“Dios tiene esto también”

por Revista Hechos&Crónicas

En 2011, la familia Stoecklein abrió una pequeña fundación para luchar contra el cáncer de Dave, pastor y fundador de la iglesia Inland Hills, de Chino, California.

Luego de la muerte de Dave en 2015, su hijo Andrew y su nuera Kayla tomaron la dirección de la iglesia y la fundación continuó en pro de ayudar a personas que necesitaban una voz de aliento en momentos de angustia.

Kayla jamás se imaginó que sería ella quien continuaría con el legado de esta familia y de la fundación sola. Una nueva tragedia tocó a su puerta: el pastor Andrew, de tan solo 30 años se quitó la vida.

A pesar de que se vio obligada a lidiar con el dolor que conlleva la trágica pérdida de su esposo, aseguró que se siente inspirada por la forma en que su muerte está obligando a las iglesias a analizar seriamente cómo manejan el tema de la salud mental.

Fortalezas en medio del dolor

“Las historias que me inundan me levantan y me sostienen. El cambio de vida que está sucediendo solo proviene de Dios, porque Él promete ocuparse de todas las cosas para bien, incluso de esto. Dios ti ene esto también. Tu historia, tu vida y tu muerte están abriendo el paso para las conversaciones en todo el mundo. Tu historia está ayudando a las personas a comparti r sus pensamientos ocultos y sus luchas secretas con sus familiares y amigos. Tu historia está allanando el camino para una conversación aún más grande sobre cómo la iglesia puede acompañar mejor a las personas con enfermedades mentales, incluidos los pastores. Dios está usando tu historia y esta tragedia para hacer milagros en la vida de otras personas. Por más que no quiera, es inevitable ver la mano de Dios en todo esto”, escribió Kayla.

Y es que el caso del pastor Andrew y su familia no es el único. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el suicidio por depresión aumentó un 25 al 30% en los últimos 18 años, y seguramente seguirá aumentando.

También ha aumentado el número de pastores que se quitan la vida o caen en depresión por causa de la soledad, como lo referenciamos en la edición N. 99. Pero el tema no es solamente la soledad del pastor y su familia. Es la cantidad de personas que están siendo atacadas y necesitan apoyo. La iglesia no está siendo perseguida solo por grupos extremistas o ateos intolerantes, hay un enemigo permanente, pero el ataque muchas veces viene desde adentro.

Personajes alrededor del mundo están decidiendo quitarse la vida como si esto fuera un escape, como si el dolor terminara con la vida, como si no existiera otra opción. Personajes como el caso del querido actor Robin Williams, ganador de un premio Oscar. Sus papeles se ganaron el cariño del público, pero fueron su alegría y su sentido del humor los ingredientes de su éxito. Sin embargo, a pesar de esa aparente alegría, Williams decidió quitarse la vida en 2014, vícti ma de una fuerte depresión.

Sin embargo, y a pesar del choque que pueda significar, los personajes famosos que optan por esa decisión no nos sorprenden tanto como las personas en el interior de la iglesia. Un ejemplo de esto fue el suicidio de Mathew, el hijo de Kay y Rick Warren, reconocidos pastores cristianos,  quien se quitó la vida en 2013 debido a una fuerte depresión.

Ante este hecho, igual que ante la muerte del pastor Stoecklein y otros casos similares, la iglesia quedó asombrada, pues no se supone que un creyente se quite la vida. Igual que Kayla, Kay y Rick Warren emprendieron un fuerte movimiento en la lucha contra la depresión y el suicido. En marzo de 2014 convocaron uno de los más grandes eventos respecto al tema: una reunión de líderes cristianos, un día completo enfocado en el papel que deben desempeñar las iglesias al abordar el tema de las enfermedades mentales. El evento se agotó.

Era un llamado de atención Iglesia: ¡despierta! Más allá de la eterna (y a veces carente de sentido) discusión sobre si los suicidas pierden o no la salvación, hay una conversación que no se está teniendo sobre la salud mental de los miembros de la iglesia, pues es un tema que parece obviarse. Se supone que los seguidores de Jesús no tienen razones para deprimirse.

