Aprende a decir NO

por Revista Hechos&Crónicas

Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. Mateo 5:37.

Una de las cosas que no nos enseñan normalmente es a poner límites a los demás. Se nos ha inculcado que debemos ser amables (Filipenses 4:5) y que estamos pecando si podemos ayudar a otros y no lo hacemos (Santiago 4:17). Lo que no nos han enseñado (o por lo menos no a la mayoría) es la importancia de decir no cuando la situación lo amerita. Se ha convertido en algo mal visto, de personas antipáticas y odiosas que debemos evitar. Y la verdad es que no es así.

Aprender a decir no es algo tan valioso que no debemos pasar por alto, pues se trata de nuestra propia paz, de la tranquilidad que nos roba echarnos cargas sobre los hombros que no nos corresponden.

Cuando alguien nos pide un favor, nos sentimos útiles, queremos ayudar y brindar nuestro apoyo, pero muchas veces esos favores interfieren directamente con nuestra vida y nuestras obligaciones. Es verdad que la vocación de servicio nos saca de la zona de confort, pero realmente no debe ponernos en un predicamento o desbaratar lo que ya nos corresponde hacer.

Por ejemplo, si tu jefe aparece a las 5 p.m. y te pide que elabores un informe y sabes que eso implica llegar tarde a un compromiso familiar, pero no eres capaz de decirle que no… finalmente es tu jefe.

Si tu hermana te pide que cuides sus niños el viernes en la noche pues quiere salir, pero tú también quieres hacerlo y te sientes mala hermana si te niegas.

Si tu hijo te pide ver televisión hasta tarde y sabes que en la mañana será un lío, pero prefieres dejarlo antes de enfrentarte a un berrinche.

Si tu mejor amigo te pide prestado un dinero que necesitas, pero sientes que si te niegas la amistad podría verse afectada.

Si tu mamá te llama continuamente para que le ayudes con algunas vueltas y debes descuidar tus cosas, pero es tu mamá y no eres capaz de decir no.

En fin, cada uno tiene su propio ejemplo, pero lo cierto es que a veces nos hacemos responsables de cosas que realmente no nos corresponden. Cargas que elegimos llevar por temor, dependencia, inseguridad o por dejarnos manipular.

Cuando no sabemos poner límites, sentimos que nuestra vida está en desorden, no somos dueños de nuestro tiempo, vivimos sobrecargados, sentimos constantemente frustración y que fallamos a Dios y a quienes nos rodean, pues no podemos tener contentos a todos; pero lo más importante es que nos fallamos a nosotros mismos. De acuerdo con la psicóloga Diana Hernández, “no saber poner límites puede llevarnos a una sobrecarga emocional que desencadena otros síntomas como cansancio excesivo, dificultad para concentrarse e insomnio, entre otros”.

“Establecer límites claros es esencial para obtener un estilo de vida sano y balanceado. Un límite es una línea de propiedad personal que marca las cosas de las que somos responsables. En otras palabras, límites es lo que define quiénes somos y afectan diferentes aspectos de nuestras vidas: los físicos nos ayudan a determinar quién nos puede tocar y bajo que circunstancia; los mentales nos dan la libertad de tener ideas y opiniones propias; los emocionales nos ayudan a tratar con nuestras propias emociones y a librarnos de las dañinas y manipuladoras de otros; y los espirituales nos ayudan a distinguir entre la voluntad de Dios y la nuestra y nos dan temor de Dios”, así lo afirman Henry Cloud y John Townsend en su libro Límites.

Asertividad para decir NO

1. Identificar la situación

¿En qué caso se te dificulta decir no? ¿Con qué personas? A veces nos sentimos culpables con nuestros seres queridos, a veces hacemos las cosas por compromiso. Tómate un minuto para pensar si el otro realmente te necesita o si solo quiere tu ayuda, si te está manipulando o puede pedirlo a otros y si realmente es algo que debas hacer.

2. Decir NO de forma correcta

No por ser sinceros debemos ser odiosos. Muchos confunden honestidad con grosería. Debemos ser asertivos a la hora de decir no, pues tampoco se trata de hacer sentir mal al otro. Basta con aplicar la opción sándwich: positivo, negativo, positivo. Ejemplo: Gracias por pensar en mí, no me interesa en este momento, pero prometo llamarte si cambio de opinión.

3. Dejar la culpa

Si tenemos claras las razones para decir no, no hay por qué sentirnos culpables. Se trata de valorar nuestro tiempo y lo que somos. Si tenemos en orden las prioridades, será más fácil negarnos a esa situación incómoda.

4. No responder inmediatamente

A veces respondemos casi de manera inmediata y nos comprometemos a algo que después lamentaremos. Lo mejor, cuando hay una situación en la que no sentimos paz de ayudar, lo mejor es tomarse un tiempo para analizar y aplazar la respuesta.

5. Respetar el no de otros

Muchas veces, cuando pedimos ayuda y otros se niegan, nos sentimos ofendidos y la verdad es que no debemos tomarlo como algo personal. Si hemos entendido la importancia de poner límites, debemos aceptar los límites de los demás. Nadie está obligado a decir sí y con eso también debemos aprender a vivir.

6. Importa lo que dice Dios, no lo que dicen los hombres

Una de las grandes razones por las que decimos sí a todo es porque nos importa demasiado el “qué dirán”. Nos preocupa perder amistades o dañar relaciones con nuestra negativa, pero esto revela una raíz de temor e inseguridad en nuestras vidas que debe ser tratada de otra manera. Si se va a perder una amistad por ponerle límites, tal vez no era una amistad genuina.

7. Ponerlo todo en oración

Es Dios quien debe darnos la dirección que necesitamos para enfocar nuestras vidas. Si hay una situación determinada en la que no sentimos paz de decir sí, debemos revisar lo que Dios ha dicho en Su Palabra y lo que nos ha dicho puntualmente a nosotros. Poner las cosas en oración nos brinda una perspectiva genuina para tomar las decisiones correctas y decir no de la manera más adecuada: con amor y respeto

Por: María Isabel Jaramillo – isabel.jaramillo@revistahyc.com

Foto: Cookie Studio – Freepik (Usada bajo Licencia Creative Commons)

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