En momentos de angustia… ¿Dónde está Dios?

por Revista Hechos&Crónicas

Una de las más grandes pruebas de fe para un creyente es darse cuenta que ha puesto en Dios toda su confianza, pero Él parece no responder, o peor, no responde como se espera.

Antonia tuvo que superar una gran prueba de fe. Como cristiana, el divorcio era algo que ni siquiera pasaba por su cabeza. Cuando las cosas en su matrimonio comenzaron a fallar, ella solo se aferró a Dios, con la confianza de que Él no permitiría que su hogar fuera destruido.

Después de siete años de feliz matrimonio, las peleas comenzaron a ser una constante. El irrespeto era cada vez mayor y Juan José, su esposo, estaba cada día más distante. Antonia se refugiaba en Dios y en la oración, pero cuándo Juan José le dijo que la dejaba y se fue a vivir inmediatamente con otra mujer, Antonia cayó en una profunda depresión.

¿Dónde estaba Dios? ¿Por qué había permitido que ella y sus hijos quedaran solos? ¿Cómo iba a superar que el amor de su vida la hubiera dejado?

Para colmo, su hermano menor perdió la vida en un trágico accidente automovilístico. Antonia estaba pasando por una tormenta en su vida. Sentía que la soledad la estaba matando, que no iba a poder superar esta prueba y llegó incluso a cuestionar terriblemente a Dios y llegó a dudar de su existencia.

Como Antonia, todos hemos pasado por diversas pruebas que confrontan nuestra fe. En los buenos momentos, somos capaces de todo, tenemos el ánimo y la energía en su máximo nivel, pero en los momentos difíciles nos invade la desesperación.

Las personas que nos rodean pueden intentar apaciguar nuestro dolor con versículos como Romanos 8:28: Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.

Pero esto parece hacernos más daño. Sabemos que todo estará bien, pero esto no evita que sintamos angustia. Es muy difícil tener confianza en que cada problema es una oportunidad para nuestras vidas, más aún cuando Dios parece no responder.

Pero entonces, ¿dónde está Dios?

La respuesta es obvia, ¿no? Dios nunca nos abandona. Él es soberano y en Su infinito amor tiene los mejores planes para cada uno de nosotros, lo que ocurre es que esos planes no siempre coinciden con nuestros deseos. A veces queremos algo y Dios no nos lo da, pero a veces pasamos por duras pruebas como perder a un ser querido o el abandono, como en el caso de Antonia y sentimos que las cosas se salieron de control o de las manos de Dios. Y esto no es verdad.

Las pruebas tienen varios propósitos, pero es solo en intimidad con Dios cuando comprender cuáles son. Pablo, por ejemplo narra cómo en vez de caer en el lamento, decide regocijarse en su debilidad: Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Corintios 12:7-10.

Dios sabe lo que nos duele, conoce nuestros sufrimientos, pero siempre tiene un propósito. En el libro de Lucas vemos cómo Jesús dice algo significativo a Pedro que hoy aplica para cada uno de nosotros: Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos». Lucas 22:32.

Antonia, igual que todos nosotros, tenía dos opciones: quebrarse o fortalecerse. ¿Qué escoge usted?

Quebrarse es quedarse con el dolor que debilita hasta los huesos. Fortalecerse es simplemente llenarse de fe, reafirmarse en Dios.

¿Cómo fortalecer la fe?

Reafirmar la fe no se da por hacer una lista de cosas, sino por tener una relación real con Dios que comienza por Su gracia, por Su deseo de amarnos y perdonarnos. Pero tener una relación profunda con Dios sí requiere que tengamos ciertas disciplinas espirituales, pues estas son las que nos permiten escuchar la voz de Dios, entender Su propósito y levantarnos en los momentos difíciles.

Algunas disciplinas espirituales:

  1. Leer la Biblia. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. Josué 1:8.
  2. Adorar y alabar. Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Efesios 5:19-20.
  3. Orar. Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. 1 Tesalonicenses 5:16-18.
  4. Congregarse. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca. Hebreos 10:25.
  5. Escuchar. Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo. Romanos 10:17.

En momentos de angustia, apliquemos el consejo de Pablo: Tú, por el contrario, sé prudente en todas las circunstancias, soporta los sufrimientos, dedícate a la evangelización; cumple con los deberes de tu ministerio. 2 Timoteo 4:5.

Por: María Isabel Jaramillo – @MaiaJaramillo

Foto: 123RF

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