Nuestro derecho a la felicidad

por Revista Hechos&Crónicas

En la “Parábola de las monedas de oro”, Mateo 25:21, leemos el siguiente versículo: Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidadde tu señor!”

Recuerdo que en uno de los congresos de Casa2 realizados en Cartagena, donde 551 parejas de matrimonios congregados, la mayoría de la iglesia cristiana integral Casa sobre la Roca nos reunimos algunos en la cafetería del hotel para debatir con el pastor José Ordóñez el tema de la felicidad. La frase más celebrada fue la de Gloria, esposa del pastor Francisco Vega, al repasar un pensamiento aristotélico:“Cada quien tiene derecho a su felicidad”. Y repitió: “Yo tengo mi derecho a mi felicidad”. Y quienes estábamos allí aplaudimos ese “tengo derecho a gozar mi felicidad”. Aunque quien esto escribe opina como Jacinto Benavente: “La felicidad no existe, existen momentos de felicidad”. Pero no importa, aunque sean momentos, pero que sean de felicidad.

¿Qué es la felicidad? Es el estado de ánimo que genera un ser humano cuando alcanza una meta buscada, lo cual produce paz interior y sucesos positivos al tiempo que estimula la conquista de otros resultados. La felicidad se compone de pequeños o grandes momentos, todos gratos, y desaparece de la misma forma como aparece: rápidamente. Lo que vimos y vivimos esa vez en Cartagena fue felicidad, mucha felicidad y lo mejor, entre cristianos, más que en otras circunstancias confesionales, existe la felicidad aunque no vivamos en el Edén sino en el planeta Tierra con todas sus vergüenzas.

Hubo tanta felicidad que el gerente del Hotel Las Américas sostuvo que hacía mucho tiempo no veía que tanta gente se hubiera comportado en forma tan excelente. Empezando porque no hubo ningún borracho pues no hubo trago. Y porque estábamos en un encuentro de gente sana y no asistíamos a un congreso vernáculo en espera de rendimientos económicos. Nuestra espera era por resultados espirituales. El concepto divino de la felicidad se resume, según Neil Anderson en su estupendo devocional “Diariamente en Cristo”, en este sencillo proverbio: “El hombre feliz es aquel que quiere lo que tiene” (o diríamos que “obtuvo” lo que “quiso”).

Y agrega Anderson: “Usted se sentirá desdichado en la medida en que se concentre en lo que no tiene, pero al empezar a apreciar lo que ya tiene, empezará a sentir los gozos de la felicidad”. O como dijo Pablo a Timoteo: “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos llevarnos”. Y el punto final de este tema también es de Neil Anderson: “Si usted quiere ser feliz, aprenda a ser agradecido por lo que tiene, y no codiciar lo que no tiene”.

O como decía un presidente colombiano: “para merecer hay que agradecer, quien agradece es feliz”. Me gusta más el pensamiento de Thomas Chalmers: “La felicidad consiste en tener siempre algo qué hacer, alguien a quien amar y alguna cosa qué esperar”. Entonces, seamos felices y disfrutemos de nuestra propia felicidad.

“La felicidad consiste en tener siempre algo qué hacer, alguien a quien amar y alguna cosa qué esperar”.

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