¿Sufrir o morir? El dilema del hombre

por Revista Hechos&Crónicas

¿Dios aprueba la eutanasia porque no quiere vernos sufrir? Martha Sepúlveda, la mujer que recibió un procedimiento de eutanasia el pasado 9 de enero, lo afirmaba así. “Me considero muy creyente. Pero Dios no me quiere ver sufrir a mí”, expresó en una entrevista con Caracol Noticias. Sepúlveda, que padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA) murió a los 51 años en el Instituto Colombiano del Dolor, y su historia dejó varias reflexiones sobre la muerte y la fe.

En Colombia, la eutanasia fue despenalizada con la Sentencia C-239 de 1997, documento en el que se contempla la muerte digna como un complemento del derecho fundamental a la vida digna. Desde entonces, se emitieron varias sentencias autorizando el procedimiento médico hasta convertirse en ley el 20 de abril de 2015, sumándose así más de 157 procedimientos de eutanasia en Colombia hasta la fecha.

La abogada y miembro de Casa Sobre la Roca, Maricela Murcia explicó a Hechos&Crónicas: “Si hacemos un análisis rápido frente al “homicidio por piedad”, “derecho penal del acto-alcance/ principio de culpabilidad”, “derecho a morir en forma digna”, entre otros términos, dilucidamos que los principios rectores que le han dado vida a los DD.HH. y al D.I.H cada vez se malinterpretan alejándose más de la realidad humana y de la manera digna de vivir, con la excusa de traerlos a la realidad que ahora vive el mundo”.

Por eso, aceptar la muerte digna es un dilema no sólo jurídico sino también ético para muchos profesionales de la salud, sobre todo aquellos que practican una creencia religiosa. Esto explica Juan Manuel Núñez, médico y gerente de salud, perteneciente al ministerio Alianza Médica Cristiana (AMEC) de Casa Sobre la Roca, a la Revista H&C: “En Colombia está el derecho a morir dignamente, donde la persona toma la decisión de cuándo terminar con su vida. En caso de que el profesional de salud tenga su fe, se le permite violar la norma cuando esta va en contra de su creencia. Desde el punto de vista del médico creyente, este deberá hacer uso de su convicción y de su creencia, en el caso de que tuviera que hacerlo, habría una contraposición entre los derechos: el del individuo que tiene derecho a la muerte digna versus el derecho del médico de asumir su creencia (objeción de conciencia). Así como se aprueba este derecho de morir dignamente, también se justifica la posición que uno como médico tiene frente a la vida”, puntualiza el doctor Núñez.

¿Tener derecho a una muerte digna significa ser dueño de la vida? Para Yolanda Chaparro, la paciente número 124 en recibir la eutanasia en Colombia pues sufría de ELA, “el dueño de la vida es uno mismo y quien padece los sufrimientos no es nadie más que uno y la familia”.

Para Martha Sepúlveda, “el dueño de la vida es Dios, nada se mueve sin Su voluntad, por eso creo que Él está permitiendo esto, que está premiándome porque no voy a estar postrada en una cama. Yo soy hija de Dios, ¿por qué Él va querer que yo sufra?”. Parece que nuevamente entra en conflicto la voluntad soberana de Dios con el libre albedrío.

“Podemos ver bíblicamente que la vida le pertenece únicamente a Dios y que es el individuo quien toma la decisión. Podría decirse que Dios, a pesar de no estar de acuerdo con la eutanasia, al permitir el libre albedrío de la persona estaría dejando al individuo tomar las decisiones que quiera tomar a pesar de que no las apruebe”, reflexiona el doctor Núñez. “Martha tenía la creencia de que Dios es un ser de amor y misericordioso que quiere lo mejor para sus hijos. Aun así, para ella fue mejor terminar con su vida. Por otro lado, tenemos a Stephen Hawking, una persona bien instruida que también sufrió de ELA, con la diferencia de que decide esperar que la enfermedad termine con él. Eso depende de la conciencia de cada persona”.

