Una pausa para el hombre

por Revista Hechos&Crónicas

Por los hechos nada felices que arrasan hoy al planeta, es común escuchar que “el mundo está perdido”. Un vistazo al mapamundi puede dejar esa impresión: no hay país bueno. El mundo está perdido ya que no es como Dios lo creó en perfecta armonía. Sin embargo, siguen naciendo niños en magníficas condiciones. El sol cumple sistemáticamente con su papel para el que fue creado, y lo cumple en silencio, sin alardes, haciendo también posible la vida.

La Tierra ofrece los recursos de su intimidad facilitando que los humanos vivamos y no muramos por hambre y cumple la orden divina sin inmutarse, sin publicitar lo que hace, sin el egoísmo de sus beneficiarios cuando algunos gritan “gracias a mí que hice esto…” cuando ese humano ha hecho nada.

Los mares nos regalan sus peces para alimentarnos y su sal para condimentar esos peces. Las simientes germinan las siembras, las floraciones existen por millones a diario para generar trigo (pan), papa, yuca y plátano, las vacas pastean y nos regalan leche las vacas no cobran, ni mugen alebrestadas y ofrecen alimento en silencio-; las flores adornan y aroman hogares, oficinas y hasta cementerios y los objetivos del Creador se cumplen sin que nadie alegue o proteste o tumbe el vecino para abrogarse lo que hizo.

El agua corre a raudales, rápida y alegremente ruidosa, con sonidos amorosos, por todos los causes del planeta. Sin agua un ser humano se deshidrata y puede morir a las 72 horas de no tomar un sorbo.

La locura de la pandemia detuvo al mundo entero, incluso al transporte de humanos y carga que poco a poco se ha ido reanudando y contrario a lo que pensamos, no cambió sino que ahora con más fuerza va y viene cometiendo el pecado de contaminar el ambiente, y aviones, buses, trenes y camiones van y vienen por vías estrechas u holgadas. Y a pesar del hueco en la capa de ozono, y a pesar de ciudades que lloran por su alto grado de contaminación (México, Santiago, Bogotá también), el medio ambiente natural sigue dando abasto con sus cargas de oxígeno.

A pesar de los pesares y de que el hombre olvida a Dios, también olvida su condición de hijo de Él, y que arruina sus horas y días en busca de ilusiones que lo distancian del hombre mismo y arrebatado por sus locuras, pretende desmejorarlo.

La pandemia detuvo al mundo entero, encerró al ser humano en una pausa que para muchos fue bendición y para otros fue causa de amargura. Aun así, la tierra sigue con sus movimientos de rotación como si no presenciara locuras. Los astros giran en sus órbitas del infinito dentro de la más perfecta sintonía con el pensamiento del Creador.

De manera que el mundo no está pedido. Hay algunos perdidos con la visión nublada, son algunos con miopía moral que les hace perder la fe en Dios. Ellos, casi todos y siempre, al morir, vuelven al redil. Pero desperdiciaron la bella vida que nos ofrece la tierra, creación de Él para gozarla y no para sufrirla.

Un consejo final a quien lea estas líneas: aproveche este extraño momento en que el piso se movió y las costumbres cambiaron. Disfrute y no se queje de esta “nueva normalidad” de la que todos hablan. Sea feliz pues el mundo no está perdido mientras exista Dios. Y Dios existe y existirá por secula seculorum.

Por: Augusto Calderón Díaz. Director general de la Revista Hechos&Crónicas.

Foto: Max Bender / Unsplash

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