Excusas para no congregarse

por María Isabel Jaramillo

Que la comodidad no te quite la conexión… hay quienes se llenan de excusas para no asistir a los servicios presenciales. Las más comunes son: Miedo a contagiarse del virus, comodidad, problemas con otros miembros de la iglesia, distancia, falta de conexión y el exceso de trabajo o estudio.

Cuando llegó la pandemia por covid-19, las iglesias cerraron. A la incertidumbre causada por el virus se sumaba la pregunta de ¿qué pasaría con la iglesia? El alivio vino entonces gracias a la tecnología, que nos permitió seguir haciendo iglesia desde cualquier lugar. Sin embargo, al reabrirse los templos, muchas personas permanecieron en sus casas, primero por el temor de los contagios y luego por la comodidad de recibir Palabra desde la virtualidad.

Un estudio realizado por Lifeway Research encontró que el 97 % de las iglesias protestantes de EE. UU. se reunieron en persona durante el inicio de 2022. Uno de cada cinco pastores protestantes de (22 %) aseguró que su iglesia está cerca de la asistencia de enero de 2020, con un 10 % que dice que está entre el 90 % y el 100 % de los niveles previos a la pandemia y el 12% informa que la asistencia ahora es más alta que antes. El mismo porcentaje de pastores (22 %) informó que las multitudes alcanzaron al menos el 90 % de su asistencia previa a la pandemia en agosto de 2021.

Este estudio parece contrastar con el realizado por el Pew Reserch Center sobre la asistencia de los estadounidenses que se reconocen cristianos a las iglesias después de la pandemia. De acuerdo con la investigación, dos tercios de los adultos estadounidenses que asisten a servicios religiosos regularmente refieren que lo han hecho el último mes. Esto confirma que hay un crecimiento en la participación, pero también se muestra un estancamiento que corresponde con la proporción de adultos que ven servicios religiosos por medio de la televisión o las redes sociales: en julio de 2020 (cuatro meses después del inicio de la pandemia), el 13 % de adultos estadounidenses informaron haber asistido en persona a algún servicio religioso. Ese porcentaje aumentó a 17 % en marzo de 2021 y llegó a 26 % en septiembre de 2021. Ahora está en 27 %.

En ese mismo periodo la proporción de estadounidenses que “participó” en servicios religiosos en línea o por televisión disminuyó a un 30 % (era un 36 % en julio de 2020 y luego un 28 % en septiembre de 2021). Para marzo de 2022 un 32 % de los adultos estadounidenses dicen que asisten una o dos veces al mes a servicios religiosos: un 67 % de ese porcentaje anterior lo ha hecho presencialmente y/o virtualmente y un 57 % sólo a través de tv o redes sociales.

Esto se evidencia en las iglesias. Al parecer, y sin más datos que lo observado, los números favorables que permiten ver llenos los templos, hacen referencia a nuevos feligreses que han ido llegando durante y después del tiempo de aislamiento por pandemia. Algunos congregantes regulares se sintieron cómodos permaneciendo en casa o asistiendo con menor regularidad a la iglesia, debido a la posibilidad de conectarse virtualmente con los servicios. Sin embargo, muchas de las personas que conocieron las iglesias durante la pandemia por medios digitales, comenzaron a congregarse inmediatamente se reabrieron las puertas.

Razones para permanecer en la virtualidad

Carla es una joven de 24 años, perteneciente a una iglesia en Bogotá. Ella y su familia, incluido su hermano Felipe, han hecho parte desde hace años de la misma congregación. “Para mí, la pandemia pausó un poco las cosas. En mi familia nos seguimos congregando virtualmente, buscando la presencia de Dios. Logramos sentir esa conexión, pero nos quedaba haciendo falta. La alabanza en especial se vive diferente cuando estamos en el templo. Tan pronto abrieron las puertas de la iglesia, corrimos de regreso. Mi hermano Felipe en cambio, ha seguido en virtualidad. Dice que no quiere perder tiempo en desplazamiento porque tiene mucho que estudiar y prefiere permanecer en casa. No sé qué tanto se conecte, aunque sí lo he visto pertenecer a grupos virtuales de la iglesia a los que antes ni se asomaba. Creo que ambas maneras funcionan, pero depende de lo que tengamos en el corazón”.