Hay que perderle el miedo a la muerte

Hawking no fue el único que quiso seguir viviendo a pesar de su inmovilidad por el ELA. El colombiano, Efrén Salgado Vivas, escribió el libro “Quédate quieto, ¡pero nunca dejes de vivir!”, a través de un dispositivo de comunicación ocular. Allí cuenta que “al inicio de la enfermedad, oraba pidiéndole a Dios una nueva oportunidad para vivir, para compartir, para nuevos propósitos. Este es el ejemplo más claro de tener fe como certeza de recibir de Dios lo que esperamos, a su manera y en su tiempo, no como quisiéramos, sino de acuerdo a Su voluntad. En el fondo la vida no es más que una lucha constante por sobrevivir; pero cuando nos llega una enfermedad crónica e irreversible, lo primero que nos llega a la mente es el temor por morir, como si aquello no fuera ley natural. Hay que perder el miedo a la muerte”, se lee en su recién estrenado libro.

Es común en el hombre pensar en la muerte, no solo teniendo enfermedades terminales. Aceptar esta realidad depende de las creencias y experiencias de vida, pero, independientemente de qué perspectiva se tiene frente a la muerte, esto no puede limitarnos de vivir una vida plena, sobre todo quienes tenemos a Cristo. Claudia Pinzón, productora, locutora, conferencista cristiana y autora del libro “Y yo que te pedí morir”, compartió con la revista Hechos&Crónicas su historia y sus reflexiones frente al tema:

“En una de mis cirugías estuve tan enferma y la recuperación fue tan delicada, que la medicina no me estaba haciendo efecto. Recuerdo que una mañana estaba solita en el cuarto del hospital y había una ventana que daba hacía el campo donde había una siembra de girasoles. Muy triste, muy cansada y con mucho dolor físico y en el alma, le dije al Señor: “Sí no hay medicina para mi cuerpo, si no está entre tus planes sanarme, entonces yo prefiero morir. No es justo porque yo hablo de ti, hablo de tus milagros y me la paso enferma. No quiero que mi esposo siga viéndome así, no quiero que mis hijas sigan sufriendo. Es mejor entonces que me lleves, me quiero morir, no se lo voy a decir a nadie, simplemente hazlo si es tu voluntad”, se lo dije en una charla, no estaba llorando, estaba agotada y cansada del mismo sufrimiento”.

“Obviamente el Señor escuchó, pero no concedió mi petición y yo, al otro día que me desperté, entendí que Dios es el dador de la vida, que es el dueño de la vida, que yo no soy nadie para decirle a Él que me la quite. La Palabra dice que Él no nos manda ninguna prueba que no podamos soportar y que, si yo estaba viviendo esa prueba, era porque yo podía soportar, porque tenía un propósito.”, comparte Claudia.

No adelantes tu grado

Muchísima gente en diferentes edades, por diferentes causas, han pedido la muerte y aprueban procedimientos como la eutanasia. Según datos reportados por el DANE, entre enero y abril de 2021 se presentaron 958 casos de muertes autoinflingidas. Y en el caso de la eutanasia, el 72,5 % de las personas en Colombia están a favor de este procedimiento cuando se experimenta sufrimiento físico y psíquico, de acuerdo con la más reciente encuesta Colombia Opina de Invamer.

Claudia Pinzón reflexiona al respecto: “Sabemos que hay momentos en que estamos muy mal, no solamente en salud, hay momentos de desesperación, económicos, emocional y sentimentalmente hablando. Sin embargo, Dios sabe el día que nacemos y el día que moriremos, no somos quién para alterar eso, aunque nosotros ya no tengamos nada que hacer en esta tierra, el que tiene la última palabra es Él. Dios nos llama a descansar cuando nos hayamos graduado de nuestra carrera aquí en la tierra, mientras no terminemos todo lo que tengamos que hacer, pues no podemos adelantar el grado. ¿Por qué nos vamos a quitar la vida o a pedir que nos la quiten sin haber cumplido el propósito? Aunque nos hayan declarado muertos y no haya nada que hacer, si el plan de Dios es que sigamos con vida, Él es quien nos saca del lecho de muerte, como lo hizo conmigo”.

Por: Elizabeth Pinzón – norma.pinzon@revistahyc.com

Foto: DCStudios – Freepik (Foto usada bajo Licencia Creative Commons)

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