La Navidad es un tiempo para compartir, abrir nuestros corazones a Cristo y ser solidarios.
También es una festividad esplendorosa y llamativa que en ocasiones nos lleva a ser orgullosos y avaros con el fin de tener la mejor casa decorada, los mejores regalos, los mejores viajes y olvidamos valores como la solidaridad y la humildad.
El escritor inglés, Charles Dickens, hace 179 años publicó “Cuento de Navidad”, que cuenta la historia de Scrooge, un hombre rico pero amargado que odia la festividad y es apático con las personas. Dickens juega con el pasado, presente y futuro de su personaje para demostrar que no puede existir una verdadera Navidad, llena de solidaridad y esperanza, si no se sana primero el corazón.
En otras palabras, “Cuento de Navidad” nos invita a recordar nuestra infancia, a recuperar el optimismo y restaurar la conexión con las personas, pues solo un corazón sano puede ser solidario y humilde. Historias y cuentos navideños como el anterior, tienen enseñanzas que la Biblia también nos recuerda: No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios. Hebreos 13:16.
Hacer el bien o ser solidarios no solo implica compartir cosas materiales o entregar regalos, es también ofrecer ayuda a los demás, escuchar, colaborar y ser empáticos con el otro. Jesús nos ofrece la solidaridad como expresión de amor universal sin barreras de ningún tipo y nos invita a practicarlo. Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. Juan 13:34.
Esther Lucía Ángel de Silva-Silva en su libro “Los tesoros que Dios me dio”, dice: “Proveer para las necesidades del prójimo es el mejor negocio que uno puede hacer, porque el que da al pobre le presta a Dios, y Jesucristo dice que, cuando le hacemos algo al prójimo realmente se lo estamos haciendo a él, que cuando les demos algo a los pobres se lo estamos dando a él. Servirle al prójimo es servirle personalmente a Jesús”.
“Cuando enseñamos a la gente que, al tratar a los demás se está tratando a Jesús, que al dar a los demás se le está dando a Jesús, todos dan lo mejor de lo mejor en el trato social y en las ofrendas. Hoy en día, en las navidades, nuestra iglesia entrega alrededor de 10 mil regalos de primera calidad para niños pobres de nuestra comunidad, de otras iglesias, en zonas marginales y hasta en la selva del Amazonas. Cada persona da, no lo que le sobra, sino el mejor regalo que puede porque es para Jesús”.
Entonces, hay que ser solidarios, porque, una Navidad sin solidaridad no tiene sentido, así como una Navidad sin Jesús es simplemente una fiesta superficial. Creemos que somos generosos entregando juguetes a los niños o alimentos a las personas vulnerables, pero si falta sensibilidad, amor y humildad, de nada sirve.
Recuerda que la humildad de Jesús empieza desde Su nacimiento. Él nació en un pesebre, sucio y abandonado, y no en una cuna de oro. Por eso, Jesús puede nacer en un corazón sucio y abandonado, Él es capaz de convertir tu corazón de piedra en uno de carne y que sea íntegro como dice Ezequiel 11:19. Qué mejor que un corazón íntegro dispuesto a entregar el amor de Jesús.
En esta época te invitamos a examinar tu corazón y a evaluar tu pasado, para que tu presente y futuro sean impactados por el amor de Jesús y este se perciba en tus actos de servicio.
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Por Elizabeth Pinzón – norma.pinzon@revistahyc.com