¡No te hagas ningún daño!

por Revista Hechos&Crónicas

Quienes trabajan con la salud, en especial los psicólogos se encuentran, como los pastores que aconsejamos, con personas viviendo situaciones que para ellas son extremas.

Desde lo emocional, relacional, sentimental y, fundamentalmente, desde lo espiritual. Hay creencias que están tan arraigadas que hacen de esa persona un ser totalmente infeliz. Allí es cuando entran las acciones que nos ponen de punta con lo que Dios nos enseña en su Palabra. Dejamos que el desgano, nos gane. Que la impaciencia, nos impaciente. Que la tristeza, nos entristezca. Y así nos volvemos oscuros en nuestra manera de pensar, sentir y vivir.

Los que miran de afuera suelen decir “algo habrá hecho” o “cada cual tiene lo que merece” como si tener un auto cero kilómetros no fuera algo que puede merecer  una persona con escasos recursos económicos pero con un corazón enorme que, si tuviera un vehículo, lo usaría para beneficiar a los demás. Las grandes mentiras que los seres humanos nos contamos, nos hacen esconder dentro de nosotros mismos y olvidarnos de la grandeza de Dios.

Esto me trae a la memoria la vez que Pablo y Silas estuvieron presos juntos. Hechos 16:27-31 dice: El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado.

Pero Pablo le gritó: —¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí! El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas. Luego los sacó y les preguntó:

—Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?

—Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron.

¡Qué diferencia cuando creemos en el Señor Jesucristo! Porque creyendo en Él yo y mi casa, mi familia, seremos salvos. ¡Por supuesto que la salvación es personal! Pero la bendición se extiende a cada uno de los míos… o de los tuyos.

Muchas veces vamos a gritarle a los carceleros: “¡No te hagas ningún daño!”. Porque la humanidad vive encarcelada en sus propias mentiras, en situaciones que alejan al ser humano de Dios. Necesitamos ser más como Jesús, y jugarnos como Pablo y Silas. Si leemos unos versículos antes descubrimos que ellos fueron apresados por liberar a una mujer con un espíritu inmundo.

¿Estás dispuesto a ello? No digo que vayas expulsando demonios por ahí, o quizás sí. Pero me refiero a ir predicando el Evangelio de la Cruz y llevando a libertad a las personas cautivas de dolor, tristeza, y auto mentiras que hacen que nos veamos distorsionadamente.

Podremos gritar: “No te hagas ningún daño” e impedir un desenlace nefasto, pero lo más emocionante será cuando las personas nos pregunten: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” y podamos responder: “Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos”.

Te desafío a creer más en Jesús y a compartir nuestra fe con otros, para ayudarles a desarraigar falsas creencias. Para conocer al Salvador y Señor Jesucristo. Es nuestra gran comisión y es un verdadero estado de paz en la vida.

 

 

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