¡Pero esto no es cierto! Claro que una de las cualidades del fruto del Espíritu Santo es la alegría, pero la Biblia también dice que El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Salmo 34:18. Habrá momentos difíciles en la vida, hay condiciones físicas que nos llevan a la depresión. Lo importante es no despegarse de Dios para que nos llene de Su paz y pedir ayuda ante cualquier síntoma alarmante.

Jamie Tworkowski, fundador de To Write Love on Her Arms (TWLOHA), organización estadounidense que ayuda a quienes luchan con la depresión, asegura: “En este planeta que compartimos, cada 40 segundos, alguien muere por suicidio. La depresión no tratada es la principal causa. Está bien pedir ayuda, y me refiero a ayuda profesional: un consejero de salud mental con licencia. Si su automóvil no funciona, usted lo lleva a un mecánico. Si se rompe el brazo, va al hospital. La salud mental no debería ser diferente: si necesita ayuda, está bien pedir ayuda”.

Una cristiana en depresión

El mes pasado, Colombia se sacudió con el caso de una mujer de 32 años que se suicidó un Ibagué junto a su hijo de 10. Lo más triste, es que esta mujer asistía a una iglesia cristiana, aparentemente conocía de Dios, pero esto no la detuvo. Ganó la depresión. Hechos&Crónicas trae el caso de otra mujer cristiana que por el contrario, ganó la batalla al suicidio.

“No quiero dar mi nombre, pero quiero compartir mi historia. Llevo aproximadamente 20 años asistiendo a una iglesia cristiana. A los 17 entregué mi vida a Cristo. He servido en la iglesia durante toda mi vida y hoy soy líder de un ministerio. Estoy casada con un esposo amoroso y tengo un hijo de un año. Tengo un trabajo estable que me encanta. Mejor dicho, tengo todo lo que muchas mujeres sueñan. Pero hace unos años intenté suicidarme. No pude evitarlo. Siempre he sido una persona “sentimental”, pero hace cuatro años me diagnosticaron depresión como una enfermedad mental. Tengo un desequilibrio químico en el cerebro que ocasiona esta sensibilidad especial. He estado medicada todo el tiempo, pero la tristeza en mi vida es algo que va y viene. Digamos que con el tiempo he aprendido a manejarlo, pero no estoy completamente sana.

La razón por la que no quiero dar mi nombre es porque mucha gente en la iglesia me ha juzgado. Me dicen que no confío en Dios lo suficiente, que vivo un cristianismo hipócrita, que me falta fe. No creo que eso sea verdad. Yo creo en Dios y en lo que Él puede hacer en mí, creo que me puede sanar, creo en Su propósito para mí, pero en mi caso, la depresión no es por falta de oración o ayuno, ni por falta de consejería o liberación de demonios. Es una enfermedad que tengo en mi cerebro y gracias a Dios los pastores y consejeros de mi iglesia tienen claro que este tema es tanto espiritual como físico y me animan a no dejar mi tratamiento psiquiátrico.

Como iglesia estamos llamados a unirnos, a escucharnos, a levantarnos. En ningún caso debemos juzgar, ni siquiera hablar del tamaño de la fe de otra persona. No sabemos lo contraproducente que pueden ser esos “consejos” en el corazón de una persona que padece depresión. Como iglesia, nuestra obligación es velar por el bienestar de los demás, pero tristemente muchas personas están contribuyendo a que otros carguen con culpas de las que Jesús ya nos liberó.

A mis hermanos en la fe les puedo decir: no se sientan culpables si llega la depresión, no sientan que le fallaron a Dios, no es así. Por favor, busquen ayuda antes de tomar cualquier decisión. Y estén alerta de quienes sufren. ¡Paremos el suicidio de cristianos ya!”

No olvidemos la frase que constantemente repite Kayla Stoecklein. Dios ti ene esto también.

Por: María Isabel Jaramillo – Twitter: @MaiaJaramillo

Foto: Instagram/kaylasteck

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