Que las emociones no nos dominen

por Revista Hechos&Crónicas

Las emociones no son malas. ¿O sí? Si analizamos la forma de expresarlas, tal vez pensemos que sí, pero si recordamos que fueron dadas por Dios, tal vez no nos parezcan tan malas. Aquí aclaramos las dudas.

Génesis 1: dice que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y en varios pasajes a través de la Biblia encontramos que Dios también tiene emociones (Deuteronomio 9:22, Jeremías 31:3, Sofonías 3:17, Salmo 37:12-13, Salmo 78:40, Jueces 2:18 y Salmo 5:4-5, entre otros). Entonces, ¿por qué continuamente se nos dice que no debemos dejarnos llevar por ellas y que no podemos ser seres emocionales?

Para Claudia Sánchez, psicóloga clínica especializada en infancia y adolescencia, “lo que ocurre con las emociones es que desde pequeños, no se nos enseña a gestionarlas correctamente y por eso carecemos de recursos para identificar y expresar en forma adecuada nuestros sentimientos, pensamientos y emociones. Por esto, en muchos casos, nos falta empatía, porque no podemos conectar con la emocionalidad propia, mucho menos con la de los demás”.

Así que el primer punto importante que deberíamos aprender desde pequeños (aunque nunca es tarde) es a gestionar nuestras emociones, la forma en cómo nos sentimos respecto a algo. Pero también hay que dejar claro que las emociones no son sentimientos. Los sentimientos son el resultado de las emociones y estas a su vez son el resultado de los pensamientos que se alojan en nuestra mente.

“Los pensamientos son lo primero que llega, cuando los dejamos anidar, concretan una emoción primaria y si esta emoción persiste, se convierte en sentimiento”, recalca Sánchez.

Entonces, si las emociones son algo primario, medio automático e inconsciente, ¿cómo podemos controlarlas? He ahí el dilema. Las emociones no se pueden controlar porque son el resultado de los pensamientos que dejamos alojar en nuestra mente.

Emociones en control

Por lo tanto, lo primero que debemos revisar es si los pensamientos que llegan a nuestra mente son falsos y nos están llevando a tener emociones incorrectas y, por lo tanto, sentimientos equivocados.  Si a nuestra mente llega un pensamiento errado, lo primero que debemos hacer, antes de que se establezca en nuestra mente y genere una emoción también errada, es lo que dice 2 Corintios 10:5: llevar cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.

Cuando hacemos esto y recordamos que tenemos al Espíritu Santo como guía, que nos instruye para parecernos a Jesús, evitamos que las emociones nos arrastren y logramos una verdadera transformación de nuestra mente como lo dice Romanos 12:2.

Si bien no podemos controlar nuestras emociones sino nuestros pensamientos, sí podemos someter ambos ante Dios, pidiéndole que nos enseñe aquello que debemos aprender de ellos, pero sobre todo a manejar esas emociones a su servicio.

En este caso, existen dos claves: una, guiarnos por principios y no por emociones, pues los principios permanecen sin importar cómo nos sentimos y dos, que para tener las emociones correctas, debemos llenar nuestra mente con lo que es valioso, con la Palabra de Dios. Es como un tanque de agua, si ya está lleno con algo significativo, no puede volverse a llenar. Igual funciona nuestra mente, cuando está llena de la Palabra de Dios, no puede ser engañada fácilmente.

Es importante aclarar entonces que las emociones en sí mismas no son malas, Dios nos dotó con ellas como alertas en nuestras vidas, pero es clave comprender que ni éstas nos definen, ni deben controlarnos. Así como no podemos negarlas no suprimirlas, tampoco debemos dejar que nos dominen. Dios es quien debe gobernar nuestras emociones, pues finalmente fue Él quien las diseñó, por eso debemos disfrutarlas, llevarlas a Él y confiar en su guía y protección.

“Ser capaces de reconocer nuestros puntos fuertes y débiles es otro recurso que nos proporciona confianza para encausar las emociones o anticiparnos a situaciones que sabemos que nos generan ansiedad o estrés. De esta manera podemos prever cómo accionar cuando sucedan aquellos momentos de tensión como los que vivimos, por ejemplo, en las diferentes etapas de la educación de nuestros hijos. Cuanto mejor aprendamos a identificar nuestra emocionalidad, y más conscientes seamos que a veces nos resulta difícil regular determinadas emociones, probablemente más abiertos estemos a comprender que los demás también luchan con algunas de ellas y esto nos abra la posibilidad de desarrollar empatía y aceptación”, asegura Djimondian.

Auto-gestione sus emociones

Mayra Djimondian, licenciada en orientación familiar y en Teología en Buenos Aires, Argentina, brinda algunos tips para gestionar adecuadamente nuestras emociones:

Mirar hacia adentro: para tomar conciencia de nuestros propios deseos y motivaciones.

Revisar y reconocer: en nosotros los modos de reaccionar ante las diferentes situaciones que presenta la vida.

Reflexionar en los valores: que tenemos como seres humanos, padres y madres, hermanos, amigos.

Distinguir: en qué emocionalidad estamos generalmente, cuáles son los sentimientos que nos invaden, cómo accionamos o generamos momentos felices y qué hacemos frente al conflicto y a lo que nos causa preocupación.

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7.

Foto: Hello I’m Nik – Unsplash (Foto usada bajo licencia Creative Commons)

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