El Cristo de la Cruz no es un amuleto

por Revista Hechos&Crónicas

Muchas personas recurren a amuletos para la suerte. Algunos se aventuran en diversas creencias, de todo tipo y color. Pero hay otros, incluso entre los cristianos “tibios” que sólo buscan la Cruz de Jesús o al Cristo de la Cruz cuando las cosas les van mal o cuando necesitan un toque de “suerte”, o una “porción extra de bendición”.

Jesús es el rey de mi vida, y deseo de todo corazón que lo sea de la tuya también. No es un amuleto. No es un tótem. No es un premio consuelo. No es una imagen que froto y me da “suerte”. Él es el salvador de la humanidad. Pero no uno que se vende al mejor postor. Es el que murió por mis deudas con Su propio Padre, el Dios Creador. Y lo más majestuoso es que resucitó de la muerte. Entonces, Jesús no solo es mi pastor, mi salvador, mi redentor, sino que también es mi héroe favorito.

A veces lo humanizamos tanto que se llega a una confianza que avergüenza. No es el “flaco”, ese puede ser un amigo de la infancia. En mi país un reconocido músico de rock es “el flaco”. Cuando uno lo menciona así todos saben que se trata de Luis Alberto Spinetta. Tampoco es el “barba”, ni el “judío”, ni ningún mote que denota una confianza extrema y desmedida a la hora de invocar su nombre santo. No digo que no confiemos desmedidamente en Jesucristo, señalo que no seamos tan confianzudos en nuestro trato con Él. Al fin y al cabo, él es el hijo de Dios. Y es Dios mismo.

Me encanta leer en la Biblia Su historia como hombre. Descubrir lo tierno que era y lo firme en sus convicciones: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” Lucas 2:49.

Lo paciente con sus amigos, aun sabiendo que lo traicionarían: Jesús se angustió profundamente y declaró:

—Ciertamente les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar. Juan 13:21.

»Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros». —¿Y a dónde vas, Señor? —preguntó Simón Pedro. —Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde. —Señor —insistió Pedro—, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Por ti daré hasta la vida. —¿Tú darás la vida por mí? ¡De veras te aseguro que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces! Juan 13:34-38.

Cuán compasivo fue que hasta lloró por un amigo que murió, al cual iba a resucitar, pero se conmovió y necesitó llorar al consolar a las hermanas de Lázaro (Juan 11:17-37).

Jesús es demasiado ejemplo para mí como hombre. Pero no uno inalcanzable. Uno que me invita a tenerlo en mi vida como un amigo tan especial que me ayuda a ser mejor persona cada día. No es un amuleto para la buena suerte. Es el que cada día me guía por los caminos que debo recorrer de acuerdo con la voluntad del Padre Celestial. Te invito a repensar tu relación con el Cristo de la Cruz.

Por: Esteban Fernández. Pastor y Presidente para América Latina de Bíblica Internacional Co. con sede en Miami, Florida.

Foto: Archivo

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