Mengüar para que crezcan otros

por Revista Hechos&Crónicas

Hay ocasiones en que el potencial y los dones de alguno de los muchachos que trabajan conmigo es evidente, no sólo para mí, sino también para el resto de la comunidad.

Otras veces, sin embargo, el Señor me da la capacidad y el discernimiento de ver esos dones y potencial mucho antes que ambos sean evidentes, incluso para los mismos interesados.

Creo que forma parte de los dones que el Señor me ha dado a mí mismo, la capacidad de ver en las personas lo que no es evidente. Ese don –discernir, ver, identificar los dones y potencial de otros- lleva consigo un gran reto, una gran responsabilidad y, a la vez, una gran tentación o peligro.

El reto y la responsabilidad es ayudar a las personas para que puedan desarrollar todos sus dones, todo el potencial que el Señor les ha otorgado. Eso implica creer en ellos, transmitirles el sentimiento y la convicción de que pueden hacer una gran contribución para el cumplimiento de la Gran Comisión y la edificación del Reino. Es comunicarles que Dios cree en ellos y, por tanto, yo también lo hago. Me doy cuenta de cuán importante es esto, ya que a menudo, ni otras personas, ni los propios interesados en cuestión creen en ellos mismos.

Pero seamos sinceros, también hay temor, miedo y una gran tentación y peligro en el potencial y los dones de nuestros jóvenes. ¿Qué sucederá si este joven crece y desarrolla todos sus dones y todo su potencial? ¿Puede llegar a hacer sombra a mi propio ministerio? ¿Puede ser que crezca y se desarrolle hasta el punto de que yo llegue a perder mi propia posición de liderazgo e influencia sobre los jóvenes?

Esas alarmas se disparan en mi mente. Del mismo modo que puedo ver el potencial puedo imaginar los peligros y las consecuencias que el crecimiento de estos jóvenes puede comportar a mi propio ministerio. El miedo y la angustia son mayores cuanto más grandes son los dones y el potencial del joven, especialmente si ambas cosas son, o pueden llegar a ser mayores y mejores que los míos.

Es humano pensar en estos términos y desgraciada o afortunadamente todavía somos humanos a pesar de haber conocido a Cristo como Señor y Salvador personal y a pesar de estar a su servicio. El problema no es tener este tipo de pensamientos y sentimientos, el peligro es responder de forma equivocada y errónea a los mismos.

Una tentación puede ser cortar el crecimiento del líder emergente. Podemos aplicar un sutil boicot. No darle oportunidades para que desarrolle sus dones y su potencial. Mantenerlo siempre con responsabilidades secundarias y de poca proyección pública, cuestionar sus opiniones, destruir su reputación, dejar ir comentarios, aparentemente inocuos y carentes de importancia, acerca de su validez para el ministerio o la honestidad de sus motivaciones.

También puedo tener, y debo esforzarme en ello, la reacción correcta. Esta consistiría en gozarme en todo lo que Dios puede llegar a hacer por medio de esta persona. Dar gracias al Señor por dotar a otros con mayores dones y posibilidades de las que me ha dado a mí. Claro, para ello hay que volver a recobrar la perspectiva bíblica y reconocer que somos constructores, no de nuestro propio reino, sino del Reino de Dios.

Por: Félix Ortiz. Autor de numerosos libros como “Raíces”, “Cada joven necesita un mentor” y “Valores: 12 lecciones para ayudar a jóvenes a desarrollar virtudes de carácter.  

Foto: Freepik

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