Las emociones también cansan

por Revista Hechos&Crónicas

No está bien lo que estás haciendo (…) pues te cansas tú y se cansa la gente que te acompaña. La tarea es demasiado pesada para ti; no la puedes desempeñar tú solo. Éxodo 18:17-18.

El labio superior y el párpado derecho me temblaban constantemente. Era un tic, y no le “paré bolas” hasta que ese mismo labio se comenzó a torcer. Eso, después de durar como cuatro días vomitando y como 15 con un dolor de cabeza que no se me quitaba. No pensé que estos síntomas tuvieran relación, pero cuando corrí a urgencias con la cara medio chueca, el diagnóstico sí los unió: agotamiento emocional.

El agotamiento emocional es diferente a lo que todos conocemos como estrés. De hecho va más allá, es como la acumulación de estrés en el cuerpo y la mente. Se trata de un síndrome clínico descrito en 1974 por el psiquiatra Herbert Freudemberg, quien observó que al año de trabajar, la mayoría de las  personas sufría una progresiva pérdida de energía, hasta llegar al agotamiento y la depresión, así como desmotivación en su trabajo.

Los síntomas pueden ser muy variados y dependen de cada caso, pero generalmente comienzan con síntomas físicos como dolor de cabeza, insomnio, pérdida de energía y cansancio generalizado. Se mezclan con síntomas mentales como irritabilidad, falta de motivación, emociones planas, dificultad para pensar y concentrarse, olvidos frecuentes y pérdida de la capacidad de asombro.

Es un síndrome tan común, que la Organización Mundial de la Salud determinó que el 70% de las madres lo padece. Es un desbalance entre dar y recibir en el que prima el cansancio mental y físico y se inicia un proceso lento, pero progresivo que resulta en un desplome del individuo, si no se toman los correctivos necesarios.

Estoy agotado, ¿qué hago?  Cansado estoy de pedir ayuda; tengo reseca la garganta. Mis ojos languidecen, esperando la ayuda de mi Dios. Salmos 69:3. Si usted se siente permanentemente agotado y considera que cumple con la mayoría de los síntomas descritos, lo principal es que visite a un profesional de la salud para que le brinde un diagnóstico acertado; pero también haga una pausa y evalúe. ¿Qué le está causando ese estrés? ¿De dónde viene ese agotamiento emocional? ¿Por qué se siente tan cansado?

Lo primero que debe hacer es, aunque suene obvio, descansar. Cualquier situación puede esperar si lo que está en riesgo es su salud e incluso su vida. Ponga en orden su parte física: duerma bien, (deje de trasnochar si sabe que debe madrugar), desconéctese de los aparatos electrónicos en sus ratos libres, haga ejercicio y aliméntese sanamente. Un estilo de vida saludable, sin excesos, le permite tener una “mente sana en cuerpo sano”.

Pero a la par con este tema debe evaluar en qué está fallando y qué lo está llevando a esta sobre carga. ¿El trabajo o estudio? ¿El hogar o los hijos? Dese un tiempo para establecer prioridades, para diferenciar lo urgente de lo importante, saque tiempo para usted, establezca límites en lo que le corresponde y lo que no y entregue todo esto a Dios.

El agotamiento es un tema espiritual

Por más fuerte que pueda parecerle, llegar a ese estado de agotamiento es una muestra de inmadurez espiritual. Es una sobrecarga de cosas que queremos hacer en nuestras fuerzas y no entregamos a Dios y allí, más que una revisión física y mental, debe detenerse a evaluar cómo está su relación con Dios.

Jesús murió en la cruz para darnos libertad. Aceptarlo como nuestro Salvador, nos lleva a disfrutar de esa libertad. Sin embargo, es muy común encontrar personas que no son libres. Claramente, el sacrificio de Jesús no falló, al contrario, hay áreas de la vida que esas personas no están llevando a la cruz de Cristo y por eso no tienen libertad.

Cuando estamos agotados, probablemente tenemos las expectativas muy altas y queremos ocuparnos de todo, sentimos que todo depende de nosotros y no nos soltamos a Dios. No dependemos de Él. Además, nos gusta aparentar ante los demás que tenemos todo bajo control y es ahí cuando colapsamos. La dependencia de Dios nos lleva a comprender que hay cosas en nuestras vidas que dependen de nosotros, pues Dios las ha instaurado como una responsabilidad que debemos cumplir, pero hay cosas que dependen de Él y no es nuestro deber vivir “ayudándole”.

Dios no nos quiere esclavos de las ocupaciones, Él nos quiere libres. No necesitamos hacerlo todo ni ser perfectos, sino cumplir con el propósito que Él tiene para nosotros.

Cuando un creyente pasa por un momento de agotamiento emocional, muy seguramente viene de un tiempo de sequía espiritual, en el que ha dejado a un lado sus disciplinas espirituales como orar cada mañana, tener un tiempo devocional, congregarse en una iglesia, servir y estudiar constantemente la Palabra de Dios. Muchos cristianos cumplen con estas disciplinas religiosamente, pero han dejado de escuchar a Dios, pues lo hacen como un requisito más que cumplir y han olvidado que la motivación para esto es tener una relación íntima y personal con Dios. Por ejemplo, si servir le produce cansancio, probablemente tiene la motivación o el método equivocado.

Un gran tip para sortear esto es evitar que el tiempo con Dios sea rutinario, pensando que cuando nos relacionamos con otras personas, no lo hacemos todos los días de la misma manera. Lo que es rutinario cansa, agota y produce sequía.

El pastor Lucas Leys, fundador del ministerio e625, quien además cuenta con más de 25 años de experiencia en el discipulado de nuevas generaciones, asegura que es constante encontrar líderes cansados, nerviosos, frustrados y agotados. Muchos necesitan una renovación, por eso brinda siete señales para reflexionar:

Poca lectura de la Biblia

Leer la Biblia a diario renueva, desafía, saca filo y corrige.

Falta inversión en el crecimiento

Es necesario renovarse, especializarse, aprender y crecer para desarrollar las capacidades, dones y talentos.

Orar solo para pedir (o quedar bien en público)

La oración es un diálogo y no un monólogo, pero debe ser sincera y de corazón.

Perder la capacidad de asombro

Esa actitud de que ya lo sabemos e hicimos todo y no hay nada por aprender no ayuda para nada.

Es más importante lo que se hace que a quién se sirve

Tenemos que entender para quién hacemos las cosas, sin fijarnos en lo que tengamos que hacer. No necesitamos sobresalir ni que nadie nos vea, Dios nos está viendo.

Escuchar en tercera persona

Todo lo que oímos o aprendemos en la Palabra de Dios aplica para otras personas, pero nada para nosotros. Escuchamos para crecer, no para brillar más cuando nos toque hablar.

Reacciones desproporcionadas

Una clara indicación de cansancio es reaccionar fuertemente ante cosas pequeñas. Buen punto para evaluar.

El agotamiento emocional es el resumen de una vida de desconexión con Dios, de una vida llena de afanes en las que las obligaciones y preocupaciones ocupan el primer lugar que le corresponde por derecho al Creador. Para dejar de sentirse de esa manera, el proceso comienza por ponerse de rodillas ante Dios. Que su primera cita cada mañana sea ese encuentro privado con Dios en el que deja el día entero en Sus manos. Si usted trabaja en mejorar la relación con el Padre, Él se encargará de darle descanso y ayudarlo a encaminar todo aquello que le preocupa.

¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable. Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Isaías 40:28-29.

Por: María Isabel Jaramillo – Twitter: @MaiaJaramillo.

Foto: Unsplash

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