“Lo harás otra vez”

por Revista Hechos&Crónicas

Con 26 años de edad y uno de casada, Catalina había recibido la peor noticia: “Tenía cáncer, ¡Ya!, me morí”; pero por otro lado pensaba: “Señor qué alegría irme al cielo, pero tú me prometiste que me ibas a dar hijos. No quiero que mi esposo y mis padres pasen por ese dolor”.

Cuando va al cirujano le explican que será un procedimiento complejo y que pueden quedar muchas secuelas en su cuerpo. “Antes de la cirugía, Dios me da una palabra en Salmos 30:2-3 que dice: Señor mi Dios, te pedí ayuda y me sanaste. Tú, Señor, me sacaste del sepulcro; me hiciste revivir de entre los muertos. Cuando leí esto dije: no me morí”.

La cirugía había salido bien, pero a los tres días, Catalina empieza a sentir un fuerte hormigueo en manos y piernas. Los niveles de calcio estaban bajos. “Me dan suplementos, vitamina D y me mandan a mi casa. Cuando me vi en el espejo, mi ojo derecho lo tenía como de gato: la pupila muy pequeña, la ceja levantada y el párpado caído; además, cuando hablaba, al final de las frases se me iba la voz, como que se me iba el aire”.

“Mi querida, todo esto es consecuencia de la cirugía, lo que tienes en el ojo es síndrome de Horner (es un raro trastorno que afecta los nervios que van al ojo y a la cara de forma permanente). Lo que te pasa en la voz, es que tienes la cuerda vocal derecha paralizada y puede ser permanente; y lo del calcio, es que probablemente cuando extirpamos el tejido tumoral, sacamos las glándulas paratiroides que son las encargadas de distribuir el calcio en la sangre, estos síntomas pueden o no ser permanentes”, dijo el médico.

Pero eso no fue todo. “Me tendrían que hacer yodoterapia, que es el equivalente a la quimioterapia para la tiroides. La preparación es bastante harta, son de 20 a 30 días sin comer nada que tenga yodo, ¡pero casi todo tiene sal! Así que no podía comer casi nada, no me podían dar el suplemento de tiroides y era una moridera horrible: cansancio, insomnio”, cuenta.

El proceso con yodo radioactivo, sale bien. La aislaron totalmente por tres días y ocho más, en aislamiento parcial. Sin embargo, algo empieza a marcar, el médico dice que probablemente en un año tendrá que operarla de nuevo o hacerle una yodoterapia. “Pasé ese año, el Horner se disimuló mucho; la cuerda vocal, al parecer bien, y Dios que es tan bueno, justo el día de la segunda yodoterapia (que finalmente me la hicieron después de muchas juntas médicas), Dios me regala esta palabra en el Salmo 30:11:12: Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado…”. Esa palabra para Catalina tenía doble significado: “en ese momento estaba haciendo un cambio de ministerio. Había servido por seis años en RocaKids-Bogotá e iba a pasar a la alabanza. Entonces era Dios confirmando mi ministerio y asegurándome que iba a estar sana”.

Pero algo seguía marcando… “Catalina, vamos a esperar, hazte controles cada tres meses, no te preocupes”, decía su médico, quien además le hacía comentarios duros: “yo nunca había visto una persona tan llena de cáncer como tú”. “Abríamos y sacábamos tejido tumoral como si fueran racimos de uvas, era impresionante”. “Fue una cirugía súper complicada”… y así.

Con ganas de tener hijos

En 2010, Catalina y Freddy se enteran que están embarazados. “En la primera ecografía nos dicen que no sienten el corazón del bebé porque puede estar muy chiquito”. A la semana siguiente se repiten el examen y confirman la noticia que no había latidos. “Me hicieron un legrado… y cuando preguntamos al doctor si eso había sido por culpa de la tiroides, nos responde que no nos podría asegurar nada y que una de cada cuatro mujeres pierde un bebé. Lo más triste, es que nos dijo que iba a ser  muy difícil tener hijos y que solo podría ser posible por medio de un milagro”.

A los cuatro meses Catalina queda embarazada, van a su primera ecografía y todo sale bien. “En la segunda, nos dicen que el bebé tiene un quiste en el cordón umbilical, que podría ser una enfermedad genética, síndrome de Down o algo así. Entonces nos unimos a orar con mi esposo y mi familia y declarábamos todo el tiempo: una es la realidad, otra es la verdad; una es la realidad, tuya es la verdad Señor”.

