¿Vivir para trabajar?

por Revista Hechos&Crónicas

«A los seres humanos se les dio dos pies para que no tuvieran que permanecer en un mismo lugar, pero si se quedaran quietos más a menudo para poder aceptar y apreciar, en lugar de ir de aquí para allá intentando apoderarse de todo lo que pueden, entenderían verdaderamente lo que es la ambición del corazón». Esta es una frase de la popular novela del escritor estadounidense Robert Fisher que debería llamarnos a la reflexión.

En el libro, el caballero se ve atrapado por sus deseos materiales, por su ansia de poder, dentro de una armadura que después de no se puede quitar, poniendo en riesgo su posición, a su familia e incluso su propia vida. En medio de la complejidad del proceso que implica liberarse de este yugo, y que viene dado por importantes metáforas de motivación que el autor busca que asimilemos de una manera práctica y divertida, son incontables los sufrimientos del protagonista al recapacitar sobre sus acciones, y precario el lugar que ocupan su esposa y su hijo en su memoria.

No se puede servir a dos señores

Lo mismo sucede en nuestras vidas. Estamos tan ansiosos de tener altos cargos, de comprar  casas más grandes y tan preocupados por ser mejores  que nos hemos vuelto adictos al trabajo; pero, ¿mejores que quién? ¿Por qué competimos entre nosotros y cuáles son las implicaciones de esta ajetreada ola de modernidad que nos empuja a ocupar nuestro tiempo a fin de hacer montañas de frío dinero, en muchos casos, para otros?

A las personas que tienen este problema, cuya incidencia cada vez es mayor, se les conoce popularmente como trabajólicos o adictos al trabajo. Ser responsables y esforzados son virtudes de mérito, pero un nivel de compromiso excesivo con una empresa puede dar lugar a la dependencia y a que otros aspectos de sus vidas se fracturen.

Para los adictos al trabajo, las responsabilidades laborales están por encima del cuidado del hogar, de las relaciones con los amigos, de la familia y, si tomamos en cuenta que esto deriva de una ambición financiera desmedida, podría decirse que también consideran a Dios muy por debajo del cargo que ocupan y de lo que aspiran para el crecimiento profesional. No olvidemos lo que dice Mateo 6:24 Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.

¿Trabajólicos? ¿Por qué?

Para nuestra sociedad, ser personas trabajadoras es un rasgo muy apreciado y habla bien de los valores que nos han sido inculcados; pero, para muchos empleados, sus puestos laborales van más allá de la necesidad inherentemente humana de ganarse la vida o el deseo de realizarse profesionalmente, porque es una adicción que consume otros aspectos esenciales.  Y es que, de acuerdo con el portal psicoactiva.com, los trabajólicos nacen como consecuencia de muchos factores que nosotros mismos generamos.

¿Cómo? Pues, a raíz de las presiones económicas o familiares, el temor a perder el empleo, la enorme competitividad que existe en el mercado laboral, donde es mucho más valorado el que lo deja todo frente a un ordenador, que quien cumple respetuosamente un horario; también se produce por la fuerte necesidad de conseguir éxito, el hecho de no saber cómo establecer prioridades y una ambición excesiva, pero, no una que proviene del corazón, como dice el libro de Robert Fisher, lo que significaría que desearían ser personas más felices con lo esencial y no con una abultada cuenta bancaria; sino un ansia desmedida por alcanzar un estatus social.

Atrapados en una armadura

Igual que ocurrió con el caballero, vamos de un lado a otro, inquietos, sin apreciar lo que tenemos. El resultado de ello es que, con el tiempo, que es inexorable, se nos van los mejores momentos de la vida y olvidamos lo importantes que son las personas que nos rodean. Es triste pensar que estamos tan inmersos en lo banal, que, cuando queramos compartir con nuestros hijos, dedicarles unas horas a nuestros cónyuges o hablar con Dios, ya será demasiado tarde.

Un artículo publicado por el periodista, escritor, productor y empresario Ismael Cala asegura que esta grave situación afecta profundamente a la pareja, la sexualidad, a los niños e incluso deteriora la salud. Es tan delicado este problema, que la sociedad premia a quien parezca estar muy dedicado a su faceta laboral; sin embargo, lo cierto es que la adicción al trabajo no es nada admirable, sino que repercute seriamente en el bienestar físico, provocando problemas como trastornos de ansiedad o depresión, cansancio, dificultad para conciliar el sueño, sin mencionar el daño a nivel músculo-esquelético, derivado del sedentarismo; por supuesto, no nos resta tiempo para hacer ejercicio, porque estamos enfocados en servir al señor equivocado: el dinero.

Colombia trabajólica

Un estudio de la firma trabajando.com reveló que el 64% de los colombianos se consideran adictos al trabajo, mientras el 36%, a pesar de los acelerados ritmos de vida, ve las exigencias sociales como algo normal. Así concluye la publicación, también difundida por el portal web dinero.com, la cual destaca que cumplir objetivos, avanzar y obtener retribuciones económicas son metas esperables y necesarias, pero, en ciertas ocasiones, se convierten en una obsesión o una obligación autoimpuesta.

No cabe duda de que las oficinas, las plantas de las fábricas y los comercios se han convertido en nuestros segundos hogares ¿O los primeros? Lo cierto es que, si lo vemos con perspectiva, pasamos mucho más tiempo en nuestros puestos de trabajo que en casa con nuestras familias. Esto lo corrobora una investigación de 2012, la cual afirma que el 39% de los colombianos dedica entre 45 y 50 horas a la semana a sus empleos, mientras que el 21% dedica 55 horas o más.

La consecuencia de ello es un alejamiento paulatino de nuestros seres queridos y también de Dios; según las encuestas, el 44% de los colombianos asume la repercusión familiar, porque se ven apartados de sus hijos, de sus parejas; el 31% afirma que ha dejado de ver a sus amigos; y el 25% restante asegura tener problemas conyugales.

Y nosotros no somos los únicos afectados. En Japón hay una palabra para ello, una con la que les aseguro que no quisieran sentirse identificados. Se pronuncia “karoshi”, que en su castellanización significa “muerte por exceso de trabajo”. Aunque parezca una leyenda urbana, es un fenómeno social que estamos experimentado a nivel global.

¿Se han planteado qué es lo que Dios espera de ustedes?

No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Mateo 6:25.

El Señor quiere que nos esforcemos y seamos valientes, que le demos una utilidad cristiana a los talentos que él nos dio, pero también, como todo padre, desea que seamos felices, algo que no es posible si nos convertimos en adictos al trabajo.

Debemos entender que el dinero es un “señor” ingrato, que daña, que destruye nuestra salud, si lo enaltecemos. Sin duda, sus vidas son más importantes que los cargos que ocuparán, el modelo de automóvil que tendrán el próximo año o la cantidad de dinero que tienen en sus cuentas bancarias. Recuerden: cada día trae consigo su propio afán, así que amen, disfruten de sus familias, besen a sus hijos y atesoren sus sonrisas ¡Esa es la esencia de la vida!

Foto: Freepik / Jcomp

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