No todas son “Proverbios 31”

por Revista Hechos&Crónicas

Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas! «Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas». Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza. ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras! Proverbios 31:10,29-31.

Las damas no son hombres, eso es todo. Y, como dicen los franceses: “¡Vive la diference!”. Pero si usted se imagina que el estrés femenino es solo asunto de nuestra actualidad, que hubo alguna edad de oro en la cual las mujeres llevaron vidas Plácidas y sin atafagos, está muy equivocado. Por lo menos mi Biblia, que habla para todas las épocas y sociedades, describe a la mujer virtuosa como fuerte y serena en medio de múltiples ocupaciones.

Esposa, madre, ama de casa, mujer de negocios, ella lo tiene todo bajo control, empezando por su carácter. Astuta para las finanzas, previsiva en su despensa, prudente en su conversación, sombra protectora para sus hijos, patrona justa con su servidumbre, vestida de ropas espléndidas, está casada con un hombre respetado en la comunidad, de quien es amante y solícita compañera, dándole bien y no mal todos los días; recibe elogios de su marido, sus hijos y sus subalternos. Y todo por una sola razón: ella teme a Dios. Esa es su clave maestra. ¡Vitalismo espiritual!

Obsérvese que el Sagrado Libro no condena el trabajo femenino, sino lo exalta, dejando bien claro, eso sí, que debe realizarse sin que interfiera las labores hogareñas, sino en perfecta coordinación con ellas. Pero no todas son mujeres “Proverbios 31”; algunas, más bien, encajan en Ezequiel 16, descarnado texto erótico-profético. Por ejemplo, la prostituta elegante (damisela le decían en otros tiempos) que todo lo consigue por medios persuasivos eróticos; sus aires de importancia personal nacen de que cada día la ven acompañada de un tipo distinto que le financia sus costosos gustos y caprichos. Cambia de hombres como de collares. Ronda también por ahí la escabrosa Lolita, de Vladimir Nabokov, haciéndole chorrear la baba y el dinero a su vejete. Desde luego, hace su trabajo sucio –hoy aplaudido por muchos- una versión snob de la Madame Bobary, de Gustave Flaubert, y otra realista de la Bella de día, de Luis Buñuel.

Muy conocida es, también, la profesional domiciliaria: usurpa los nombres de profesiones legítimas y honestas que otras mujeres buenas ejercen, y se dice masajista, quiropráctica, instructora de gimnasia o terapeuta respiratoria para encubrir su ninfomanía económica. Impresiona, por otra parte, el caso de señoras que, a escondidas y a veces disfrazadas, frecuentan sórdidos establecimientos, donde chillan alrededor de mancebos desnudos como orangutanas en celo. Pareciera cumplirse ya el vaticinio de Isaías: En aquel día, siete mujeres agarrarán a un solo hombre y le dirán: De alimentarnos y de vestirnos nosotras nos ocuparemos; tan solo déjanos llevar tu nombre: ¡Líbranos de la afrenta! Isaías 4:1.

Por: Darío Silva – Silva. Pastor y presidente de la iglesia cristiana Casa Sobre la Roca.

Foto: Unsplash (Foto usada bajo Licencia Creative Commons)

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