Al mes hacen otra ecografía y todo transcurre bien. “A una semana de cumplir ocho meses de embarazo, estaba en mi casa, eran como a las 11:00pm y mientras me cepillaba los dientes muy tranquila… ¡Había roto fuente! Vamos a la clínica y nos dicen que el parto es inminente, pero que van a tratar de que el bebé dure un poco más en el vientre para que maduren los pulmones”.

Nace Juan Jacobo Torres García. El doctor procede a realizar unos exámenes y dice: “el bebé está infectado, estuvo mucho tiempo en el vientre sin líquido amniótico, tenemos que dejarlo por ocho días en cuidados intermedios”. A los dos días para darlo de alta, Juan Jacobo no satura bien y le ponen oxígeno.

Me puse brava con Dios

“Le decía a Dios: bueno Señor, ¿pero qué? ¡Hay mujeres que sonríen y quedan embarazadas!, tienen el bebé, se suben en transporte público, lo suben, lo bajan y no pasa nada. ¡Qué pasa Señor! La verdad me puse muy brava con Dios, tuve que hacer un proceso, me costó mucho entender por qué estaba pasando todo esto”.

Juan Jacobo es un niño sano. “es un bebé grandote, fuerte, inteligente. Al año y medio después, decidimos tener otro bebé”. El embarazo de Catalina iba bien, pero a los siete meses, mientras conducía su carro por la calle 127 en Bogotá, una camioneta estrella con fuerza la parte trasera de su automóvil. “No fue grave, solo latas, pero debido a mi angustia me empezaron a dar contracciones. Me formulan un medicamento para detenerlas y me mandan reposo”. Sin embargo, el ginecólogo entra en un dilema: “No sabemos qué hacer con el bebé, si dejarlo afuera o adentro porque está bajito de peso y talla. No sabemos si sea mejor que esté en el vientre o en la incubadora”. Todo esto fue una batalla de oración para la familia Torres García, la iglesia y la familia oraban intensamente por un milagro. “Finalmente Pablo Torres nace a término, bajito de peso y talla, pero hoy es un niño absolutamente normal”, cuenta Catalina.

El cáncer vuelve a merodear

A los tres meses de nacido Pablo, Catalina visita a su doctor y él le dice: “Cata, tienes la tiroglobulina disparada (la tiroglobulina es una proteína producida por la glándula tiroides y que muestra en mi caso, si hay cáncer o no), tenemos que hacer otra cirugía, otra yodoterapia, pero tenemos que hacer algo. Sé que tu bebé está muy chiquito, entonces te voy a dar un año”.

Se cumple el año y programan la cirugía. “¡Justo dos días antes del procedimiento, me da la peor gripa de mi vida!, ¡me puse mal!, no me operaron. Al siguiente mes programamos de nuevo el procedimiento y se enfermó el doctor, ¡tampoco me operaron! Al siguiente mes, el doctor se fue de viaje (risas) ¡Tampoco se pudo! Al otro mes, el doctor estaba jugando con un dron y se cortó el dedo. ¡Me cancelaron cinco veces la cirugía! Fueron casi seis meses más para poder estar con Pablo”.

Llega el día de la cirugía, todo sale bien. Catalina asiste juiciosamente a sus controles, pasa un año y los médicos le dan la noticia que tanto esperaba: “este resultado salió bien, creo que no tenemos que hacer yodoterapia, no tenemos que hacer nada”.

El milagro esperado

“El 7 de marzo de 2018, tuve control con el doctor, ¡me dijo que mi cuerpo está libre de de cáncer! El calcio está totalmente normalizado, el Horner no se nota. ¡Alabo al Señor todos los días con la cuerda vocal que estaba paralizada, y tengo dos hermosos hijos!”.

Ante la noticia, Freddy, su esposo, agrega: “en Isaías 44:3-5 está la Palabra que Dios nos dio con respecto a nuestros hijos: que regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo seco; derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos, y brotarán como hierba en un prado, como sauces junto a arroyos. Uno dirá: ‘Pertenezco al Señor’ (ese fue el hijo que perdimos y no conocimos); otro llevará el nombre de Jacob (nuestro hijo mayor Juan Jacobo), y otro escribirá en su mano: ‘Yo soy del Señor’, y tomará para sí el nombre de Israel (nuestro hijo menor se llama Pablo… Israel no nos sonaba mucho –risas-).

Tengamos en cuenta que tanto ustedes como nosotros pasamos por las mismas situaciones y problemas, pero todos tenemos a un Dios grande y Todopoderoso.

Por: Jennifer Barreto | @BarretoJenn

Fotos: David Bernal / Revista Hechos&Crónicas

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