La cantidad de venezolanos migrantes hacia Colombia alcanzó niveles alarmantes. Se estima que casi un millón ha traspasado la frontera para buscar mejores oportunidades en nuestro país. Hechos&Crónicas analiza qué tan preparados estamos para recibir esta enorme ola migratoria.
La crisis en Venezuela cada día se agrava más. Al cierre de esta edición, cifras no oficiales aseguraban que 125 manifestantes han muerto en las calles durante las protestas contra el régimen dictatorial de Nicolás Maduro. La Organización de Naciones Unidas, ONU, denunció torturas en Venezuela y el “uso generalizado y sistemático de la fuerza excesiva” durante las protestas y acusó a las fuerzas de seguridad y a las milicias progubernamentales de ser responsables de la muerte de al menos 73 manifestantes confirmados. Inclusive la alférez de navío Evelyn Gabriela Andrade, declaró su rebeldía al gobierno de Nicolás Maduro el pasado 14 de agosto.
Esto podría debilitar la estabilidad del dictador, pues se dice que su único apoyo está en las Fuerzas Militares. La falta de comida, medicamentos, artículos de aseo, insumos y garantías obliga a que cada día miles de venezolanos crucen la frontera en busca de mejores oportunidades en Colombia.
Migración Colombia contabiliza un promedio diario de 36.000 venezolanos que ingresan por los siete cruces fronterizos existentes a lo largo de seis departamentos limítrofes desde La Guajira hasta Guainía, de los cuales Cúcuta es el principal corredor humano. En mayo la cifra aumentó: ingresaron 45.826 venezolanos a territorio colombiano.
La situación es alarmante. Se estima que si se agruparan todos los venezolanos, sumarían la población total de Cartagena (aproximadamente un millón de personas). El problema es que de este millón de personas, muy pocos llegan a Colombia con una opción clara de trabajo y con la situación económica planeada. La gran mayoría llega con dinero que poco les dura y ante la urgencia de conseguir trabajo, deben aceptar cualquier oferta. Algunos han llegado casi al extremo de la mendicidad por falta de oportunidades.
Fuentes no oficiales aseguran que la prostitución en varias regiones de Colombia ha aumentado debido a la necesidad de muchas mujeres y madres cabeza de hogar que no encuentran otro trabajo y deben mandar dinero a sus familias que continúan en Venezuela.
El defensor del Pueblo, Carlos Negret, alertó por la eventual llegada masiva de venezolanos a Colombia, incluso equiparó la situación con la crisis migratoria de Siria. “Nosotros no estamos preparados para una llegada masiva de ciudadanos venezolanos sin la cooperación internacional, va a ser imposible atenderlos porque no tenemos los recursos”, dijo el funcionario.
No hay trabajo para ofrecerles
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) encontró que la mitad de los migrantes entra solo para combatir el hambre y la escasez de medicamentos y productos de aseo. Cuando les preguntaron en qué iban a trabajar, 41% respondió que en el sector de servicios y 24% en comercio. En menor medida los venezolanos llegan a laborar en la industria o el transporte, sectores más formales que el de servicios.
Lo difícil para ellos no es solo abandonar su país llenos del dolor que implica la dura situación, sino llegar a un país tal vez extraño para comenzar de cero, dejando atrás sus hogares, sus pertenencias, sus carreras para trabajar en lo que se ofrezca.
Es la historia de Beatriz Navas quien contó a las cámaras de RCN cómo tuvo que dejar a sus dos hijos en Venezuela porque no tenía comida para darles. “Yo no quería irme sin ellos. Como toda madre, siempre pensé que para donde yo me fuera me iba con ellos, pero pasaron dos días en los que no tuve nada para darles de comer. Mi hijo pequeño lloraba y creo que eso es lo más duro para una madre, que te pidan comida y no tener nada para darles. Como soy madre soltera, tuve que acudir a mi mamá y dejarlos con ella. Dejé mi trabajo como maestra y me vine a trabajar como mesera. Llevo cuatro meses lejos de mis hijos, enviándoles dinero y ahorrando para poder traérmelos lo más pronto posible”.
Muchos venezolanos no corren con la misma suerte y llegan a engrosar las ya numerosas cifras de informalidad. Algunos profesionales o estudiantes universitarios se ven obligados a trabajar en labores informales como vendedores de dulces, en restaurantes o donde puedan, para conseguir el bienestar de ellos y sus familiares.
Así lo afirma Mariela Machado, quien vende arepas en una esquina de Bogotá. “Hacemos arepas, por una razón muy sencilla: ¡es lo que sabemos hacer y aquí sí se consigue harina pan! No nos vamos a dejar morir de hambre y a la gente le gustan. Dejamos mucho atrás, pero no nos podemos quedar llorando. Somos agradecidos porque desde que llegamos encontramos cosas que en Venezuela no hay como comida, papel higiénico y ¡pan! Aunque la situación sea dura, vamos a salir adelante de la mano de Dios”.