Muchos feligreses tienen razones válidas para “congregarse” de manera virtual: temas de salud, inconvenientes de último momento, distancia, asuntos laborales, etc. Estas razones muchas veces dificultan la asistencia presencial a la iglesia y las transmisiones virtuales brindan un alivio para quienes no desean dejar de congregarse.

En algunos casos, y hablando puntualmente de grupos pequeños, la facilidad de conectarse desde casa ha llevado a muchos a participar más activamente que antes de la pandemia. Esto ha sido favorecedor, pues es una solución a los contratiempos y permite mantener el fervor mientras se superan. Sin embargo, la recomendación es que una vez superados, se retorne activamente al templo presencial lo antes posible.

La iglesia virtual no reemplaza la presencial

Si bien es cierto que la virtualidad ha sido una bendición para llevar el evangelio y mantenernos conectados en tiempos de crisis, no se puede convertir en una excusa para no compartir de manera presencial en nuestra iglesia. Hebreos 10:25 dice: No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.

Ante esto, el pastor Darío Silva-Silva fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, iglesia cristiana integral, comparte una contundente frase: “La presencialidad no puede eliminarse en el auténtico cristianismo”.

Ronald L. Giese, JR., en su ensayo ¿La «iglesia en línea» es realmente la iglesia?, asegura que “la iglesia en línea no es iglesia. Esto es una contradicción, no un oxímoron. Ciertamente, se puede participar en línea de algunas de las cosas que hace una iglesia. Quizás algunas partes se puedan hacer mejor en línea, en ciertos contextos, que en persona. Quizás otras funcionen mejor en un modelo híbrido.

Pero una de las razones por las que la iglesia virtual no es realmente iglesia, es porque minimiza la antropología bíblica. No solo se asume, sino que es afirmado con frecuencia, que la iglesia en línea puede hacer discipulado, tener koinonia, los «unos a otros», aun los sacramentos, tan bien como la iglesia presencial. Pero la Biblia en ninguna parte enseña que podemos tener comunión de manera plena con Dios solo en nuestra «alma» y sin nuestro cuerpo. De hecho, la Biblia enseña lo opuesto, que los cuerpos físicos son una parte integral de la santificación y redención de Dios”.

¿Un modelo mixto?

A pesar de la controversia frente al tema, el reciente estudio de Barna llamado Five Changing Contexts for Digital Evangelism, (Cinco Contextos Cambiantes para la Evangelización Digital), afirma que “seis de cada 10 personas en Estados Unidos (62 %) que se congregan regularmente esperan que, aún después de la pandemia, las iglesias continúen usando medios digitales.

Además, asegura que 59 % de las iglesias con plataforma online han experimentado un crecimiento físico desde que lanzaron este ministerio, y que el 75 % de las mismas informaron que las personas asisten primero de manera virtual pero luego se acercan en persona.

En cuanto a los no cristianos, 12 % asegura haber observado una reunión online, a pesar de haberse negado rotundamente a asistir a una reunión presencial.

Pew Research asegura que aproximadamente uno de cada cinco creyentes (21 %) todavía está sustituyendo la asistencia virtual por la asistencia en persona. Por tanto, si se combinan ambas formas de asistencia, casi nueve de cada diez personas que dicen ser asistentes regulares (88 %) informan que han participado de una forma u otra en los servicios religiosos en el último mes. Así que, de alguna manera, el objetivo de evangelización se está cumpliendo.

La solución sin duda puede ser aplicar un modelo mixto, en el que en caso de ser necesario se haga uso de la virtualidad como herramienta, pero no como actividad principal, pues la iglesia sigue siendo principalmente una comunidad presencial; pero esto depende fundamentalmente del compromiso y la madurez del creyente.

Finalmente es nuestra relación con Dios la que determina nuestro proceder. Cuando Jesús estuvo en la tierra, se hizo hombre y murió para darnos salvación, también nos enseñó a vivir en comunidad y a formar la iglesia como Su cuerpo. Él nos enseñó empatía, valor por el otro, misericordia y amor y esto debemos aplicarlo tanto virtual como presencialmente.

Foto: Revista Hechos&Crónicas. 

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1 comentario

Mónica Duque 23 de septiembre de 2022 - 22:33

espectacular este artículo

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