Convivencia con familiares tóxicos sin morir en el intento

por Revista Hechos&Crónicas

Lidiar con un ambiente laboral difícil, donde los vínculos de solidaridad, proactividad y cordialidad no están muy arraigados, puede ser estresante, nada fácil de enfrentar. Muchas veces aceptamos la tensión de un jefe poco amable o de unos compañeros con graves defectos de carácter solo debido a la necesidad de mantener un salario y un estilo de vida.

Pero, ¿qué ocurre cuando es en el seno familiar donde nos agobia un clima de intranquilidad? Quizá no se hable mucho acerca de ello, sin embargo, afrontémoslo: la familia es uno de los escenarios más comunes donde vienen a darse las relaciones tóxicas. Y es probable que sobrellevar esto sea más duro que en otros contextos, porque no se pueden eludir los conflictos con tanta facilidad.

En el trabajo tenemos un jefe que nos paga a cambio de un servicio, así que, en realidad, no tiene que resultarnos agradable o no tenemos que llegar a ser los mejores amigos. Es más sencillo sobrellevar los conflictos laborales con estoicismo que en el hogar, donde el lazo que nos une a las personas con las que convivimos es inquebrantable. O eso creemos.

Lo cierto es que no elegimos a la gran mayoría de nuestros parientes. Nos vienen impuestos desde la concepción y, por mucho que intentemos convencernos de lo contrario, no siempre los tenemos a todos en alta estima. De hecho, algunas personas se ganan a pulso el desagrado y la apatía con que las tratamos. Y esto no nos hace felices, por supuesto, pero incluso las relaciones más fuertes se deterioran si todo se limita a tolerar el comportamiento egoísta e inapropiado de los demás.

Todos alguna vez hemos atravesado alguna situación similar. La tía que te dice que has engordado cada vez que te ve, las abuelas que quieren indagar acerca del porqué de tu soltería, la madre que se queja por todo y manipula o la suegra que está tan insanamente apegada a su hijo que quiere ser madre y esposa a la vez, pues cree que tú no sabrás cuidar de él, atender a tus hijos o llevar tu casa.

Para empezar, el trato constante con familiares tóxicos puede afectar nuestra calidad de vida. Pocas cosas son tan valiosas para la salud como la paz mental. Pero, no es algo que se pueda conseguir con facilidad. Las relaciones tóxicas con las personas que amamos pueden ser algo complejo, donde se hallan muchas emociones. Son parte de nuestra sangre, así que no resulta tan sencillo romper el vínculo. No obstante, hay mucha gente que acaba haciéndolo por su propia salud, ya que hay ocasiones en las que los confrontamientos se recrudecen y poner distancia parece ser la única salida.

A propósito de esto, la psicóloga Silvia Olmedo dice en su libro Detox emocional: Cómo sacar de tu vida lo que te impide ser feliz que la solución no es simple, porque “si hay una persona que es altamente tóxica, tú puedes tener la voluntad de intentar ponerle límites, pero, si esa persona no respeta tu decisión, el proceso se puede volver extremadamente difícil”. La especialista explica, además, que hay que estar atentos a los síntomas que acompañan a una relación tóxica, con el fin de saber atacar el problema a tiempo.

“Una sensación de malestar, tristeza,  falta de libertad, el sentir que alguien o algo tiene un exceso de control sobre nuestras vidas, o sentimientos de miedo y culpa”, alertando que esas personas o relaciones tóxicas pueden ser también la causa de “síntomas de ansiedad y depresión”.

También insiste en que no debemos obsesionarnos, puesto que “no siempre se puede sacar completamente de nuestra vida una persona o un ambiente tóxico, lo que sí podemos es aprender a poner límites, para minimizar el daño que nos hacen”, indica el portal web protestantedigital.com.

Un ejemplo de relación tóxica en el seno familiar podría ser la esposa celosa o controladora, que vive preocupada por tus amistades, que revisa tu celular a escondidas o que no te permite salir sin su consentimiento. O quizá la madre que nunca está conforme con nada y que te llama casi a diario para agobiarte con algún problema distinto y de poca importancia.

Muchas veces tratamos de ser solidarios, escuchamos con buena disposición o intentamos tener paciencia. Pero, llega un momento cuando esto se vuelve una constante en nuestras vidas y parece que ese pariente, en lugar de transmitirnos cariño y felicidad, cada vez nos resulta menos grato de ver y de tratar.

Y peor aún: la mayoría de las personas con las que compartimos nuestro día a día no reciben de buen grado una crítica ni aceptan que sus problemas sean minimizados. Quieren atención, demandan un control absoluto sobre nuestra capacidad de tolerancia. Es, entonces, cuando perdemos la paciencia y decimos “ya no más”, que se producen las brechas en una relación que, de otro modo, debería estar llena de amor.

¿Qué hacer al respecto?

Nuestra respuesta ante las personas difíciles, tóxicas, debe modelar los ejemplos proporcionados por Jesucristo, porque Él trató con muchas personas así durante su tiempo en la tierra. En sus interacciones, Jesús nunca mostró una actitud de cruel superioridad o displicente orgullo; por el contrario, dio a entender su autoridad con mesura. Usó la reprensión cuando parecía conveniente, como podemos ver en Juan 8:47, pero trató a la gente difícil permaneciendo en silencio (Juan 8:6) o mediante una paciente sabiduría (Lucas 7: 40-42).

Y en el sermón del monte, Jesús fue muy específico respecto al trato con las personas difíciles, el cual debe ser en amor y humildad: “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”, Lucas 6:27-31.

Si estás atravesando alguna situación difícil en tu hogar, recuerda que en la Palabra de Dios está la guía completa acerca de cómo debemos enfrentar las pruebas que nos presenta la vida. Actuar con inteligencia y desde el amor, no solo hacia los demás sino también hacia nosotros mismos, es la mejor respuesta y la salida más confiable. Y si aún deseas saber cómo empezar a allanar el camino para tener una vida más tranquila con tus seres queridos, te comparto algunos consejos que puedes poner en práctica.

  1. Entabla una charla

Dicen que “hablando se entiende la gente”. Puede que seas el tipo de persona que peca por su bondad y su tolerancia, por lo que con ello acumulas en silencio dolores y frustraciones.

Y está bien ser amable, pero no des por supuesto que la persona a la que consideras tóxica está al tanto de lo mucho que te molesta su comportamiento. Nada mejor para contribuir a la resolución de un problema que conversar en buenos términos, manifestando con respeto aquello que nos incomoda.

  1. Ponte en el lugar del otro

Para frenar las relaciones tóxicas en la familia, la empatía es muy importante. No le restes importancia a los problemas de tus seres queridos, ni busques aislarte, sin considerar antes todo el panorama.

Recuerda que no hay nada más cristiano que tender un mano con amor cuando alguien la necesita.

  1. Sé asertivo

No siempre se trata de buscar un enfrentamiento digno de un cuadrilátero. Si esa persona de tu familia es conflictiva o manipuladora, trata de ser tú quien ponga el ejemplo ¿Cómo? Sé paciente y de carácter mesurado. Aprende a decir “no” y pon tus límites.

  1. No te ahogues en un vaso de agua

En un conflicto, si una de las dos partes se comporta como un crío, trata de ser tú el adulto maduro y responsable. Evade las grandes peleas; a fin de cuentas, por mucho que esa persona se enoje, no puede elegir dejar de ser parte de tu familia.

  1. Busca ayuda

Consultar con especialistas o personas idóneas de consejería en tu lugar de congregación, puede contribuir a limar asperezas que tengas con aquellos familiares que son tóxicos en tu vida.

Foto: Freepik

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