaje, como la pragmática. Se han podido identificar algunas expresiones genéticas asociadas a la conducta violenta, pero es claro que el ambiente influye significativamente sobre los genes y por eso los factores   ambientales tienen mayor relevancia para ser tomados en cuenta.

¿Cuáles serían los principales factores de riesgo para desarrollar conductas violentas en la juventud?

El principal riesgo es que estas conductas se manifiesten antes de los 10 años, es decir, en la infancia. Hay una serie de factores de riesgo socioeconómicos que también se asocian como la pobreza, acceso limitado a la educación, inconsistencia de la figura paterna, relaciones familiares disfuncionales, consumo de sustancias y conductas violentas por parte de los familiares, relacionamiento social con personas que ya se encuentran en la delincuencia, consumo de sustancias, haber sufrido violencia y abuso, y la alta exposición a contenido violento en medios de comunicación y entretenimiento.

¿Quiénes podrían ser los “culpables”? ¿La familia?, ¿el Estado?, ¿ambos?

Los factores ambientales son los de mayor peso en este tipo de conductas, así que tanto familia como Estado tienen una responsabilidad compartida. La familia es el entorno formativo de las habilidades sociales y, por lo tanto, las disfunciones que allí se formen, van a determinar la forma en que los niños y jóvenes interactúen en otros contextos, es decir, ellos generalizan las reglas aprendidas en casa en sus otros ambientes sociales.

Por su parte el Estado debe poner sobre la mesa todos los factores que influyen en las conductas violentas, para comprender que ante una juventud (y trágicamente también adultez) impulsiva y desestructurada, debe evitar el acceso a herramientas que faciliten la expresión masiva de la violencia.

¿Cómo identificar a un niño o joven que quiere atacar a otros?

Si antes de los 10 años los niños expresan sistemáticamente conductas violentas, debe encenderse una alarma roja para incluirlo en un tratamiento integral que le ayude a regular estos impulsos y habilitar los dominios cognitivos que soportan la conducta pro social (control inhibitorio, flexibilidad cognitiva, resolución de problemas, planificación, empatía, teoría de la mente, etc.).

En los jóvenes, lamentablemente por el mismo carácter impulsivo de la conducta, en la mayoría de casos es impredecible saber cuándo van a atacar. En cambio, cuando es totalmente premeditado, podría haber tanto cuidado en la planeación del acto, que no se llegarían a notar señales determinantes. Sin embargo, es importante estar atentos a cambios en las rutinas, estado de ánimo, señales de nerviosismo y ansiedad, aumento de conflictos leves y sobre todo, estresores que lleguen a desbordar al adolescente.

Cuál sería su consejo para las familias de hoy…

Una sola palabra que hace la diferencia entre un joven sano y otro violento es, vinculación. Los padres estamos llamados a relacionarnos íntimamente con nuestros hijos. Esto tiene que suceder desde el momento de la gestación, instaurado en la infancia y reforzado en la adolescencia. Las familias no pierden a sus adolescentes de la noche a la mañana al tiempo que les salen granos en la cara.

Un adolescente se desvincula desde la infancia, si cuando eran niños sus padres no se aseguraron de establecer con ellos una relación de apego seguro, en la cual los niños pudieran expresar sus pensamientos, emociones y deseos con la libertad de ser guiados amorosa y firmemente por sus padres.

Es normal que en la adolescencia los hijos quieren separarse de sus padres, al menos en el terreno de las ideas, pero aquellos que están verdaderamente vinculados, lo hacen por un tiempo y de manera no disruptiva, tienen conflictos con sus padres que sirven para estrechar aún más esos lazos y construyen su propio sistema de creencias con muchos elementos de los que vivieron en su familia.

Nuestro mejor ejemplo es Jesús, el verdadero impacto que tuvo sobre sus discípulos fue que se vinculó íntimamente con ellos, conocía sus pensamientos, los llamó amigos y los hizo caminar a su lado día y noche. Dios, que es nuestro buen Padre, nos conoce. Leer: Juan 10:14-27.

Por: Jennifer Barreto – jennifer.barreto@revistahyc.com

Fotos: AK Rockefeller / Flickr y Freepik  – (Fotos usada bajo licencia Creative Commons) 

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