La primavera espiritual

por Revista Hechos&Crónicas

Buenos Aires, Argentina, l989. Multitudinaria reunión evangelística en un cine del barrio Morón. Entre uno y otro himno de alabanza, el ministro encargado hace un anuncio que me toma por sorpresa: “En algunos minutos se dirigirá a ustedes el pastor colombiano Darío Silva-Silva”. Entre bambalinas, de rodillas, pido la unción del Espíritu Santo. Un “pibe” me entrega una taza de mate caliente, a tiempo que dice:

-Hermano, el Señor lo ha traído en una fecha muy especial para nosotros: hoy es 21 de septiembre, día de la primavera. Respuesta de Dios. Dentro de mí, la voz del Espíritu Santo es bien clara: “En las sillas de este teatro hay personas en verano: sufren calor y sed. Algunas, por el contrario, viven en el invierno: sienten frío y no tienen cobijo. Otras están en otoño: son árboles desnudos, sin hojas ni frutos. Preséntate al escenario y diles que Yo Soy la primavera espiritual”.

Mi improvisado sermón de aquel día es uno de los mejores que he pronunciado en más de 30 años de predicación, pues encendió la luz de la esperanza en una época de oscuras dificultades argentinas y latinoamericanas. El tema fue sencillo: siembra, producción y recolección.

Entre variadas citas literarias, recité el poema “A un  olmo seco” de Antonio Machado cuyo tema tiene mucho qué ver con este libro y que encontrarán en la sección “Cantares” de esta revista.

La Biblia enseña el sencillo y gran secreto de la fruticultura espiritual: Jesucristo es el tronco principal de la vid eterna, los creyentes somos sus ramas y el Padre es el labrador. La voluntad de Dios para sus hijos es la fructificación; él quiere que demos “fruto”, “más fruto”, “mucho fruto”. El proceso hacia la fertilidad depende de permanecer adheridos a la vid y permitirle al Divino Labrador usar sus tijeras en la poda para desechar las hojas secas.

»Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da  fruto la poda para que dé más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.

»Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15:1-5.

¿Qué es, realmente, lo que llamamos madurez? La naturaleza tiene la respuesta: la característica principal de una palmera vieja y sana es que produce el fruto más dulce. Bendiciones a todos y… ¡hasta la próxima vendimia, generación o edición! Si es la voluntad de Dios, claro.

Por: Rev. Darío Silva–Silva. Fundador y presidente de Casa Sobre la Roca, Iglesia Cristiana Integral.

Foto: Suhyeon Choi – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons). 

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