Otros, como Oswaldo Moreno denuncian que son discriminados por no ser colombianos: “muchas veces no nos dan el trabajo con el argumento de no quitarles oportunidades a los compatriotas o sin nos dan el trabajo es con sueldos más bajos, rayando en el borde de la explotación”.
Con el fin de erradicar el empleo informal, la Cancillería y Migración Colombia crearon el permiso especial de permanencia (PEP) que entró en vigencia el primero de agosto. Este documento intenta regularizar la situación migratoria de más de 230.000 venezolanos. La idea es que puedan permanecer en Colombia, trabajar formalmente y cotizar en salud y pensión. La medida es un instrumento para combatir la informalidad. Esto no solo significa un avance en los derechos laborales de los venezolanos, sino que también es beneficioso para los trabajadores colombianos, pues no tendrían que competir por el empleo en situación de desventaja.
Migración Colombia ha registrado a más de 588.000 venezolanos en la tarjeta de movilidad fronteriza (TMF) para poder identificar quién entra y quién sale del país. Aunque esta migración es pendular, es decir que las mismas personas entran y salen el mismo día. Eso se une a las 47.300 visas de extranjería expedidas a ciudadanos venezolanos, de las cuales el 20% son de residencia. Con estas medidas, las autoridades buscan que la informalidad descienda, sobre todo si se tiene en cuenta que, en cifras estimadas, entre 100.000 y 140.000 venezolanos han entrado irregularmente a Colombia por las trochas de la frontera.
Cúcuta, la primera estación del éxodo venezolano, tiene el índice de informalidad más alto del país, 69,2%, y, con una tasa del 16,7%, ocupa el segundo puesto en desempleo Crisis de salud
Otro tema álgido es el de salud. Para nadie es un secreto que este sistema en Colombia está en crisis y que los mismos colombianos están muriendo por falta de atención. Según el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, la ley estatutaria impone atender a los colombianos y demás habitantes. Recientemente se emitió un decreto para asegurar la atención de urgencias a los venezolanos. Esto, por supuesto, tiene al borde de la quiebra a los hospitales departamentales de la frontera. Desde 2014 se han atendido 14 mil venezolanos por urgencias pero el gobierno no ha desembolsado el pago a los hospitales. ¿Por qué?
A pesar de esto, cuando no se trata de una urgencia sino de un control, la falta de papeles es un gran obstáculo. Así lo asegura Yany Meléndez, una venezolana que actualmente reside en Barranquilla. “Vinimos a Colombia hace un año buscando trabajo. Todavía no tenemos papeles, pero queremos legalizarnos. Tengo dos niños y no he podido tenerlos en un control con médicos, eso me inquieta. Gracias a Dios no se han enfermado porque si lo hacen tendría que correr el doble”.
El dinero no alcanza
Alicia y Omar tuvieron que abandonar su tierra. La situación y el miedo los obligaron a desplazarse para Colombia. Viajaron, se instalaron y luego Omar volvió para vender su casa. Sin embargo, los sueños de comprar un lugar propio en Colombia se esfumaron. Con lo que le dieron por su enorme casa en Caracas solo le alcanzó para cuatro meses de arriendo en una vivienda mucho más pequeña. Omar consiguió trabajo y ha sido respaldado por Dios, pues a pesar de su difícil situación, no ha dejado de diezmar y sabe que las cosas pronto mejorarán.
“Dios no permitió que pasáramos hambre, nos vinimos de Venezuela antes de que la crisis agudizara y estamos tranquilos, ayudando a todos los compatriotas que podemos a ubicarse”.
Casa Sobre la Roca y el M.A.S., presentes
El pastor Enrique López, de Casa Sobre la Roca Cúcuta contó a Hechos&Crónicas cómo la situación ha tocado las puertas de la iglesia. “Normalmente tenemos un ministerio para los venezolanos que viven en nuestra ciudad, lo hemos tenido que incrementar. La situación para ellos está terrible, pero gracias a Dios los colombianos, en especial los miembros de nuestra iglesia son muy generosos. Con ayuda del Pastor Darío y Esther Lucía de Casa Sobre la Roca Bogotá y la fundación M.A.S. en cabeza del pastor Francisco Vega y su esposa Gloria Lucía, hemos entregado 230 mercados, 230 kits de aseo y 53 kits de bebés. Los entregamos primero a los miembros de nuestra iglesia y luego en la frontera, en el puente internacional Francisco de Paula Santander.
Comenzamos en nuestra iglesia con la iniciativa de la ‘latica extra’ que cada uno compra cuando merca y así personalizamos las ayudas de acuerdo con las necesidades de cada familia. Pero la idea es generar proyectos productivos para que ellos puedan emprender, porque los mercados se acaban, pero estos proyectos son permanentes. Les brindamos esta ayuda y les damos a conocer el evangelio que es el alimento que realmente necesitan”, asegura el pastor.
Nuestra función como colombianos no puede ser otra que ayudar. Si los necesitados ahora son nuestros hermanos venezolanos, nuestras oraciones y acciones deben estar enfocadas en suplir sus necesidades de la forma en que Dios nos indique. Como dice la Biblia: No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Gálatas 6:9.
Foto: AFP