Las cinco heridas de la infancia

por María Isabel Jaramillo

Muchos adultos llevan vidas desastrosas debido a las heridas que marcaron su niñez y que aún no han logrado sanar. Estas heridas tienen nefastas consecuencias en sus vidas adultas, debido a que, en la mayoría de los casos, interfieren sin darnos cuenta en la manera en la que nos relacionamos con los demás.

A través de los años, la psicología ha explicado cuáles son las heridas más comunes que se producen en la infancia. Estas fueron analizadas por la escritora canadiense Lise Bourbeau en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo”. Igualmente, vale la pena analizar si como padres o en nuestro trato con niños, estamos causando las mismas heridas y marcando un futuro del que esos niños tendrán que recuperarse; es decir, repitiendo el mismo ciclo.

Hechos&Crónicas realizó un análisis de las cinco heridas más comunes tratadas por la psicología y cómo Dios, a través de la verdad escrita en Su Palabra, puede dar sanidad a todas y cada una de ellas.

1. Abandono

Abandonar significa dejar sola o sin atención ni cuidado a una persona. Dejar de darle importancia. El abandono es una carencia afectiva, es como mantener desocupado el tanque del afecto, por lo que, según Borbeau, una persona que no ha sanado la herida del abandono, tiende a ser dependiente de otros, a tomar el papel de víctima o a buscar llamar la atención para sentirse valorada y llenar ese vacío tanque. Dependen de las demás personas para no sentir la tristeza causada por el abandono.

A través de la Biblia encontramos numerosos pasajes en los que Dios promete acompañarnos y claramente nos dice que no nos abandonará. No importa quién nos abandonó en esta tierra, Dios está siempre a nuestro lado y Él es capaz de llenar cualquier vacío de nuestros corazones.

…Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré». Hebreos 13:5.

2. Rechazo

Se trata de la resistencia a estar con una persona determinada. Muchas veces, el rechazo surge desde el vientre materno, cuando se trata de un embarazo no deseado o cuando uno de los padres no quiere acercarse al niño. También se puede transmitir a los hijos cuando el padre/ madre no se acepta a sí mismo.

Según la autora Bourbeau, quienes han sufrido rechazo, son personas que buscan pasar desapercibidas, ya sea por sus cuerpos menudos o por su manera de vestir y hablar. Muchas veces se aíslan y retraen, evitan participar o llamar la atención por miedo a ser rechazados.

Por haber nacido en pecado, somos rechazados por Dios hasta en que aceptamos a Jesús como Señor y Salvador. A partir de ese momento, no volvemos a ser rechazados, somos aceptados y hacemos parte de la familia de Dios. Ese es el verdadero valor que Él nos da.

3. Humillación

“La herida de la humillación se despierta en el niño cuando este siente que alguno de sus padres se siente avergonzado de él porque se ha ensuciado, no guarda las formas sociales, etc. El niño se siente degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel físico de “hacer” o “tener”. Para no sentir la herida, el niño desarrolla la máscara masoquista. Con esa protección, el niño aprenderá a castigarse a sí mismo (humillarse) antes de que lo hagan otros. A menudo lo encontramos ocupándose de los problemas de los demás, y olvidándose de sí mismos. Cuantas más responsabilidades de otros asumen, más peso coge su cuerpo”, asegura Borbeau.

Dios promete darnos libertad de la herida de la humillación, enalteciéndonos. Por más que hayamos pecado, Él no se avergüenza de nosotros porque Él mismo mandó a su hijo para perdonar nuestros pecados. Somos libres de la humillación y enaltecidos por el amor de Cristo.

4. Traición

La herida de la traición se genera cuando los niños sienten que sus padres no cumplen su palabra o sus promesas. También ocurre cuando fueron engañados o vivieron un engaño, por ejemplo, una infidelidad por parte de uno de sus padres, aunque puede tratarse de algo “menos grave” como una mentira. Según la canadiense, quien no sana la herida de la traición, tiende a convertirse en una persona controladora que necesita manejar todo, pues así siente que podrá evitar ser sorprendido con una nueva traición.

Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos con quien compartió gran parte de su tiempo, quien lo vio hacer milagros y parecía ser su amigo. Si Él fue traicionado, todos en esta tierra somos susceptibles de serlo, pero debemos refugiarnos en aquel que no cambia, que no se arrepiente y que nos da Su amor inagotable.

Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos con quien compartió gran parte de su tiempo, quien lo vio hacer milagros y parecía ser su amigo. Si Él fue traicionado, todos en esta tierra somos susceptibles de serlo, pero debemos refugiarnos en aquel que no cambia, que no se arrepiente y que nos da Su amor inagotable.

5. Injusticia

La herida de la injusticia se forma cuando sentimos que no somos apreciados por nuestro verdadero valor, cuando no nos sentimos respetados o cuando creemos que no recibimos lo que merecemos. También sufre esta herida quien cree que recibe más de lo que se merece. “Se manifiesta en niños con padres fríos o autoritarios, estrictos y críticos, lo que limita la capacidad del niño de poderse expresar y ser él mismo”.

Aunque de niños hayamos sido tratados de manera injusta, nuestro valor no está puesto en la manera en que fuimos apreciados sino en aquel que Dios nos dio. Cuando Jesús vino al mundo fue tratado injustamente, maltratado, humillado y poco valorado; aun así, su vida fue preciosa porque fue escogido por Dios precisamente para hacernos libres de las heridas y sufrimientos que enfrentamos en este mundo.

El pastor y escritor Neil Anderson lo expresa así: “Quizás se pregunte ¿Dónde estaba Dios cuando ocurría todo esto? El Dios omnipresente estaba allí y envió a su hijo para redimirlo de su pasado”.

Decida hoy ponerse en oración, pídale a Dios que lo ilumine sobre cada aspecto de su pasado que debe sanar, perdonar y dejar atrás. No lo arrastre para siempre, entrégueselo y enfóquese en un nuevo futuro. Si necesita ayuda, no dude en buscar apoyo o consejería.

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com

Foto: Caleb Woods – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons) 

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